¿Podríamos considerar la experiencia de Kenneth Arnold en el verano de 1947, independientemente de su naturaleza, como un detonante sin precedentes en el seno de la imaginería humana para la traslación ideográfica y nacimiento de un nuevo folclore? ¿Fueron las fascinantes noticias sobre los platillos volantes una auténtica explosión nuclear sin precedentes en el seno del inconsciente colectivo que hizo posible la invasión de los OVNIs? Me explico…
Un fenómeno antiquísimo
En casi todas las culturas del planeta existen viejas crónicas de encuentros con seres y entidades desconocidas que al parecer habitaban en paraísos invisibles, reinos celestes o en el mismísimo más allá. Estas experiencias tienen una singular e indiscutible realidad cognitiva que ha llevado a la elaboración en ocasiones de complejas mitologías y religiones. Nadie duda que estos relatos obedecían en muchos casos a la existencia de un fenómeno desconocido, pero con amplias ramificaciones psíquicas. Pero lo más curioso es que muchas de estas manifestaciones demuestran tener una desconcertante característica endémica, que hace que determinadas apariciones, caso de la Santa Compaña en Galicia, por ejemplo, no tengan repetición exacta en otras partes del planeta, ni siquiera en España. Pero ¿cómo es esto posible?, ¿no tienen estos fenómenos la capacidad para desplazar una determinada imagen de un lugar a otro?, ¿por qué los difuntos del más allá no pueden arrastrar esta siniestra comitiva a otros pueblos del mundo?, o ¿es que estamos tratando con otra cosa?
Aparentemente muchas apariciones con entidades desconocidas han necesitado del sustento cultural, o sea, de la transmisión oral o escrita, para poder viajar de una zona a otra. Esto no quiere decir que estos fenómenos tengan como origen el “contagio psíquico” como lo define la teoría psicosocial, ya que muy probablemente en otros lugares existen cultos o creencias en cosas muy parecidas pero que, sin embargo, lo que hay que destacar, es poseen una estética diferente. Y aquí encontramos una clave importante para nuestro estudio. La mayoría de encuentros con entidades de todo tipo tienen un trasfondo narrativo (comunicativo e informativo) muy similar entre ellas, pues se trata de seres esquivos, huidizos, o en contados casos muy dialogantes (aunque sin grandes revelaciones). Pero lo más irritante, es que, en su forma externa, en la estética, estos seres y entidades pueden ofrecer amplias divergencias y moverse en un, casi infinito, abanico de posibilidades.
Aunque lo realmente incomprensible, es que entre lo que se podría considerar un mismo enigma que no debería presentar muchas diferencias, como los bigfoots o la Virgen María, hallamos estas diferencias. Y con los OVNIs esta fluctuación estética es un sello de identidad, ya que los estudiosos han anotado hasta la saturación, que las manifestaciones suelen ser muy inestables en su aspecto estético, con una escenografía que parece renovarse en cada encuentro. Como si cada testigo descodificara esta realidad cognitiva de forma diferente. Pero no me refiero a un simple sesgo cultural como defiende la psicología, producto de una reacción natural de nuestro psiquismo ante un estímulo desconocido intentando rellenar los huecos como buenamente puede con cosas que conoce. Sino que realmente lo que se desprende del análisis de estas manifestaciones es que parecen reaccionar de forma diferente ante cada persona, en una íntima interacción, presentándose con unas características estéticas que ya no vamos a volver a encontrar en otro suceso. Como si el fenómeno se personalizara en función de la información inconsciente de los testigos, mediante una escenografía reorganizada, pero, eso sí, basándose en una raíz ideográfica común, en el caso que nos ocupa la visitación extraterrestre.
Los efectos colaterales
Hasta el momento, los estudiosos han considerado que, por ejemplo, las aproximaciones del fenómeno OVNI a los testigos (sobre todo en los encuentros cercanos) ocasionaban un buen número de efectos colaterales (epifenómenos); zumbidos, trances, aislamiento sensorial, fenómenos poltergeist, desarrollo de facultades paranormales, etc. Como consecuencia quizás de la tecnología extraterrestre o de la incursión de estas manifestaciones desde otras dimensiones. Pero, sin embargo, lo que tenemos que valorar, es que tanto los videntes de la Virgen, como los testigos de otras apariciones forteanas, muy distintas en apariencia (estética) a nuestros platillos volantes, también han anotado estos efectos “secundarios”. Entonces podríamos reconsiderar nuestros planteamientos sobre el fenómeno OVNI, al menos en su faceta de los encuentros cercanos.
Y si la estética de estas apariciones fuera en realidad el aspecto menos importante del fenómeno. Y si lo que vemos es resultado de una volátil interferencia sensorial provocada por nuestra psique a la hora de intentar dar forma a este universo cognitivo. Y si las historias sobre platillos volantes y múltiples ufonautas fueran simplemente “ruido de fondo” que nos impide profundizar correctamente en la génesis de este fenómeno. No podemos pasar por alto, que los estados alterados de conciencia, la personalización extrema y la subjetividad de las experiencias, son un punto compartido por casi todos los encuentros con entidades desconocidas.
Por tanto, existen dos aspectos a tener en cuenta:
- Si estamos tratando con experiencias inventadas o fruto de sugestión ¿por qué los testigos no “copian” la estética de los encuentros que aparecen en libros o en prensa para asegurarse la credibilidad de los medios e investigadores?
- Si se trata de fenómeno real ¿por qué no se mantiene la estética de un evento a otro? ¿Acaso no tiene memoria el paradigma de sus anteriores apariciones?
Lo más extraño es que la única uniformidad que presentan los encuentros cercanos podemos hallarla en algo que casi habíamos relegado a la anécdota, los denominados epifenómenos, por lo que podríamos conjeturar que muy probablemente hemos errado nuestro enfoque inicial. ¿Por qué los testigos no coinciden en lo más fácil, o sea, en la estética del fenómeno, que está ampliamente divulgada y dibujada en libros y revistas, y, por el contrario, si son capaces de calcar en sus relatos esos fenómenos colaterales que son mucho menos conocidos? ¿Y si los trances, los zumbidos, el factor OZ, los fenómenos paranormales, el desarrollo de facultades PSI, los sueños premonitorios fueran el eje fundamental del fenómeno que estamos estudiando? ¿Y si esto es una clara señal de que se trata de unas apariciones ampliamente relacionadas con el psiquismo humano?
El desconcertante reflejo cultural
Siempre ha llamado la atención que los platillos volantes y sus ocupantes fueran en realidad un reflejo, distorsionado, de lo que nuestra propia astronáutica o ciencia ficción habían ofrecido con anterioridad. Palancas, escalerillas, pistolas de rayos, escafandras, equipos de respiración autónoma, ordenadores de botones luminosos, etc. han compuesto el escenario de una escenografía que nos parecía demasiada humana. De hecho, cualquier otra aparición sobrenatural o desconocida siempre ha estado arropada de alguna manera por factores socioculturales, señalando que sea lo que sea, este escurridizo fenómeno, se proyecta sobre nuestra realidad utilizando el imaginario humano, o lo que es lo mismo el inconsciente de los testigos. También si observamos estas apariciones en una línea temporal más amplia, nos daremos cuenta que los OVNIs no dejan de ser un folklore moderno que bebe de fuentes más antiguas, y que probablemente sean el ultimo reflejo de un fenómeno antiquísimo que siempre ha estado presente en la historia de la humanidad.
Los OVNIs, al menos en su faceta de encuentros cercanos son el relevo natural de los Ángeles, hadas, duendes, y demás criaturas anómalas. La única diferencia, es que, al contrario de otros folclores más localistas, su repercusión en los medios generalistas de mediados del siglo XX, permitió por primera vez, que la existencia de esta realidad cognitiva tuviera un impacto más amplio en la conciencia humana, y por tanto amplias ramificaciones en otros países.
¿Dragones en el monte Rainier?
Por lo que me pregunto, ¿qué hubiera pasado si en siglos pasados los encuentros con la santa compaña en Galicia o el misterioso visitante saltarín Springheel Jack hubieran sido divulgados con los mismos medios que nuestros modernos platillos volantes?, ¿hallaríamos encuentros de esta comitiva de difuntos o del fantasma saltarín en México, Suecia o Italia, o incluso en otras partes de España?
El sociólogo Pablo Vergel se preguntaba con acierto ¿qué hubiera sucedido si Kenneth Arnold en vez hablar de platillos volantes hubiera comentado que había visto “dragones” volando sobre las montañas?, ¿la gente habría observado estos míticos animales a lo largo y ancho del planeta?, ¿existirían los OVNIs sin este acto fundacional de 1947?, o ¿por el contrario se hubiera producido otro avistamiento posterior que daría luz al enigma de los platillos volantes?
Mi planteamiento en este reporte intenta demostrar que, aunque los fenómenos que estudiamos poseen un origen externo al ser humano, que no se trata de algo meramente psicológico, necesitan de una correa de transmisión, de la expansión de unas determinadas creencias sobrenaturales para probablemente cobrar su efímera vida, incitando la imaginería humana en unos extremos concretos, como puerta indispensable para la entrada de las manifestaciones. Lo que ocurrió en junio de 1947, en un hecho sin precedentes en el territorio de lo sobrenatural, es que los medios de comunicación de mediados del siglo XX consiguieran activar en el interior del conjunto de gran parte de la conciencia humana, unos resortes que posibilitaron y favorecieron la aparición y proliferación de estos fenómenos.
Sin la suma de estos factores, el paradigma no tendría los factores necesarios para su desarrollo, demostrando que, de iniciativa propia, las apariciones anómalas necesitan también de un ambiente apropiado en la sociedad para propagarse. Los OVNIs y demás manifestaciones forteanas viven en una zona liminal, fuera del alcance del rango de percepción de nuestro estado ordinario de conciencia. Pero de alguna manera necesitan del interruptor humano para llegar a nosotros…
Un artículo escrito por José Antonio Caravaca, colaborador de CodigoOculto.com
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Is this a detailed explanation of the “Hitchhiker Effect” postulated by John Alexander and others since the investigations at the Skinwalker Ranch, decades ago, or is it something else?
It is something else, I personally believe it is an immersive and interactive phenomenon that relies on socio-cultural factors for its manifestation.