Una mujer experimentó estar 500 días sola en el interior de una cueva. El aislamiento extremo hizo que perdiera el sentido del tiempo. ¡Y todo, por la ciencia!

Un año y medio sola en una cueva puede parecer una pesadilla para mucha gente, pero la atleta española Beatriz Flamini salió de allí con una sonrisa alegre y dijo que pensaba que le quedaba más tiempo para terminar su libro.

Aislamiento extremo

Casi no tuvo contacto con el mundo exterior durante su impresionante hazaña de resistencia humana. Durante 500 días documentó sus experiencias para ayudar a los científicos a comprender los efectos del aislamiento extremo.

Una de las primeras cosas que se hicieron evidentes el 12 de abril de 2023, cuando salió de la cueva, fue lo fluido que es el tiempo, que depende más de los rasgos de la personalidad y de la gente que nos rodea que del tictac de un reloj.

Al hablar con los periodistas sobre su experiencia, Flamini explicó que perdió rápidamente la noción del tiempo. La pérdida de tiempo fue tan profunda que, cuando su equipo de apoyo vino a rescatarla, se sorprendió de que su tiempo hubiera terminado, en lugar de creer que sólo había estado allí entre 160 y 170 días.

¿Por qué perdió la noción del tiempo?

Nuestras acciones, emociones y cambios en el entorno pueden influir mucho en la forma en que nuestra mente procesa el tiempo.

Beatriz Flamini, la mujer que pasó 500 días sola en el interior de una cueva

Para la mayoría de la gente, la salida y la puesta del sol marcan el paso de los días, y el trabajo y las rutinas sociales marcan el paso de las horas. En la oscuridad de una cueva subterránea, sin la compañía de otros, muchas señales del paso del tiempo habrán desaparecido. Así que Flamini puede haber llegado a depender más de procesos psicológicos para controlar el tiempo.

Una forma de controlar el paso del tiempo es la memoria. Si no sabemos cuánto tiempo llevamos haciendo algo, utilizamos el número de recuerdos formados durante el suceso como índice del tiempo transcurrido. Cuantos más recuerdos formamos en un acontecimiento o época, más tiempo percibimos que ha durado.

Los días y semanas ajetreados, llenos de acontecimientos novedosos y emocionantes, suelen recordarse como más largos que otros más monótonos en los que no ocurre nada digno de mención.

En el caso de Flamini, la ausencia de interacción social, unida a la falta de información sobre la familia y la actualidad (la guerra en Ucrania, la reapertura de la sociedad tras los encierros de COVID), puede haber reducido significativamente el número de recuerdos que formó durante su aislamiento.

La propia Flamini señaló:

“Sigo atascada en el 21 de noviembre de 2021. No sé nada del mundo”.

La pérdida de tiempo también puede reflejar la menor importancia del tiempo en la vida de la cueva. En el mundo exterior, el ajetreo de la vida moderna y la presión social para evitar perder el tiempo hacen que muchos de nosotros vivamos en un perpetuo estado de estrés temporal. Para nosotros, el reloj es un indicador de lo productivos y exitosos que somos como adultos.

Un denominador común

Flamini no es la primera que experimenta un cambio en su percepción del tiempo tras un cambio de entorno. El científico francés Michel Siffre relató experiencias similares durante sus expediciones a cuevas de dos a seis meses de duración en los años sesenta y setenta.

Adultos y niños que pasaron largos periodos aislados en búnkeres nucleares (con fines de investigación) en plena guerra fría declararon sistemáticamente haber perdido la noción del tiempo. También lo refieren con frecuencia las personas que cumplen penas de prisión y fue ampliamente experimentado por el público en general durante los encierros de COVID-19.

Las cuevas, los búnkeres nucleares, las prisiones y las pandemias globales comparten dos características que parecen crear un sentido alterado del tiempo. Nos aíslan del resto del mundo y suponen espacios confinados.

Quizá no sea muy fácil para cualquiera recluirse en interior de una cueva en aislamiento extremo. Crédito de imagen: StockSnap / Pixabay

Sin embargo, Flamini vivía con una agenda vacía que se extendía hacia el futuro. Sin reuniones de trabajo que preparar, sin citas a las que acudir deprisa y sin una agenda social que gestionar.

Llevaba una existencia a su propio ritmo, en la que podía comer, dormir y leer como y cuando quisiera. Se dedicaba a pintar, hacer ejercicio y documentar sus experiencias. Esto puede haber hecho que el paso del tiempo fuera irrelevante.

A medida que los ritmos biológicos del sueño, la sed y la digestión iban sustituyendo al tictac de las manecillas del reloj, es posible que Flamini prestara cada vez menos atención al paso del tiempo, lo que le hizo perder la noción del mismo.

La capacidad de Flamini para olvidarse del tiempo puede haberse visto reforzada por su fuerte deseo de alcanzar su objetivo de 500 días. Al fin y al cabo, ella decidió entrar en la cueva y podía salir si quería.

Para las personas confinadas contra su voluntad, el tiempo puede convertirse en una prisión. Los prisioneros de guerra y las personas que cumplen penas de prisión afirman a menudo que controlar el paso del tiempo puede convertirse en una obsesión. Parece que sólo somos capaces de liberarnos realmente del tiempo cuando lo controlamos.

La libertad de Flamini puede hacer que abandonar la civilización por las cuevas parezca una perspectiva atractiva. Sin embargo, la vida bajo tierra no es para los pusilánimes. La supervivencia depende de la capacidad de mantener un alto nivel de resistencia mental.

Si eres capaz de mantener la calma y la compostura cuando las cosas se ponen difíciles, crees firmemente que controlas tu propio comportamiento (lo que se conoce como locus de control interno) y te dejas absorber fácilmente por tus propios pensamientos, tendrás la fortaleza necesaria para triunfar. Sin embargo, puede que te resulte más sencillo apagar las notificaciones, borrar la agenda y perderte en un poco de tiempo para ti.

Autor: Ruth Ogden – Fuente: The Conversation

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