El último faraón de la dinastía XVIII del Antiguo Egipto; Horemheb fue el rey que le devolvió su estatus internacional a la nación, además de restaurar el culto tradicional, luego de los caóticos  reinados de Akenatón, Tutankamón y Ay.

Considerado como el rey que le devolvió la vida al Antiguo Egipto, después de los nefastos gobiernos de los «Reyes Armana», además de ser el último faraón de la XVIII Dinastía.

El plebeyo que se convirtió en Rey

Horemheb creció durante una época convulsa, siendo un simple plebeyo. Sin embargo, poco a poco fue haciéndose una reputación debido a su alto nivel intelectual.

De esa forma, alcanzó a formar parte del ejército de Akenatón, tomando el puesto de escriba, administrador y diplomático. También dirigió el ejército durante el fugaz reinado de Tutankamón.

Después de la muerte del «niño Rey», Ay se valió de su proximidad a la realeza y al sacerdocio para hacerse con el trono.

Inmediatamente visualizó a Horemheb como una amenaza, sin embargo, el respaldo militar con el que contaba impidió que lo asesinara. Aun así, pasó los años del reinado de Ay en el exilio.

4 años después de la muerte de Ay, Horemheb alcanzaría el reinado de Egipto. Los historiadores sugieren que logró este puesto gracias a un golpe militar.

Sin embargo, debido a la muerte del primero por vejez, lo más probable es que se haya convertido en faraón gracias al vacío de poder.

El nuevo soberano se casó con Mutnodjmet, hermana de Nefertiti, siendo ella uno de los únicos miembros que quedaban de la familia real anterior. De esa forma, se aseguraba su estatus de faraón irrompible.

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Además, se ganó el cariño del pueblo al encabezar fiestas y celebraciones durante su coronación. También restauró el politeísmo erradicado por Akenatón.

Sin embargo, poco a poco el poder le llevó a hacer cosas radicales; su primera acción fue un intento de eliminar de la historia a Akenatón, Tutankamón y Nefertiti. De hecho, los etiquetó como herejes.

Pero esto fue poco en comparación con lo que hizo con Ay. Destruyó toda su tumba en el Valle de los Reyes, y borró su nombre de las paredes y talló el suyo.

Aun así, el reinado de Horemheb fue más recordado por su labor como restaurador del caos de los 3 reinados anteriores, escuchando los comentarios de la gente y haciendo cambios políticos que llevaron al Antiguo Egipto a recuperar el orden de antaño.

La corrupción desenmascarada

Si hablamos de uno de los momentos claves del reinado de Horemheb, es la proclamación «El Gran Edicto», grabado en el décimo pilar de Karnak.

Ahí reveló una red de corrupción que existió bajo los Reyes de Amarna, lo que desestabilizó la nación. Señaló confiscaciones ilegales, sobornos, malversación y pésima gestión de impuestos. Incluso mencionó la toma de esclavos para uso personal de los recaudadores de impuestos.

Basándose en eso, el Rey dictaminó leyes bastante drásticas para erradicar la corrupción, como el exilio a la frontera de soldados corruptos, palizas, remoción de narices y la pena de muerte.

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También incrementó el pago a funcionarios para evitar que estos se vieran tentados al delito.

Durante su mandato, Amarna, la cual se construyó por petición de Akenatón, fue totalmente abandonada. Las piedras que se usaron para construir los grandes edificios dedicados a Aton, el disco solar del cielo, y se reusaron en templos tradicionales.

Además, borró cualquier mención que existiera de los reyes enemigos de Amarna en jeroglíficos y monumentos, en un intento de eliminarlo de la historia egipcia.

El legado del rey

Al no tener heredero, instaló a su mano derecha en su época como militar para que gobernara tras su muerte. Este era el visir Paramessu, quien se convirtió en Ramsés I.

Un año después, tras su muerte, su hijo Seti I, tomó el trono. Comenzando así el linaje de la XIX Dinastía del Antiguo Egipto.

Esta dinastía continuó la misma línea de gobierno de Horemheb, buscando crear un gobierno estable.

Lo importante que fue para el Antiguo Egipto se puede observar en sus dos tumbas; la primera, la cual encargó mientras era ciudadano privado de Saqqara. La segunda, que se encuentra en el Valle de los Reyes.

Esta última ha sido una de las principales fuentes de información para los arqueólogos y egiptólogos actuales.

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Así mismo, las estelas de Saqqara suelen contar historias de su pre-reinado. Especialmente de su época como militar, siendo asociado con Thoth, el dios de la escritura, la magia, la sabiduría y la luna.

Y esta comparación no fue gratuita. A pesar de que su reinado es considerado de «bajo perfil», la organización y sensatez de su mandato consiguieron que Egipto fuera una vez un país estable en el ámbito social, religioso y económicamente.

Curiosamente, al enterrar y reutilizar la mayoría  de las piedras de los templos de los reyes de Amarna, hizo todo lo contrario a lo que se proponía; ayudó a los arqueólogos modernos a conocer su historia, en vez de erradicarla.

En nuestros días, Horemheb, a pesar de lo estricto de su mandato, es considerado uno de los mejores reyes del Egipto antiguo, quien reestableció su estatus como gran nación y sacó del caos social y económico en el que se encontraba sumido.

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