Olas de calor en todo el mundo, casi un mes de incendios forestales intensos, aumento del nivel mar, frío inusual en lugares que se encuentran en verano, sequías extremas. Ya no se puede negar, el cambio climático está ocurriendo, y los científicos dicen que los humanos debemos tomar medidas drásticas ahora para evitar la irreversible destrucción del medio ambiente en pocos años.
Sin embargo, nosotros, el colectivo global, no parecemos muy motivados como para unirnos y hacer algo al respecto. Y podría haber una razón de este hecho.
El cerebro humano no es capaz de reconocer amenazas existenciales futurísticas. Los humanos somos buenos reaccionando al peligro de inmediato. Es una respuesta fisiológica de «pelear o huir». Nos agachamos si una pelota de béisbol vuela hacia nuestra cabeza, o corremos si un perro nos persigue. Pero cuando la amenaza se lleva comunicando de forma gradual a lo largo del tiempo, como las señales de advertencia del cambio climático, nuestros cerebros tienen más dificultad para entender el peligro.
Resulta más fácil ignorar el problema que hacer sacrificios por ellos. Es probablemente la razón por la que nos cuesta ahorrar para la jubilación, o hacer ejercicio para perder peso. Los sacrificios que haríamos hoy para combatir el cambio climático puede que no tengan efecto hasta dentro de muchos años y, en este caso, quizá ni siquiera los veamos durante nuestra vida.
Algunos expertos piensan que parte de la solución reside en cómo debemos hablar del cambio climático.
En vez de usar la cabeza para procesar los datos y los hechos, debemos empezar por el corazón.
Hay abundante evidencia de que la empatía nos motiva. Investigadores han descubierto que es más probable que la gente actúe cuando escuchan una historia emotiva, que cuando se trata de datos o hechos.
Resulta que la esperanza puede reducir los niveles de ansiedad del cerebro, abriéndonos a más posibles soluciones. Encontrar maneras de conectar este problema global a un nivel local también es importante. Por ejemplo, un granjero en California conectará mejor con problemas de sequía que con el derretimiento de los glaciares de Groenlandia.
Así que esta es la conclusión: uno de los instintos más fuertes es la supervivencia. Los humanos tenemos un impulso innato hacia la autopreservación. Por lo tanto, si queremos que la población se preocupe y coopere con el cambio climático, necesitamos recordarles que existen soluciones que funcionarán.
Fuente: CNN / Dr. Sanjay Gupta
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