Considerado uno de los líderes más temidos y odiados de la historia, pero al mismo tiempo un generoso y respetable político, el terror de los romanos y la personificación misma del castigo divino.
Entre los pueblos más temidos de toda la historia pueden considerarse aquellos surgidos de las estepas de Asia. Los hunos hicieron su aparición ante los antiguos habitantes del ya decadente imperio romano de occidente y del imperio romano de oriente, además de otros pueblos como las tribus germánicas. Los hunos fueron descritos como un castigo divino, pero en realidad durante algunas décadas de hegemonía demostraron tener un ejército organizado que empleaba tácticas que lograron hacer temblar a todos los pueblos a su alrededor, incluida la civilización más avanzada del mundo clásico: la romana. Cuando parecía que en algún momento tendrían el mundo a sus pies, en poco tiempo su grandeza se desvaneció para nunca más resurgir.
El origen del pueblo huno es un misterio en parte por falta de historia escrita. Se cree que el pueblo nómada procedía del actual Kazajistán y barrió las estepas orientales tras el 350 d.C. Algunos expertos creen que eran una tribu túrquica que descendía de los xiongnu, un grupo de pueblos nómadas dedicados al pastoreo que unificaron gran parte de Asia entre finales del siglo II y principios del siglo III a.C.
Conforme avanzaban por el mar Negro, los hunos atacaban a quienes se interponían en su camino. Estos pueblos —vándalos, visigodos, godos y otros grupos— huyeron hacia Roma. Las migraciones provocaron inestabilidad en el Imperio romano y, de este modo, los hunos se ganaron una reputación sanguinaria.
Atila, el rey de los Hunos
La historia de Atila comienza alrededor del año 395 de nuestra era en las llanuras del Danubio. Nació en Pannonia, un vasto territorio abundante en pastos donde los caballos de los hunos podían alimentarse y procrearse. En la actualidad podemos situarla entre el sureste de Hungría y noroeste de Rumanía. Este pueblo caracterizado por el nomadismo, aunque cada vez que asediaban un lugar, una parte de ellos se asentaban en el mismo, para ir creando su imperio.
A los 13 años, Atila fue enviado a Roma por disposición de su tío Rugila, soberano de los Hunos en Danubio, para perfeccionar la lengua latina, aprender la historia, costumbres y todo lo relacionado al imperio romano. A los 17 años volvió con su pueblo dispuesto a enfrentar a los prepotentes romanos. Rugila confiaba en las habilidades de Atila por su capacidad para la guerra, utilizaba la diplomacia como estrategia y era un excelente jinete, por ello le encargo la labor de negociar con los chinos que habían intentado usurpar diversos asentamientos hunos del centro de Asia. Atila logró establecer la paz.
Con la muerte de Rugila; Atila y su hermano Bleda fueron proclamados reyes del territorio huno. Esta unificación de las tribus hunas representó un gran problema para Teodosio II, el emperador romano de Oriente. Prefería perder oro y posesiones materiales antes que hombres y territorio. Por ello, en el año 435 realizaron un pacto con los nuevos reyes hunos en el que los romanos se vieron forzados a doblar el tributo anual en monedas de oro, no realizar alianzas con pueblos enemigos de los hunos, y si las hubiera deberían romperlas, establecer un mercado libre a orillas del Danubio y entregar a los prisioneros de guerra hunos. Sin embargo, en el año 445 Bleda muere y existió la sospecha que Atila se deshizo de él porque no compartía sus métodos para gobernar, quedando como único rey.
El ejército huno había desarrollado una infantería de gran calidad que difería de otras tribus bárbaras en la frontera romana por su habilidad para realizar asedios exitosos en ciudades fortificadas. Su éxito fue tal que en el siglo IV los hunos dominaban grandes extensiones entre los ríos Don, Danubio y Volga; y los mares Negro y Báltico. Habían sometido a los germanos, alanos y sármatas que ocupaban esos territorios. Este irrefrenable afán expansionista de los hunos los llevó a ser considerados por sus contemporáneos como una raza salvaje, voluble, apasionada por el oro y buenos guerreros. La tribu de Atila fue una de las más avanzadas en lo concerniente al uso y fabricación de armas.
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Una Imagen Lejana de la Realidad
El historiador romano Prisco de Panio aseguró que los hunos estaban muy lejos del salvajismo que algunos romanos les atribuían. Según su experiencia cuando acudió como embajador a la corte de Atila, el asentamiento disponía de fuertes murallas y bellos edificios de madera, así como un palacio con suelos cubiertos de alfombras. Allí, el monarca estaba rodeado por su harén, de intérpretes de diversas lenguas y de sus fieles, vestidos con lujosos atuendos. En los banquetes utilizaban vajillas de oro en contraste con los vestidos modestos y los utensilios de madera de su rey, un hombre afable y con gran sentido de la hospitalidad.
Sin embargo, el historiador Jordanes que no tenía simpatía por los hunos, describió a Atila como individuo de baja estatura, de ancho pecho y gruesa cabeza, con ojos minúsculos, escasa barba, cabellera erizada, nariz muy corta y tez oscura. Pero también lo reconoce un buen gobernante, generoso y con una gran confianza en sí mismo.
Antes de ser nombrado rey de los Hunos, Atila ya había atacado al Imperio romano de Oriente en el 440 d.C. Durante los años que duraron los ataques el Imperio romano perdió grandes extensiones, lo que hoy es Georgia, Armenia e Irán. La guerra llego a su fin gracias al acuerdo bilateral y a la decisión de pagar los tributos establecidos a Atila. A cambio, los hunos actuaron como colaboradores de los emperadores romanos para reprimir las convulsiones internas y combatir a otros bárbaros, como los burgundios y los francos. Incluso Atila fue nombrado general honorífico de la Galia. Pero este período de paz fue quebrantado en el año 450 cuando se descubrió un complot creado por Teodosio II y por Edeco, embajador de los hunos en Constantinopla para asesinar a Atila. Poco después, el militar Flavio Marciano, sucesor de Teodosio, se negó a seguir pagando los tributos a los hunos y Atila decidió lanzarse a la conquista de las provincias de Occidente. Pero lo hizo valiéndose de un pretexto singular: reivindicar «el derecho de los hijos de un padre a su herencia».
Las Disputas Romanas
Es necesario remontarse a principios del siglo V para entender la reivindicación de Atila. Cuando los godos saquearon Roma en agosto de 410, tomaron como rehenes a personalidades de alto rango, entre ellos a Aelia Gala Placidia, hermana de los emperadores Honorio y Arcadio. Placidia, de fuerte personalidad y educada entre sirvientes de origen bárbaro, se casó cuatro años después con el godo Ataúlfo, pero éste fue asesinado poco después en Barcelona. Placidia volvió entonces a la corte de Ravena, donde fue obligada a casarse con el general Flavio Constancio. De este matrimonio nacieron Justa Grata Honoria y Valentiniano III, emperador de Occidente.
Placidia había criado un hijo débil para poder gobernar ella como regente con la ayuda del general Aecio. Pero Valentiniano apartó de la corte a su madre y obligó a su hermana Honoria a entrar en religión despojándola de su título de Augusta, que le permitía transmitir el Imperio a sus propios hijos varones, dado que Valentiniano sólo tenía descendencia femenina. El todopoderoso general Aecio tenía sus propios intereses y se oponía a que Honoria permaneciera como Augusta en la corte, puesto que su propio hijo, Gaudencio, estaba prometido con una de las hijas de Valentiniano y, por ello, podía aspirar a sucederle.
Los Amoríos de Honoria
Honoria inició en secreto una relación amorosa con el procurador Eugenio. Cuando el emperador se enteró, hizo arrestar y decapitar a Eugenio, a la vez que obligó a su hermana que había quedado embarazada, a casarse con un viejo senador de Constantinopla, Basso Herculano, a quien no consideraban tener algún interés de pretender el trono.
En su desesperación, Honoria pidió la protección del más poderoso soberano fuera el Imperio: Atila. Envió como emisario al eunuco Jacinto con una fuerte suma de dinero a modo de regalo para el caudillo huno, y una carta con el sello personal de Honoria solicitando su ayuda para defender frente a su hermano el derecho que le correspondía como Augusta. La misiva iba acompañada del anillo de Honoria para probar la autenticidad del mensaje, pero Atila lo interpretó como una promesa de matrimonio y emprendió una campaña para ir al rescate de «su prometida» y a la vez reivindicar lo que supuestamente le correspondía por la herencia de Honoria.
Al enterarse de las exigencias de Atila, Valentiniano rechazó entregarle a su hermana e hizo decapitar al eunuco que había sido el emisario. Honoria fue enviada con su madre Gala Placidia, que había intercedido por ella.
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La Furia de Atila
Al frente de un gran ejército, Atila inició la invasión saqueando ciudades como Maguncia, Tréveris, Worms, Colonia, Reims y Metz y se encontró con el ejército de Aecio al frente de una alianza de romanos, francos y visigodos en un lugar denominado Campos Cataláunicos, posiblemente junto a Châlons-sur-Marne o en Troyes.
El resultado de la batalla fue incierto. Según Hidacio, el rey visigodo «fue encontrado muerto» junto con otros 300.000 hombres, cifra a todas luces exagerada. Es probable que los pitonisos habían asegurado a Atila que uno de los jefes enemigos sucumbiría y él creyó que se trataba de Aecio. Sin embargo, el general romano salió ileso. Por otro lado, el historiador Jordanes relata que Aecio confió haber salido victorioso después de ver que los hunos se habían refugiado en su campamento. Lo cierto es que Atila tenía suficientes contingentes como para arrasar los territorios de Padua, Aquileya y Verona y para amenazar Roma mientras exigía la entrega de su prometida. Según Procopio, fue el papa León I quien, a orillas del río Mincio, cerca de Mantua, consiguió disuadir al caudillo huno de continuar con su invasión. Los detalles de la conversación es un misterio, pero debió ofrecerle un cuantioso botín y también convencerlo de que Honoria había muerto, con lo que dejaba de tener justificación su presencia en las provincias. Por otro lado, la peste comenzaba a provocar estragos en el ejército huno. Al menos por unos años se logró disipar la tormenta que amenazaba al Imperio Romano.
El futuro de Aecio no fue mejor; víctima de las intrigas del eunuco Heraclio, fue asesinado por el emperador Valentiniano, con su propia espada en 454, olvidando el papel que desempeñó para evitar la caída de Roma. La muerte de Aecio conmovió sobre todo a los bárbaros a su servicio. Dos de ellos la vengaron poco después, asesinando al emperador cuando se encontraba en el Campo de Marte. Poco después, los vándalos saquearon Roma y se llevaron un importante botín, incluidas la esposa y las hijas de Valentiniano. La decadencia del Imperio estaba por iniciarse.
La Noche Sangrienta
El último y más poderoso rey de los hunos que hizo temblar a los romanos tuvo un final extraño. El destino no le había reservado al feroz guerrero una muerte digna en un campo de batalla según la tradición de las armas, sino que su último aliento lo exhalaría en la alcoba, desnudo y sin su armadura.
A inicios del año 453, Atila se casó con Ildico, una joven muy hermosa en un palacio de madera a la orilla del río Tisza. La fiesta se prolongó entre ingentes cantidades de vino hasta que los recién casados se retiraron a su alcoba. Allí pasaron su noche de bodas hasta que el rey cayó rendido por el sueño y nunca más volvió a despertarse. Al día siguiente, los soldados irrumpieron en la estancia y se toparon con el cuerpo sin vida de su líder en medio de un gigantesco charco de sangre A su lado se encontraba su nueva esposa, cubierta por un velo y llorando de manera inconsolable. Atila no tenía ninguna herida visible ni señales de violencia.
Prisco, emisario en la corte de Atila, afirmó que su muerte se había producido por una combinación de factores. Al parecer, la causa principal fue una hemorragia nasal agravada por la borrachera que le impidió moverse y le hizo ahogarse.
No obstante, existe otra versión sobre la trágica muerte y que conduce al homicidio: habría sido la joven Ildico, su flamante esposa que fue incitada por Marciano, el emperador romano de Oriente, la autora del asesinato del gran enemigo de Roma. La mujer habría agarrado una daga y se la habría clavado a su marido mientras dormía.
El historiador Jordanes relató que los escuderos de Atila recogieron su cuerpo, y siguiendo las costumbres de los hunos le cortaron la cabellera y le provocaron varias incisiones en la cara con espadas. «El más grande de todos los guerreros no había de ser llorado con lamentos de mujer ni con lágrimas, sino con sangre de hombres». Atila fue enterrado en un sarcófago triple de oro, plata y bronce como merecimiento por las grandes victorias del rey que lo había conquistado todo.
Bibliografía:
Sitios web:
- Atila, el rey de los hunos, la pesadilla de Roma
‘https://historia.nationalgeographic.com.es/a/atila-rey-hunos-pesadilla-roma_6288/3 - Atila: la absurda muerte en su noche de bodas del terror de las legiones de Roma
‘https://www.abc.es/historia/abci-atila-absurda-muerte-noche-bodas-terror-legiones-roma-201910080127_noticia.html - Atila
‘https://www.biografiasyvidas.com/biografia/a/atila.htm - Los hunos y Atila
‘https://archivoshistoria.com/hunos-y-atila/ - Atila
‘https://www.ecured.cu/Atila - Historia y Biografía de Atila
‘https://historia-biografia.com/atila/ - ¿Quiénes fueron los implacables guerreros dirigidos por Atila el Huno?
‘https://www.nationalgeographic.es/historia/2019/09/quienes-fueron-los-implacables-guerreros-dirigidos-por-atila-el-huno - La trágica muerte de Atila: por qué falleció en su noche de bodas
‘https://www.elespanol.com/cultura/historia/20181015/tragica-muerte-atila-fallecio-noche-bodas/345715884_0.html
Artículo escrito por: Pedro Noguchi, colaborador de CodigoOculto.com
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