Sudamérica está repleta de cuevas enigmáticas e historias fascinantes que aumentan la creencia de la existencia de un mundo subterráneo totalmente desconocido. Venezuela aporta a esta leyenda con la fascinante Cueva del Guácharo.
Repleta de una belleza natural extraordinaria, la Cueva del Guácharo es reconocida por diferentes arqueólogos de todo el mundo.
Su diversidad de atributos físicos y biológicos, especialmente por los guácharos, un ave nocturna que habita la gruta, han llevado a ser considerada como patrimonio natural.
Sin embargo, todo esto se complementa por una serie de leyendas y mitos que podemos descubrir y que nos llevan a pensar en la existencia de un mundo totalmente desconocido que corre por debajo de nosotros.
La Cueva del Guácharo, patrimonio natural
Después de que Alejandro Humboldt mencionara su visita en 1799 en sus viajes al Nuevo Mundo, la Cueva del Guácharo pasó a ser de gran interés internacional.
Debe su nombre al ave nocturna y de hábitos gregarios que habita la cueva, conocida como Guácharo o por su nombre científico, Steatornis caripensis. Mismo ave que podemos encontrar en la Cueva de los Tayos.
Tanto la cueva como sus alrededores están protegidas en un intento de resguardar la continuidad natural de los procesos geológicos y biológicos.
Su ubicación está en un pueblito conocido como Caripe, en el estado Monagas. A unos 96 kilómetros de la capital del estado, Maturín.
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Sus dimensiones no son del todo claras. Se cree que alcanza los 10.2 kilómetros, los cuales solo 1.2 pueden ser visitados por los turistas. Pero en ese pequeño espacio ya se puede apreciar grandes estalactitas, estalagmitas, elicotitas y figuras extrañas de piedra que han llevado a más de uno a creer que algo más se esconde en su interior.
Esta zona turística se divide en dos partes; la Galería del Guácharo y la Galería del Silencio. La primera es donde habitan las aves, de ahí su nombre. El ruido que producen se escucha a todas horas y es un lugar donde está prohibido usar cualquier tipo de luz que perturbe a los animales.
Luego, pasando una pequeña abertura donde solo se puede entrar de uno en uno, está la segunda galería. Se le llama Galería del Silencio ya que el sonido de las aves no entra en esa zona. En este lugar si es permitido tomar fotografías con flash, apreciándose mejor las formaciones rocosas.
Las leyendas de la cueva
Según los habitantes locales, la cueva es la entrada de un complejo sistema de túneles subterráneos que alcanza, incluso, los Tepuyes que se encuentran en el Amazonas. De hecho, se cree que el Steatornis caripensis se traslada desde la Cueva del Guácharo hasta la Cueva de los Tayos a través de esta red de túneles desconocida.
Muchos teóricos aseguran que la cueva puede desembocar en Brasil, cosa que podría ser factible ya que se desconoce, en la actualidad, la longitud total de la misma. Esta leyenda está tan difundida, que varios exploradores han desaparecido al querer adentrarse más allá de los 10.2 kilómetros conocidos.
Otros no tan aventureros y que si han regresado con vida, dicen que bien adentrados en la caverna existe una galería bastante parecida a «El Domo» que se encuentra en la Cueva de los Tayos.
En ese lugar, según cuentan, se percibe una sensación de estar siendo observado constantemente. Otro dato curioso es que en las rocas hay rastros de silicio. Este elemento no es extraño en este tipo de formaciones y, de hecho, también se puede encontrar en la Cámara del Rey, de la Gran Pirámide de Giza.
Esta coincidencia, según explica el ingeniero aeroespacial Christophjer Dunn en su libro «La Planta de Giza: Tecnologías en el Antiguo Egipto», pareciera ser parte de una composición que busca acelerar la transmisión de energía, al igual que el cuarzo hallado en otras pirámides y grutas.
¿Es una simple casualidad o los antiguos habitantes buscaban recrear algo que habían visto? Como Dunn explica, la posible creación de portales.
Otras leyendas que los guías locales de la zona cuentan es que, por las noches, es posible ver misteriosas luces que resaltan aún por encima de las estrellas. Algunas, muchas veces, bajando hasta perderse entre los árboles e, incluso, dentro de la misma cueva.
Los Sunkies y el mundo intraterreno
En un relato del equipo «Recreación del Ser» en su visita a la Cueva del Guácharo, mencionaron la presencia de seres intraterrenos conocidos como Sunkies, los cuales también se han visto en la Cueva de los Tayos.
Durante su estadía, el grupo aseguró que sentía que no estaba solo. De repente, la guía venezolana llamada Nuris, observó que algo se movió a través de las grutas de la caverna, lo que la hizo cubrirse completamente con su bolsa de dormir.
Aseguró haber visto una pequeña criatura similar a un humanoide que se asomó a verlos. Después de calmarse, les dijo que los nativos de la zona les habían contado de su existencia y como estos eran seres positivos.
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Aquella criatura volvió a mostrarse, juguetona como si se tratase de un niño, pero la tenue luz de las lámparas que habían usado apenas y permitía ver hasta donde se movía, perdiéndose en la oscuridad de la caverna.
Curiosamente, los indios pemones cuentan una historia relacionada con unos pequeños seres a los que ellos llaman «Amaikok». Leyenda común entre los indígenas americanos y que habla de criaturas bondadosas que incluso, han ayudado a exploradores y aventureros que se pierden en sus selvas.
Una cueva llena de enigmas tan fascinantes como únicos que nos muestra una posible conexión a un mundo subterráneo que, aunque no se encuentre en los cánones de la historia tradicional, si está presente en gran parte de leyendas antiguas.
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