El sistema solar que nos acoge se dirige a una “región inexplorada” del espacio que podría representar efectos desconocidos, con el riesgo de que aumenten los niveles de radiación cósmica.
En los últimos diez años, investigadores como Bania han demostrado que el espacio interestelar es fascinante. Esta supuesta nada rebosa de moléculas exóticas, palpita con ondas de radio y está dividida en burbujas gigantescas, cada una con su propio carácter. Ahora que empezamos a cartografiar mejor nuestro lugar en el vacío, nos damos cuenta de que esta variedad tiene una enorme importancia y que, a medida que el sistema solar se dirige hacia una nueva región del espacio interestelar, podría haber importantes ramificaciones para la vida en la Tierra.
Los efectos de salir de la nube de polvo y gas que nos rodea desde hace 60.000 años para adentrarnos en una nueva no están claros, pero existe el riesgo de que aumenten los niveles de radiación cósmica.
En camino a una región desconocida del espacio
Nuestro Sistema Solar está a punto de adentrarse en un nuevo reino espacial, según una destacada astrónoma.
Aunque la mayoría de nosotros pensamos que el espacio es un vacío infinito e inmutable, la astrónoma Rosine Lallement, de la Paris Sciences et Lettres University (Francia), afirma que es cualquier cosa menos eso.
A gran escala, el vacío del espacio tiene innumerables regiones distintas, cada una con su propio carácter.
La profesora Lallement descubrió en 1992 que todo el Sistema Solar estaba dentro de una vasta nube de polvo y gas -de unos 10 años luz de diámetro- que los científicos han bautizado con el nombre de Nube Interestelar Local.
Investigaciones posteriores demostraron que estamos saliendo de esa enorme burbuja cósmica y acercándonos a otra llamada la Nube G.
El efecto de adentrarse en una nueva zona del espacio es en gran medida desconocido.
¿Qué efectos podría tener esto?
Una zona del espacio con una composición significativamente diferente podría ejercer más presión sobre la Heliósfera, la casi inimaginablemente enorme burbuja de partículas cargadas procedentes del Sol que protege a los planetas de la radiación cósmica ionizante.
Los niveles de radiación son hasta 10 veces superiores más allá de los límites de la Heliósfera.
Una zona de mayor densidad podría ejercer más presión sobre la Heliósfera, permitiendo la entrada de más rayos cósmicos dañinos en el Sistema Solar interior.
Según escribe Jonathan O’Callaghan en New Scientist, “Eso no sería bienvenido”.
Aunque la Nube G parece tener aproximadamente la misma densidad que el espacio que habitamos actualmente, los astrónomos aún no tienen claro qué ocurre en las fronteras entre estas burbujas, si hay zonas de mayor o menor densidad que las separan. Incluso los bordes de la Heliopausa son un gran misterio científico.
Las dos sondas Voyager, lanzadas en 1977, ya han cruzado esta barrera, pero sus datos sugieren que, por razones desconocidas, la Voyager 2 tuvo un paso más suave a través de la misteriosa barrera.
Crédito imagen de portada: depositphotos.com
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La Nube Interestelar local y La Nube G, están estáticas? Si son ” nubes”, que hace que mantengan su forma y no se fisopnesn con otras? ¿Hay otras amén de.estas dos?