Unas pinturas rupestres recientemente descubiertas en unos muros de piedra de Machu Picchu podrían, como han dicho los investigadores, alterar de manera masiva los conocimientos que tenemos de esta ciudadela Inca.
Machu Picchu es el nombre moderno con el que hombres y mujeres de todo el mundo conocemos a un antiguo poblado de Los Andes incaicos, construido hace más de 600 años sobre el promontorio rocoso que une las montañas de Machu Picchu y Huayna Picchu, a 2.490 metros de altitud. Un poblado cuyo nombre original habría sido Llaqtapata.
Según explican los documentos llegados hasta nosotros, la antigua Llaqtapata habría sido una de las diversas residencias de descanso de Pachacútec, noveno Inca del Tahuantinsuyo, que gobernó entre 1438 y 1470. Sin embargo, algunas de sus construcciones, así como el carácter ceremonial de su principal vía de acceso, revelan un origen anterior a Pachacútec y un más que probable uso como santuario religioso.
Ahora, la historia de tan asombroso emplazamiento, obra maestra de la arquitectura y de la ingeniería, podría verse alterada ante el último descubrimiento hallado en sus muros de piedra natural: unas pinturas rupestres preincas que, según indican en principio los expertos, podrían dar un giro de 180 grados a nuestros conocimientos sobre la historia de Machu Picchu.
Según José Bastante, responsable del programa de investigaciones del santuario, las figuras encontradas aportan una serie de pistas sobre la existencia de una población anterior a los incas:
«Esto podría demostrar que el lugar tenía un significado especial para personas anteriores a los incas. Las investigaciones recién están empezando», ha afirmado el especialista en declaraciones al diario peruano El Comercio.
Por su parte, el director del Parque Arqueológico Nacional de Machu Picchu, Fernando Astete, en informaciones publicadas por el diario español ABC, ha asegurado que las pinturas coinciden con otras ya conocidas en las cercanías de Machu Picchu, que también representan hombres, alpacas y símbolos, pintadas con colores ocres y negros en concavidades talladas previamente en la roca al golpearla con otra piedra.
Tan importante descubrimiento tuvo lugar hace alrededor de tres semanas en la zona de Pachamama, a unos 100 metros de las ruinas de la conocida como «ciudadela». En la pintura rupestre se pueden observar una llama, un hombre y, por encima de ellos, un símbolo geométrico.
Un hallazgo que ha sido posible gracias al fantástico trabajo realizado in situ por el personal de la Dirección Desconcentrada de Cultura de Cusco, en colaboración con Gori Tumi Echevarría, de la Asociación Peruana de Arte Rupestre.
Hay que destacar que en la misma zona en que se encuentran las pinturas, fueron descubiertas 4 tumbas en el año 1912, en el transcurso de la segunda expedición peruana de la Universidad de Yale, liderada por el arqueólogo estadounidense Hiram Bingham. Sin embargo, las pinturas pasaron desapercibidas para los investigadores durante más de un siglo.
Lamentablemente, parece que las pinturas fueron objeto de algún tipo de acto vandálico, puesto que aparecen dañadas con una serie de raspones. Por ello, las autoridades han decidido cerrar el área donde se encuentran para poder profundizar con total seguridad en las investigaciones, sin descartar la posibilidad de iniciar nuevas excavaciones en el lugar.
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