En una reciente entrevista para el medio The New York Times, el astrofísico Adam Frank, de la University of Rochester, se refiere a la búsqueda de vida alienígena inteligente fuera de la Tierra y su relación con los más recientes avistamientos de OVNIs difundidos por la Marina de EE. UU. Frank brinda un enfoque netamente científico en su análisis.

Este mes, el programa de noticias de televisión 60 Minutes publicó un segmento sobre avistamientos recientes por parte de pilotos de la Marina de objetos voladores no identificados (OVNI). Los relatos de los pilotos se vieron reforzados por videos grabados por cámaras a bordo de sus aviones que capturaron lo que el gobierno ahora llama «fenómenos aéreos no identificados» (UAP).

A raíz de estos enigmáticos encuentros, la gente me pregunta qué pienso sobre los OVNIs y los extraterrestres. Lo preguntan porque soy un astrofísico que está involucrado en la búsqueda de inteligencia extraterrestre. Mis colegas y yo obtuvimos recientemente una de las primeras subvenciones de la NASA para buscar señales de tecnología avanzada en planetas fuera de nuestro sistema solar. (He argumentado en estas páginas que los 10 billones de billones de planetas habitables que ahora creemos que existen en el universo hacen que las civilizaciones extraterrestres sean mucho más probables).

Entiendo que los avistamientos de OVNIs, que se remontan al menos a 1947, son sinónimos en la imaginación popular de evidencia de extraterrestres. Pero científicamente hablando, hay poco que justifique esa conexión. Hay excelentes razones para buscar vida extraterrestre, pero hay igualmente excelentes razones para no concluir que hayamos encontrado evidencia de ella con avistamientos de OVNIs.

Adam Frank. Cortesía: University of Rochester

Comencemos con los casos de la Marina. Algunos de los pilotos han dicho que vieron objetos voladores con forma de Tic Tacs u otras formas inusuales. Las grabaciones de las cámaras de los aviones muestran formas amorfas que se mueven de formas sorprendentes, incluso que parecen rozar la superficie del océano y luego desaparecer debajo de él. Esto podría parecer una evidencia de tecnología extraterrestre que puede desafiar las leyes de la física tal como las entendemos, pero en realidad no es mucho.

Por un lado, los relatos en primera persona, que para empezar son notoriamente inexactos, no brindan suficiente información para una investigación empírica. Los científicos no pueden medir con precisión las distancias o la velocidad a partir del testimonio de un piloto: «Se veía cerca» o «Se movía muy rápido» es demasiado vago. Lo que un científico necesita son mediciones precisas desde múltiples puntos de vista proporcionados por dispositivos que registran varias longitudes de onda (visible, infrarrojo, radar). Ese tipo de datos podría decirnos si el movimiento de un objeto requería motores o materiales que los terrícolas no poseemos.

¿Quizás los videos ofrecen ese tipo de datos? Tristemente no. Si bien algunos investigadores han utilizado el metraje para hacer estimaciones simples de las aceleraciones y otras características de vuelo de los OVNIs, los resultados se han mezclado en el mejor de los casos. Los escépticos ya han demostrado que algunos de los movimientos que se ven en los videos (como el movimiento del océano) pueden ser artefactos de la óptica y los sistemas de seguimiento de las cámaras.

OVNI Gimbal, capturado en video por pilotos de la Marina.

También hay objeciones de sentido común. Si los extraterrestres nos visitan con frecuencia, ¿por qué no aterrizan en el césped de la Casa Blanca y se anuncian? Hay una narrativa recurrente, quizás mejor ejemplificada por el programa de televisión The X-Files, que estas criaturas tienen alguna razón misteriosa para permanecer ocultos de nosotros. Pero si la misión de estos alienígenas requiere sigilo, parecen sorprendentemente incompetentes. Uno pensaría que las criaturas tecnológicamente capaces de atravesar las alucinantes distancias entre las estrellas también sabrían cómo apagar sus luces altas por la noche y eludir nuestras primitivas cámaras infrarrojas.

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No me malinterpretes: leeré con gran interés el informe de inteligencia estadounidense sobre OVNIs que está programado para ser entregado al Congreso en junio. Creo que los fenómenos OVNI deben investigarse utilizando las mejores herramientas de la ciencia y con total transparencia.

Pero puede haber explicaciones más prosaicas. Por ejemplo, es posible que los OVNIs sean drones desplegados por rivales como Rusia y China para examinar nuestras defensas, lo que atrae a nuestros pilotos para que enciendan su radar y otros detectores, revelando así nuestras capacidades de inteligencia electrónica. (EE. UU. utilizó una vez una estrategia similar para probar la sensibilidad de los sistemas de radar soviéticos). Esta hipótesis puede parecer descabellada, pero es menos extrema que postular una visita de extraterrestres.

(Public domain)

Lo más frustrante de la historia de los OVNIs es que oculta el hecho de que científicos como yo y mis colegas estamos en el umbral de recopilar datos que pueden ser relevantes para la existencia de vida extraterrestre inteligente. Pero esta evidencia involucra hallazgos sutiles sobre fenómenos lejanos en la galaxia, no hallazgos sensacionales a solo unos pocos kilómetros de distancia en nuestra propia atmósfera.

Los potentes telescopios que pronto estarán operativos pueden ser capaces de detectar las luces de la ciudad en el lado nocturno de los planetas que orbitan estrellas distantes o la marca reveladora de la luz reflejada de las matrices colectoras solares en todo el planeta o el signo distintivo de los productos químicos industriales en la atmósfera de un planeta. Todas estas «tecnofirmas», si encontramos evidencia de ellas, tendrán pequeños efectos. Si detectamos tales cosas, será mejor que crea que mis colegas y yo haremos todo lo posible para eliminar todas las posibles fuentes de error y todas las posibles explicaciones alternativas. Esto requerirá tiempo y un esfuerzo cuidadoso.

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El trabajo de la ciencia, aunque en última instancia es emocionante, es en su mayoría minuciosamente metódico y aburrido. Pero ese es el precio que pagamos porque no solo queremos creer. Queremos saber.

Autor: Adam Frank, University of Rochester

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