«¡Barco al frente y al oeste!» gritó el vigía. El Herald, un ballenero groenlandés que surcaba las gélidas aguas del Atlántico Norte, había visto los mástiles de un navío que sobresalían de un iceberg. Corría el mes de octubre de 1775.
Al ir acercándose vieron que se trataba de una goleta de tres mástiles, un navío muy inusual en esas aguas. Usando un instrumento óptico para ver de cerca objetos lejanos, el capitán vio que las velas del «barco fantasma» estaban en muy mal estado, el casco estaba muy deteriorado y que no había señales de vida en la cubierta.
El barco brillaba bajo el sol como si fuera de cristal debido a la gruesa capa de hielo que lo cubría. Estando más cerca, llamaron a gritos, pero como no recibieron respuesta tuvieron un mal presentimiento.
Desolación en alta mar
El capitán y ocho tripulantes se acercaron en bote al barco y así pudieron ver cómo se llamaba: Octavius. Al subir a bordo no vieron a nadie en la cubierta, parecía abandonado. Así que sacando fuerzas, decidieron entrar en el interior.
Al bajar a los camarotes, los hombres encontraron una triste escena: acostados en sus literas y cubiertos por varias mantas, había veintiocho marineros congelados. El frío los había conservado intactos durante mucho tiempo.
Un barco lleno de muerte
En la cabina, el capitán, sin vida, estaba sentado en una silla frente a su escritorio. La pluma en la mano daba la impresión de que estaba haciendo sus últimas anotaciones en el cuaderno de bitácora.
Había tres cuerpos más: una mujer acostada en una camilla con los ojos completamente abiertos, un niño pequeño abrazado a un muñeco de trapo, y un hombre con un pedernal y una barra de metal. Abajo, en la bodega, no había ni un gramo de comida.
Los marineros no podían soportarlo más. Le Insistieron al capitán para que abandonaran la nave cuanto antes. Él aceptó pero decidió tomar el cuaderno de bitácora del Octavius para ver si sus anotaciones le permitían entender lo que les había pasado a estos marineros.
Lo que reveló el diario del capitán
Lo que relataba la primera página del diario dejó sorprendido al capitán: el Octavius había salido de Inglaterra con rumbo a China el día 10 de septiembre de 1761, hacía 14 años.
La última página llevaba fecha del 11 de noviembre de 1762 y decía lo siguiente: “Hasta ahora llevamos atrapados en el hielo 17 días. Nuestra posición aproximada es Longitud 160 O, Latitud 75 N.
“El fuego finalmente se extinguió ayer y el maestre ha estado tratando de encenderlo otra vez, pero sin mucho éxito. Le ha dado la piedra a uno de los marinos. El hijo del maestre murió esta mañana y su esposa dice que ya no siente el frío”.
Posible explicación
El capitán quedó atónito. Longitud 160 O, Latitud 75 N. Eso significaba que el Octavius había estado atrapado en hielo en el océano Ártico, en Alaska, a miles de kilómetros de donde lo habían encontrado ese día.
Durante siglos, las empresas navieras habían intentado hallar la ruta más corta que fuera desde el océano Atlántico hasta el océano Pacifico. La llamaron «el paso del Noroeste». Sabían que si encontraban el paso, mejorarían las rutas comerciales entre el viejo continente y Asia.
Pues bien, lo que el Octavius había hecho era cruzar el legendario «paso del Noroeste». Aparentemente, el capitán había decidido encontrar el paso en lugar de volver a casa alrededor de Sudamérica. Desgraciadamente lo que encontró fue la muerte.
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El navío Octavius logra cruzar el «Paso del Noroeste»
A pesar de ello, el Octavius había logrado su objetivo: todo el tiempo que había permanecido a la deriva se había ido deslizando lentamente hacia el Este, aguantando la furia de los elementos hasta que finalmente llegó al Atlántico Norte.
No sería sino hasta 1906, 136 años después, cuando el explorador noruego Roald Amundsen lograría cruzar el mítico «Paso del Noroeste».
Nadie ha podido verificar si la historia del Octavius es cierta o si se trata de una leyenda más de las muchas que existen sobre buques fantasmas. Los experimentados marinos suelen contar leyendas como esta para amenizar las interminables noches durante sus travesías.
Escrito por: Luisa Lugo, redactora de CodigoOculto.com
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