Algunos de los casos más extraños recopilados en la casuística OVNI han tenido como escenario las zonas costeras de nuestro planeta. Y es que las playas siempre han sido un lugar propicio para el encuentro con lo extraño. Una de las más singulares experiencias de este tipo sucedió en la década de los setenta en Perú. El periodista y ufólogo Rafael Mercado fue el encargado, tras más de 4 décadas de silencio, de rescatar este incidente del olvido. Tras muchas dificultades Mercado consiguió entrevistar a los 2 únicos testigos que siguen con vida.
El suceso, tal y como me dijo el reportero peruano, ocurrió la madrugada del sábado 18 de noviembre de 1977 cuando 4 amigos acudieron a pescar, como tenían costumbre de hacer, a la solitaria playa de Yanyarina (Arequipa, Perú). El grupo lo formaban 4 compañeros mineros Francisco Rodríguez, Ricardo Palomino, Benjamín Mardini, Mario Cueto y su hijo. Sobre la 1:30 horas, al poco de estar en la zona, divisaron tres “platos” metálicos en el cielo con luces en su periferia de varios colores, que giraban sin parar. Destacaban sobre todo las luces amarillas y rojas. Los objetos estaban muy juntos. En ese momento, Mario les hizo señales luminosas con una linterna, y los objetos se detuvieron, aunque las luces de alrededor seguían girando. A continuación, los 3 “platos” descendieron lentamente hasta que se introdujeron en el océano. El cielo estaba completamente despejado y pudieron observar a la perfección toda la escena.
Lo curioso es que Francisco llevaba siempre consigo una cámara fotográfica pero aquella noche no la había cogido. Ricardo dijo que se preguntaron ¿qué podría ser aquello? y Mario sin titubear respondió que eran “platillos volantes“. Aunque extrañados, continuaron pescando con total normalidad. Sobre las 5:00 horas, se desplazaron hacia otra parte de la playa para ver si había más pesca. Al poco tiempo, cansados, se quedaron dormidos. En un momento dado, Benjamín se despertó y observó un extraño objeto en la orilla.
Ricardo recordaba ese momento ante el micrófono de Rafael Mercado, cuando Benjamín dijo de repente despertando a todo el grupo:
“¿Qué es eso Mario? ¿Ha venido el ejército?”.
Ante el asombro de los pescadores, a unos 50 o 70 metros de distancia aproximadamente, junto a la orilla había aparecido un artefacto plateado parecido a una “tanqueta” militar.
Con el reflejo de las olas del mar el objeto brillaba en la oscuridad de la noche. Movido por la curiosidad Mario decidió investigar, pese a que su compañero Francisco le dijo que:
“Es peligroso puede ser de otro planeta”.
Entonces, cuando Mario decidió aproximarse al misterioso “vehículo”, los pescadores comprobaron que, dentro del mar, a no mucha distancia, había tres humanoides de gran estatura.
Ricardo Palomino que en la actualidad tiene 75 años, dijo que eran: “hombres gigantes”. Los visitantes parecían completamente humanos, aunque su altura era considerable. Vestían unos monos plateados brillantes que les cubría todo el cuerpo. Llevaban botas y guantes. Eran delgados.
Ricardo decía que:
“No les pudimos ver el rostro, todo era plateado (…) caminaban como robots”.
Lo más curioso, es que, por sus gestos, con los brazos en alto, parecían estar pescando en la zona, aunque no llevaban nada en las manos. Los testigos aseguran que incluso se escuchaba un sonido (silbido) parecido al que se realiza cuando se lanza el anzuelo al mar con una caña, aunque todos coincidían en que no tenían ningún utensilio de pesca entre las manos. Solo gesticulaban. Ricardo dice que, en ocasiones, las olas les golpeaban con violencia en el pecho, pero los humanoides parecían no inmutarse. Ni siquiera se movían. Cuando alguno de estos seres caminó fuera del agua, sobre la arena mojada, Ricardo comentó que parecía que desprendían humo por los pies y el hijo de Cueto afirmó que la arena “hervía” como en “pequeñas erupciones”.
Pese a la sorpresa generalizada del resto del grupo de pescadores, Mario Cueto continuó con su idea de acercarse a la tanqueta para verla mejor. Y es que, según Ricardo, su amigo no sé amedrentaba con facilidad. Por el camino, uno de los humanoides se giró hacia el valeroso minero y con la cabeza gesticulaba de lado a lado (negando), como indicándole que no se acercara al artefacto. Sin embargo, Mario prosiguió su marcha hacia la tanqueta sin temor alguno.
Cuando se hallaba a pocos metros comprobó que, en su interior, había un cuarto humanoide sentado comiendo una especie de “tortillas” de color melón. La comida estaba sobre una especie de “mesa”. La escena fue contemplada a través de una de las ventanillas del objeto. El tripulante de la tanqueta colocaba algunos restos de las “tortillas” junto a la ventanilla, por lo que Mario se acercó, cogió un trozo y lo ingirió. En ese momento sintió unas fuertes nauseas que le hizo vomitar sobre la arena. Regresó entre dolores junto a sus compañeros, y entonces ocurrió algo sorprendente.
Todo el grupo se quedó dormido de repente. Y aunque no saben explicar cómo ocurrió, Ricardo relató que de pronto se sintieron cansados y se quedaron profundamente dormidos. Cuando se despertaron, tanto la tanqueta como los humanoides habían desaparecido por completo. Entonces todos se acercaron a la orilla, pues la marea estaba muy baja, para comprobar si había huellas en la zona. Pero inexplicablemente no encontraron ningún rastro, ni de las pisadas de los gigantes, ni del misterioso vehículo. Nada.
Tal y como confesó Ricardo a Mercado aquel artefacto era una especie de “tanqueta” plateada, muy similar a la que utilizan los militares, hermética, con ventanillas, aparentemente sin ruedas, y podría medir unos 2 metros de altura por 3 o 4 metros de largo. Se da la circunstancia que Mario Cueto sufría frecuentes dolores por una ulcera de estómago, pero a los 5 o 6 meses del encuentro, tras comer aquella misteriosa “tortilla” dejó de tener dolencias. Su médico no se explicaba esta repentina curación.
Según Ricardo el periódico peruano “Última Hora” publicó en aquellas fechas una breve noticia sobre otros pescadores de Huacho que también tuvieron un encuentro con “gigantes plateados”. Pese a esto, los protagonistas de esta singular historia siempre permanecieron en silencio por temor al ridículo.
Un artículo escrito por: José Antonio Caravaca; colaborador de CodigoOculto.com
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como podes comer algo que tiene un “humanoide” en la mano?? tenes q estar muy loco o ser totalmente falso… me inclino por esa…