En las antiguas historias de la mitología mesopotámica como en tantas otras, se hace alusión a una tríada divina, los dioses más importantes de su panteón: el supremo Anu y sus vástagos Enki y Enlil.
Éste último acabaría por convertirse en el digno sucesor del líder celeste, una figura frecuentemente ensalzada en los textos por su gran poder e incluso llega a mencionarse que era tal, que el resto de dioses no osaba mirarle directamente:
“Enlil, que se sienta ampliamente en el estrado blanco, en el estrado elevado, que perfecciona los decretos de poder, señorío y principado, los dioses de la tierra se postran con temor ante él, los dioses del cielo se humillan ante él…”
KRAMER, Samuel Noah, The Sumerians: Their History, Culture and Character, University of Chicago Press, 1971, p. 120
Muchos piensan que los mitos y leyendas de las civilizaciones de mayor antigüedad no eran invenciones sino al contrario: que los narradores de aquellas épocas estaban precisamente relatando una serie de acontecimientos que tuvieron lugar y por tanto, los dioses serían visitantes llegados de los cielos. Si seguimos esta línea de pensamiento, encontraremos algunas voces que afirman que una las figuras divinas más importantes no habría tenido demasiado aprecio por la humanidad.
Exterminar a los seres humanos
En algún relato se menciona que precisamente quien decidió mandar un diluvio universal que anegara la Tierra fue el dios Enlil. Un ejemplo de ello es el poema de Atrahasis en donde se relata que la decisión de ahogar a toda la humanidad vino después de realizar varios intentos infructuosos (debidos a Enki) para erradicar a los seres humanos.
Primero se intentó con una plaga, tras 1.200 se realizó una nueva tentativa en forma de sequía que no permitía que los cultivos crecieran, y de nuevo, tras otros 1.200 años, Enlil tantea a los seres humanos con una severa hambruna. Al ver todos sus intentos frustrados finalmente dictamina que Enki, quien mayoritariamente se había encargado de que no llegaran a buen término, tendría que crear un diluvio, obligándole a jurar además que no se interpondría.
“El Diluvio mugía como un toro,
E, igual que un águila que chilla,
El viento aullaba.
Las tinieblas eran profundas,
El sol había desaparecido.
Las personas morían como moscas”.
Atrahasis,Tablilla 3, 15-20
Asimismo, en la Epopeya de Gilgamesh se difiere también que Enlil era uno de los dioses tras la creación del diluvio. Cuando Utnapistim, superviviente de la catástrofe y correspondiente al bíblico Noé y al sumerio Ziusudra, le refiere al protagonista del relato lo siguiente:
“Utnapistim le cuenta a Gilgamesh una historia secreta que comienza en la antigua ciudad de Shuruppak, a orillas del río Éufrates.
Los ‘grandes dioses’ Anu, Enlil, Ninurta, Ennugi y Ea juraron mantener el secreto sobre su plan para provocar la inundación”
Epopeya de Gilgamesh, Tablilla XI, 1-2
Inmortalidad
La animosidad de Enlil hacía la humanidad podría ser motivo de discusión pues en algunas versiones se relata que al encontrar los dioses a los supervivientes del diluvio, es precisamente él quien decide otorgarles la inmortalidad.
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En la Epopeya de Gilgamesh por ejemplo, es Enlil quien bendice a Utnapistim y a su mujer con el don de la vida eterna aunque en el poema de Atrahasis se expresa que se enfureció al encontrar que había seres humanos que habían sobrevivido a la calamidad y en la versión sumeria del mito son Enlil y An (Anu) quienes deciden hacer inmortal a Ziusudra:
“An y Enlil trataron a Ziudsura con amabilidad…, le concedieron la vida de un dios, sobre él bajó la vida eterna”.
T.1.7.4, Segmento E, 3-11
Castigo merecido
Pero… ¿qué era lo que había hecho la humanidad que tanto podría haber molestado al dios como para querer erradicar a todo ser viviente sobre la faz de la Tierra? ¿Se trataba de un castigo merecido?
Según se expresa en algunos textos, los seres humanos habían crecido tanto en número que el ruido, el clamor que producían, era insoportable. Un sorprendente detonante para tomar tal radical decisión…
“El país era tan ruidoso como un toro que bramaba.
Los dioses crecían agitados y sin paz, con los disturbios ensordecedores,
Enlil también tuvo que escuchar el ruido.
Él se dirigió a los dioses superiores,
El ruido de la humanidad se ha hecho demasiado grande,
pierdo el sueño con los disturbios”.
Poema de Atrahasis, 352-359
¿Desproporcionado? Quizás… pero hay que tener en cuenta que en las narraciones mesopotámicas, esta no fue la única ocasión en la que se argumentó algo similar. En el Enuma Elish se menciona que los dioses primordiales refirieron que las nuevas deidades, sus propios vástagos, causaban mucho ruido y conmoción, y esta fue la causa para que también decidieran tratar de acabar con ellos:
“Apsu, abriendo su boca,
levantó la voz y dijo a Tiamat:
“Su conducta me es desagradable:
¡De día no tengo reposo y de noche no puedo dormir!
Voy a reducir a la nada, voy a abolir su actividad,
para que se restablezca
el silencio y podamos dormir”.
Cuando Tiamat oyó estas palabras,
se puso furiosa y vociferó contra su esposo;
y montando en cólera le recriminó agriamente,
porque le había insinuado
el mal en su espíritu.
“¿Por qué vamos a destruir todo lo que hemos hecho?
¿Su conducta es muy desagradable?
¡Tengamos paciencia, seamos
benevolentes!”
Enuma Elish, Tablilla I, 35-47
Parece ser que los seres humanos, siendo desconocedores de ello, cometieron el mismo error que en su día cometieron algunos de los primeros dioses.
Nuestra compañera Sonia Gupta del canal AEnigma presenta el relato mesopotámico de la creación de los seres humanos y del diluvio por parte de los dioses en el siguiente video:
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