El agujero en la capa de ozono sobre la Antártida es ahora uno de los mayores de los que se tiene constancia, después de haber aumentado hasta alcanzar tres veces el tamaño de Brasil, según han revelado datos obtenidos por satélite.
Y lo que es peor, podría ser aún mayor que los 26 millones de km 2 medidos el 16 de septiembre, ya que el agujero no suele alcanzar su punto máximo hasta mediados de octubre.
Los científicos no están seguros de por qué el agujero de ozono de este año es tan grande, pero algunos investigadores han especulado que podría estar relacionado con la erupción volcánica submarina de Tonga en enero de 2022.
Su explosión fue igual a la prueba nuclear estadounidense más potente de la historia y a la mayor explosión natural en más de un siglo.
El tamaño del agujero de ozono fluctúa regularmente
Cada agosto, al comienzo de la primavera antártica, comienza a crecer y alcanza su punto máximo hacia octubre, antes de retroceder ligeramente y acabar cerrándose de nuevo.
Esto ocurre porque la Antártida entra en su época estival y las temperaturas en la estratósfera comienzan a subir.
Cuando esto ocurre, el mecanismo que agota el ozono y crea el agujero se ralentiza y finalmente se detiene, impidiendo que el agujero siga creciendo.
El agujero se ha cerrado más tarde de lo normal en los últimos tres años, en parte debido a los incendios forestales del Verano Negro de Australia en 2019-20, que liberaron grandes cantidades de humo destructor del ozono.
También se abrió varias semanas antes este año, justo a principios de agosto, y no está claro cuándo se cerrará con certeza.
El agotamiento de la capa de ozono sobre el continente helado se detectó por primera vez en 1985 y en los últimos 35 años se han introducido diversas medidas para intentar reducir el agujero.
Los expertos confían en que el Protocolo de Montreal introducido en 1987 haya contribuido a la recuperación del agujero, pero las mediciones de este año del satélite europeo Copernicus Sentinel-5P suponen un duro golpe.
Antje Inness, científica del Copernicus Atmosphere Monitoring Service (CAMS), declaró:
“Nuestro servicio operativo de vigilancia y previsión del ozono muestra que el agujero de ozono de 2023 ha empezado pronto y ha crecido rápidamente desde mediados de agosto.
El 16 de septiembre alcanzó un tamaño de más de 26 millones de km2, lo que lo convierte en uno de los mayores agujeros de ozono registrados”.
Erupción submarina de Tonga como la posible culpable
Inness explicó que la erupción submarina de Tonga puede haber sido la culpable.
La erupción del volcán Hunga Tonga en enero de 2022 inyectó una gran cantidad de vapor de agua en la estratósfera, que sólo llegó a las regiones polares meridionales una vez finalizado el agujero de ozono de 2022″, explicó la Dra. Inness.
El vapor de agua podría haber provocado una mayor formación de nubes estratosféricas polares, donde los clorofluorocarbonos (CFC) pueden reaccionar y acelerar el agotamiento del ozono.
Inness explicó:
“La presencia de vapor de agua también podría contribuir al enfriamiento de la estratosfera antártica, potenciando aún más la formación de estos terrones estratosféricos polares y dando lugar a un vórtice polar más robusto”.
A pesar de esta teoría, los científicos advierten de que el impacto exacto de la erupción en el agujero sigue siendo objeto de investigación.
Sin embargo, existe un precedente. En 1991, la erupción del Monte Pinatubo liberó cantidades sustanciales de dióxido de azufre que, según se descubrió posteriormente, amplificaron el agotamiento de la capa de ozono.
El agotamiento de la capa de ozono depende de temperaturas extremadamente frías, ya que sólo a -78 ° C (-108 ° F) puede formarse un tipo específico de nubes, denominadas nubes estratosféricas polares.
Estas nubes gélidas contienen cristales de hielo que transforman las sustancias químicas inertes en compuestos reactivos, devastando el ozono.
Los productos químicos en cuestión son sustancias que contienen cloro y bromo que se vuelven químicamente activas en el vórtice helado que se arremolina sobre el polo sur.
Se produjeron en grandes cantidades a finales del siglo XX, cuando los halocarbonos como los CFC y los hidroclorofluorocarbonos (HCFC) se utilizaban regularmente como refrigerantes en frigoríficos y latas de aerosol.
Como respuesta, se creó el Protocolo de Montreal para proteger la capa de ozono mediante la eliminación progresiva de la producción y el consumo de estas sustancias nocivas.
Claus Zehner, director de la misión Copernicus Sentinel-5P de la Agencia Espacial Europea (ESA), declaró que esta medida ha permitido recuperar la capa de ozono:
“Los científicos predicen actualmente que la capa de ozono global alcanzará de nuevo su estado normal hacia 2050”.
El ozono es un compuesto formado por tres átomos de oxígeno que se encuentra en la atmósfera en cantidades mínimas.
Es tóxico para los seres humanos cuando se ingiere, pero a su elevada altitud de hasta 16 kilómetros por encima de la superficie de la Tierra, en realidad nos protege de los dañinos rayos ultravioleta arrojados por el sol.
Lanzado en octubre de 2017, el satélite Copernicus Sentinel-5P es el primero de los satélites Copernicus europeos dedicados a vigilar la atmósfera terrestre.
Cuenta con un instrumento de última generación capaz de detectar gases atmosféricos para obtener imágenes de los contaminantes atmosféricos con mayor precisión y resolución espacial que nunca desde el espacio.
[H/T: ESA]
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