Conocido como uno de los libros prohibidos más extraños que existen, es una recopilación de textos antiguos sobre el ocultismo y esoterismo de la época victoriana. Una antología sobre la posibilidad de volar a través de la magia.

Liber Volantis es el único texto sobre magia dedicada a volar. Sus páginas reúnen toda la información que existió al respecto, citando otros textos como el “Lemegeton Clavicula Salomonis” o el Formicarius.

Así, el texto reúne, clasifica y detalla cualquier dato disponible acerca de la posibilidad de volar sin la implementación de medios físicos y/o mecánicos.

Liber Volantis y la posibilidad de volar

El libro ofrece hechizos, pócimas y pactos para poder volar. Crédito: Wallhere.

Para la tradición esotérica de la Edad Media, volar no era una gran proeza. De hecho, era considerado un simple entrenamiento, incluso distracción que el nigromante debía evitar si deseaba obtener poderes más sofisticados.

Para la magia, el vuelo rara vez se entiende como un fin en sí mismo, sino como un efecto secundario.

Sin embargo, los prácticamente de magia si se aprovechaban del vuelo para realizar sus aspiraciones mundanas, como crímenes, por ejemplo. Y, de hecho, es a ellos a los que debemos la mayoría de los hechizos que aparecen en el Liber Volantis.

El Clavicula Salomonis, citado en el texto, alerta sobre los peligros de emplear el sexto y último pentáculo de la luna como hechizo de levitación y vuelo. Inmediatamente, aclara que el acto mágico de volar es de los más peligrosos.

Asegura que si un hombre rompe las leyes del universo para actos egoístas, la naturaleza lo sabrá y se lo cobrará. Así, el libro deduce que a través del acto mágico de volar, se quebrantan las leyes naturales establecidas en nuestro plano existencial.

Entonces, el vuelo no es algo sorprendente, pero el riesgo es demasiado alto para hacerlo.

Entre los peligros, están tormentas espontáneas, rayos, vientos, incluso bandadas de aves precipitándose contra el mago. Por esa razón, los hechizos de vuelo duran sumamente poco.

A pesar de que los riesgos naturales, no son los únicos; el Liber Picatrix, por ejemplo, sostiene que los hechizos para levitar usan los mismos ingredientes que los hechizos de impotencia, con todos los peligros que generan una creación ineficaz.

Para contrarrestar estas adversidades, Liber Volantis recupera un hechizo antiguo de vuelo del libro de Abramelin, donde el mago debía vestir una túnica bordada con plumas de cuervo. De esa forma engañarían a la naturaleza.

También añade fórmulas que permiten volar “escondido” dentro de una nube negra. Así mismo, suscribe a la tradición griega sobre la posibilidad de volar usando magia sin que esto remita a la magia negra. Pero dentro de la tradición medieval, incluso durante el Renacimiento, volar realizando magia requería de la intervención de demonios.

Los riesgos de volar

Según el texto, volar implica un gran riesgo para el que lo practica. Crédito: Wallhere.

En definitiva, volar no tiene nada que ver con magia de ningún tipo. Son los medios por los cuales el mago adquiere el poder lo que definen su afiliación espiritual.

Avistamientos de personas levitando, incluso volando, hay por montones. Algunos como resultado de un rapto de fe, por lo que el vuelo de produce como un efecto secundario y pasajero, por lo que tampoco trae consecuencias.

Así de distingue que el peligro recae solo cuando se hace como un acto predeterminado, especialmente a través de medios mágicos.

El Liber Volantis también recopila anécdotas de vuelos fallidos, como los registrados durante la inquisición en Italia de 1641. Los miembros de la secta Donna di Fuora volaron en bandada hacia Benevento, provocando accidentes aéreos durante maniobras audaces para impresionar a las aldeanas.

El uso de pócimas mágicas para volar también traía desgracias. En 1560, también en Italia, una bruja que perteneció a los Malandanti, se untó una excesiva cantidad de hierbas mágicas para volar hacia el Sabbat, consiguiendo un cambio de dirección desafortunado que la llevó a las habitaciones papales.

En palabras sencillas; el Liber Volantis sostiene que volar no es malo, pero tampoco es bueno. En cualquier caso, lo bueno y lo malo no están determinados por el acto de volar, sino por quien lo vuela y para que lo usa.

A pesar de que no hay grises, tampoco es del todo claro diferenciar «el negro del blanco». Si volar con medios mágicos es una ilusión o fraude, no existen pruebas contundentes que sean así. Por ejemplo, los archivos de juicios a brujas organizados en Inglaterra, certificados en textos como el Malleus maleficarum o Pseudomonarchia Daemonum, no hay un solo caso de alguien enjuiciado por el «crimen» de volar.

De hecho, la única persona acusada de volar en Inglaterra no necesitó un juicio. Fue un mago que se estrelló sobre el Támesis en 1736. Un suceso que ni siquiera fue público.

La representación de las brujas

Las brujas aprendieron a usar las pócimas de forma que no les afectara. Crédito: Ilustración de Las brujas de Lancashire. Crédito: William Harrison Ainsworth / Wikimedia Commons

Como se ha mencionado, Liber Volantis recopila hechizos e ingredientes para volar. Algunos sumamente peligrosos.

En la Europa medieval, el pan normalmente se hacía a base de centeno. Una gramínea se pudre rápidamente y genera hongos. Consumir altas dosis de estos hongos es letal, pero en la medida exacta, se convierte en un poderoso alucinógeno. A ellos se les atribuyen fuertes afecciones psicóticas de la época.

Este hongo es conocido como cornezuelo, o claviceps purpurea, el hongo parásito del centeno. Los nigromantes medievales reconocieron sus efectos y lo fusionaron con otros ingredientes como la belladona o la mandrágora.

Como resultado de esa unión nació el ungüento usado por las brujas para volar. Así mismo, el Liber Volantis no lo aclara y solo da una explicación mágica para el vuelo, pero es probable que las escobas hayan sido instrumentos tan importantes como las pócimas para las brujas.

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La pócima para volar era mortal si se consumía oralmente. Producía vómitos, convulsiones, granos y demás afecciones usadas como evidencia de brujería. Pero en el siglo XIV, las brujas descubrieron la forma de usar estos ungüentos sin efecto alguno, absorbiéndolos por la piel. Las zonas más sensibles permitían una mejor absorción.

Así fue que las brujas aprovecharon esas propiedades psicoactivas al aplicarlas sobre la mucosa vaginal a través de la escoba, un símbolo fálico que representó la opresión del hombre y la reducción de la mujer a la servidumbre, transformándola en última instancia en un vehículo de libertad.

En la víspera del sabbath, las brujas usaban las pócimas en sus escobas y las montaban. De ahí que siempre se les representen como hembras transfiguradas sobre un símbolo fálico y riendo de forma grotesca; el goce sobre la represión visto como locura.

Como podemos observar, el Liber Volantis nos da una clara explicación sobre el arte de volar, sus consecuencias y cómo hacerlo si asumimos los riesgos.

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