En 2019 Apolonio de Tiana volvió a emerger a la luz, a través de un sorprendente documental presentando por Amazon Prime.
Bajo el título provocador, «Jesús era griego y se llamaba Apolonio», un equipo británico ponía de relieve una vieja discusión oculta, acerca de asombrosas coincidencias biográficas, ligando Jesucristo y Apolonio, bajo una misma esencia.
Por supuesto el programa provocó cierto enojo entre partidarios cristianos, molestos por esta asociación. Algunas voces clamaron sobre el fraude Apolonio de Tiana, tenido tan sólo como un personaje mítico, leyenda propagado por biógrafos fantasiosos.
Más allá de la controversia, el nombre de Apolonio de Tiana, ocupa un lugar de honor como figura célebre, y cuyos hechos de vida, vienen fascinando a estudiosos de todo el mundo, trascendiendo las edades. Conozcamos su historia. ¡Atienda el lector!
Apolonio de Tiana – Apuntes de un hereje
“¿Cómo explicar que los talismanes de Apolonio tenían el poder de calmar el furor de las olas, la violencia de los vientos y los ataques de las bestias feroces, mientras que los milagros de Nuestro Señor sólo son conservados por la tradición? Los de Apolonio son más numerosos, y se manifiestan efectivamente por hechos concretos”. Justiniano el Mártir. La Quimera de la Inmortalidad. Mario M. Pérez-Ruiz, 2005.
La primera biografía conocida sobre el taumaturgo de Tiana, responde a la pluma de Lucio Flavio Filostrato, 175-245 d.C., llamado «el ateniense». Desde muy temprano, y debido a su capacidad intelectual como sofista de prestigio, fue llamado a la corte imperial romana, donde pasó a integrar el círculo erudito de la poderosa emperatriz Julia Domna, 160-217 d.C, esposa de Septimius Severus, 145-211 d.C.
Y aquí nuestro primer paréntesis. Julia Domna jugó un papel importante, en la historia que ahora vamos a revelar sobre Apolonio. Nativa de Siria, tuvo como padre a Julio Basiano, sumo sacerdote del Templo Solar de Emesa, donde se decía reverenciaba la piedra negra de Elagabala o Elagabalus (transcrito como señor de la montaña, o también del rayo), que se supone un meteorito.
Más tarde el culto sería conocido como Sol Invictus. Quién escribiera sobre Elagabala fue nada menos que Eliphas Levi, 1810-1875, que en Dogma y Ritual de la Alta Magia revela:
“la piedra podía prolongar la vida, y sirvió como fuente de todas las sabidurías. Esta piedra metafísica también sirvió base, sobre la cuál podría construirse toda la magia”.
Para Eliphas Levi la piedra negra de Elagabala, no sería otra que la piedra filosofal.
Lo cierto es que la famosa mecenas de las artes, como se la conociera a Julia Domna en su tiempo, fue la impulsora tras La Vida de Apolonio, encargada en su redacción a Filostrato. Este sabio griego recibió por parte de la célebre emperatriz, que en vida fuera gran coleccionista de manuscritos y libros ocultos, importante documentación para llevar a cabo su tarea.
En Apolonio de Tyana. Vida, Milagros y Leyenda del Insigne Filósofo y Taumaturgo de la Antigüedad, su autor George Mead, 1863-1933, estudioso británico, y antiguo secretario de Helena P. Blavatsky, entrega pistas sobre las fuentes de Filostrato.
“Damis que fue un hombre de alguna cultura y que residió en la ciudad de Nínive, fue discípulo de Apolonio; escribió una relación de los viajes de éste, en la que dice él tomó en parte, consignando en aquella también los pensamientos, los discursos y las predicciones de su maestro. Un miembro de la familia de Damis, dio a la emperatriz Julia los libros de notas, que contienen esas memorias.
Yo formaba parte del círculo de esta princesa, que fue muy amante de todas las artes literarias, y ella me ordenó que escribiese de nuevo aquellos ensayos, y corrigiese sus formas de expresión. Pues aunque el ninivita se expresaba con claridad, su estilo estaba muy lejos de ser correcto. He tenido a mi disposición un libro de Máximo Egae, que contenía todos los hechos de Apolonio en Egae. Hay también un testamento escrito por Apolonio, del que puede inferirse cuanto estimaba la filosofía”.
Algunos de los investigadores sostienen, además de su diario personal, el legado de Damis incluía 97 cartas escritas por Apolonio. La importante documentación recibida por Filostrato incluyó también, textos de Moerágenes. Toda esta memorabilia, ayudó a Filostrato en la redacción de su obra sobre Apolonio, derivando en la producción de nueve libros.
El Maestro del Camino Oculto
“Nadie muere, como no sea en apariencia, de la misma manera que nadie nace como no se también aparentemente. El paso de la esencia a la sustancia, eso es el nacimiento: así como la muerte es el de la sustancia a la esencia. En realidad nadie nace y nadie muere”. Extracto de una carta de Apolonio de Tiana.
Según sabemos Apolonio vino al mundo en Tania, ciudad de Capadocia, actual Turquía central, en un año no precisado, que se cree remonta a los primeros tiempos cristianos, 3 o 4 a.C. Algunas narrativas señalan, su madre fue contactada en sueños por un antiguo dios egipcio Proteo, vinculado a Poseidón, (y por ende a la Atlańtida), que le reveló a la azorada virgen, encarnaría como su futuro hijo.
En un escrito de su autoría sobre Apolonio, la fundadora de la teosofía Helena P. Blavatsky, detalla el prodigioso nacimiento:
“Siguiendo las indicaciones dadas en un sueño ella se dirigió a un prado para recoger flores. Estando allí, una bandada de cisnes formó un coro a su alrededor, agitando sus alas y cantando al unísono. Mientras estaban ocupados en ello, y el aire era abanicado por un delicado céfiro, Apolonio nació”.
Pero de inmediato se produjo un segundo hecho casi sobrenatural, ya que la tradición oculta dice, un rayo descendió a la tierra, retornando luego al cielo, como celebrando su alumbramiento. Verdadero presagio, y vinculante a nuestra historia comentada, sobre la piedra negra de Elagabala.
Ahora bien en paralelo a este nacimiento enigmático, se nos informa los verdaderos padres de Apolonio fueron un matrimonio muy acaudalado, asociados a los fundadores de Capadocia. Desde muy niño Apolonio dio muestra de una notable inteligencia, destacando, como un joven de bellas facciones. Cuando cumplió 14 años Apolonio decidió realizar estudios en la bíblica Tarso, verdadero polo cultural, especializada en retórica filosófica, pero la estancia del joven Apolonio fue muy breve, desencantado con la ciudad.
A los 16 ingresó al Templo de Esculapio residente en Agae, donde Apolonio desarrolló el arte de la terapéutica. Luego llegaría su introducción a la vida pitagórica, adoptando por cinco años votos de silencio como forma de iniciación. Vegetariano acérrimo, odiaba el alcohol, y su ascetismo era motivos de comentarios, en su elección por una vida sencilla, lejos de todo lujo y pompa.
Vestido casi siempre de blanco lino, portador de cabellos largos, y barba revuelta, Apolonio solía ir descalzo, en una renuncia constante a lujos, y posesiones innecesarias. A los veinte años sus padre fallece heredándole una considerable fortuna, que reparte con su único hermano. Este desahogo económico, le permitió llevar a cabo visitas a templos, santuarios y comunidades, centros importantes de su tiempo, para así continuar con sus educación espiritual.
En esas escuelas comenzó a realizar una rutina diaria, que mantendría hasta su muerte, según nos relata Mead:
“Al salir el sol practicaba a solas ciertos ejercicios religiosos, de una naturaleza que comunicaba únicamente, a los que habían sufrido la disciplina de los cuatro años (¿cinco?) de silencio. Después practicaba con los sacerdotes del templo o con los principales de la comunidad, según lo establecido en los templos griegos o no griegos, con culto público o en las comunidades con disciplina peculiar y aparte del culto público”.
Al Solo solía llamarlo:
“Señor de nuestro mundo y de los mundos hermanos, y cuyo glorioso símbolo es el orbe del día”.
Otras costumbres incluían luego de sus labores diarias, baños con agua fría, siguiendo una antigua tradición mística. Apolonio considera como parte de su misión, revitalizar los centros espirituales por él visitados, como en el pasado llevara adelante el gran Pitágoras. Ya por entonces Apolonio era visto por colegas y discípulos, como el maestro del camino oculto. Pero su misión apenas despuntaba.
La educación de un mago
“Yo debo partir hacia donde la sabiduría, y mi íntimo secreto me llevan. Los dioses me aconsejan y puedo contar con sus auxilios”. Apolonio de Tania en charla con sus discípulos.
La exploración realizada por Apolonio le supuso un extenso viaje personal, tratando de visitar los centros iniciáticos más celebrados de su tiempo. Sin embargo, la información que sobrevive sobre ese célebre periplo, resulta insuficiente, no pudiendo reconstruirse con fidelidad muchas de sus actividades que permanecen aún en sombras.
El itinerario conocido supone Apolonio recorriendo, Babilonia, Nínive, y aquí un alto porque en esta región siria, se topará con Damis, quién desde entonces lo acompañará por siempre.
Otros sitios comprenden: Antioquía, Seleucia, Chipre, Jonia, Efesio, Esmirna, Pérgamo, Troya, Lesbos, Atenas.
Incluso existe una discusión sobre su paso por España, desembarcando en Gadez (actual Cádiz). Se verá luego en Roma, Sicilia, Alejandría, Rodas, recalando finalmente en Egipto. En la tierra de las pirámides Apolonio, consagró veinte al estudio de sus misterios, coincidiendo en este punto con Pitágoras.
En Reinos Perdidos y Claves Secretas, el escritor catalán Juan Parellada de Cardellac, describe la desconfianza de los sabios egipcios sobre los griegos:
“A quiénes consideraban sumamente ligeros e inconstantes, por lo que recibieron al joven Pitágoras con prevención. Hicieron cuanto pudieron para desanimarle, pero él se sometía con paciencia y valor inquebrantable, a las pruebas y dilaciones que sus maestros le imponían”.
A pesar de esto, Pitágoras conquistó el favor de los sacerdotes egipcios, que durante veinte años lo educaron en altos secretos. Apolonio de Tiana también fue objeto de un trato despectivo, aunque como Pitágoras siglos antes, logró vencer los temores egipcios. Se rumorea Apolonio pudo haberse iniciado en el Templo de Serapis, conocido como Serapeum, un gran centro de investigación científica dependiente del Museo de Alejandría, erigido durante el reinado de Ptolomeo III.
La sed de Apolonio en cuanto a conocimientos continuó creciendo, y nada parecía aplacar sus deseos de aprendizaje. Un objetivo mayor, lo llevaría a emprender su viaje quizás más enigmático.
Viajes a los confines de la tierra. En búsqueda del conocimiento total
“El guía tras ordenar al camello que doblara la rodilla, se bajo de él de un salto, muy asustado y lleno de sudor. Apolonio comprendió donde había llegado. Al parecer lo que provocaba el gran espanto del guía era haber llegado a las cercanías de los sabios, pues los indios le temen más que a su propio rey”. Extraído de La Vida de Apolonio. Filostrato.
En nuestro artículo sobre Ashoka, hicimos mención a la existencia de los llamados Superiores Desconocidos, donde un antiguo conocimiento perdido, estaría resguardado por una comunidad de sabios ocultos, que aunque velan y ayudan a la Humanidad en su desenvolvimiento, permanecen como observadores distantes.
Nuestro trabajo también señaló, la visita realizada por Apolonio en busca de ese reino esquivo, al que se dice tuvo acceso. El lector debe saber, enfrentamos uno de los misterios mayores, según indica el protocolo esotérico. Bajo esta alerta, recapitulemos esta historia, con nuevos agregados. ¡Atended infieles!
Es interesante observar que el primer punto emprendido por Apolonio en su camino hacia la tierra sagrada, es nada menos que Taxila, actual Paquistán, y que como también expresé en mi trabajo sobre Asoka, aquella región india, fue sede de la primera universidad del mundo. Luego de esta importante escalada Apolonio y su fiel compañero, el sirio Damis siguieron el curso del río Ganges, hasta alcanzar las cadenas himaláyicas. A partir de allí, el relato adquiere tintes extraños.
Según refiere Filostrato, el camino atravesado por Apolonio y Damis, comenzó a desvanecerse, como si el paisaje mutara, y se transformara, evitando así lograr establecer, «un punto de referencia fijo».
En medio de este desconcierto, los viajeros fueron abordados por un joven de piel negruzca, que se dirigió al sabio griego en estos términos:
“Su camino debe detenerse aquí, dijo, pero han de seguirme, ya que los Dueños, me han dado la orden en tal sentido”.
Continúa Filostrato:
“La colina sobre que los sabios tienen su sede, dicen que es de alta como la Acrópolis de Atenas, que se alza sobre una llanura e igualmente bien dotada por la naturaleza, la fortifica la roca que es circundada en todo su contorno. Afirman también que habitaban la parte central de la India, y consideran la colina el ombligo de la montaña”.
Y aquí doble atención lector, al examinar este pasaje transcripto por Filostrato, emanados de los diarios de Damis.
“Afirman que ésta tierra es la mejor de la India, y el mayor de los distritos de allí. A una distancia de quince días de jornada hasta el Ganges, y dieciocho desde el mar hasta el monte de los monos (Montes Urales-Cáucaso), por cuyos alrededores se extiende. Toda la región es una llanura oscura, y fértil en todo. La ciudad que hay al pie del monte y es muy grande, dicen, se llama PARACA. Desde allí hay que cubrir una jornada de cuatro días, a través de una región fértil y productiva, hasta la ciudad de los sabios”.
Cuando George Mead estudioso ya mencionado leyó estas líneas, creyó Damis, había expresado mal algunas regiones geográficas narradas en sus diarios, puesto el término PARACA, respondería en realidad a Bharata, antiguo nombre de la India.
Aunque admiro mucho a Mead, voy a disentir con su corrección. Es cierto PARACA no figura dentro de la historia India, y menos del Tíbet, si admitimos la Ciudad de los Sabios bordea estas latitudes. Pero eso no quiere decir PARACA no exista dentro de la etimología de ese país, ya que el sánscrito admite PARACA, o mejor dicho PARACAS, podría ser una distorsión de Prakash (luz-brillo), así como también de Parakash (vista distante). Voy a proponer al lector me siga el juego. Abandonemos la supuesta ruta oriental, y busquemos señal de PARACAS, en otro confín de la tierra.
Como el lector ya adivinó, quién busca pistas de PARACAS la encontrará en la zona costera del Perú, residencia del enigmático candelabro que lleva su nombre. Y donde esta escritora cree, se encuentra una de las entradas hacia la tierra de los inmortales. Otro dato que refuerza nuestra hipótesis, es que la colina donde se asienta la ciudad de los sabios, es llamada montaña del ombligo. Y dejo aquí el lector siga sacando más deducciones en solitario, acerca de una América primordial, siendo bastión espiritual de larga data, tema que venimos hablando desde bastante tiempo.
La estancia de Apolonio en aquella región misteriosa, camuflada como India o Tíbet, y que ahora sospechamos su real ubicación se encuentra en tierras sudamericanas, se extendió por cuatro meses. Apolonio habló cara a cara con el líder de esa comunidad, Iarchas, Hiarchas o Yarcas según se desee, llamado el Santo Maestro o Jefe de la Jerarquía, y que la tradición esotérica identifica como un interlocutor sagrado, intermediario del mismo Dios.
Nuevamente apelemos a Filostrato:
“Al acercarse Apolonio, los demás sabios los recibieron amistosamente, estrechándole las manos, mientras que Yarcas permanecía sentado sobre un elevado asiento, que era e bronce negro y estaba cincelado con figuras de oro. Los asientos de los demás eran de bronce, pero sin decoración y menos altos, así que se sentaban más debajo de Yarcas”.
Y según nos indica, Francisco Torricelli y María Libora Marín en Sambhala. La tierra de los Sabios:
“La descripción de un asiento como un trono real, indica que ostenta el doble cargo de gobernante y sacerdote, ya que dirige así mismo los rituales. El es quién imparte las enseñanzas solicitadas por Apolonio, ya sea en charlas secretas o en presencia de los otros sabios, y del mismo Damis. Es el principal interlocutor de Apolonio, de modo que tiene un papel protagónico respecto al resto de los brahmanes en la obra. Por otra parte, Yarcas, más que un nombre propio parece que ser el título que distingue al santo maestro, o principal jerarca de un grupo de maestros, o jerarquía”.
Apolonio abrumado por estos sabios los interroga acerca de su divinidad. Aquí el diálogo recogido por Damis, resulta memorable.
“Pregunta lo que quieras, pues has llegado junto a hombres que todo lo saben. Preguntó pues Apolonio, si se conocían así mismos, creyendo que él como los griegos, consideraban difícil conocerse así mismos. Pero el santo Yarcas dando un enfoque contrario a lo que esperaba Apolonio, le dijo: nosotros lo sabemos todo porque primero nos conocemos a nosotros mismos, pues ninguno de nosotros podría acceder a esta filosofía sin conocerse a sí mismo”.
Apolonio será testigo de escenas increíbles en la morada de Yarcas, asistiendo a rituales secretos y revelándose por parte de estos semidioses, poderes más allá de los concebidos. Clarividencia, levitación, lectura del alma humana, control de los elementos terrestres, don de la profecía, invisibilidad, incluso el vuelo. Curaciones imposibles serán otros de los milagros observados, dando muestras de la materia dominada. También, instruirán al futuro taumaturgo griego sobre la existencia el éter, el quinto elemento aún no aceptado. Y transmitirán algo más, dirán, el Universo es cosa viva.
Antes de partir de la tierra misteriosa gobernada por Yarcas, y quizás representantes del gobierno oculto del mundo, encargaron a Apolonio una misión, según relata Andrew Thomas en su espléndido, Shambala. Oasis de Luz.
“Ante todo debía esconder ciertos talismanes e imanes en lugares que en una época futura, adquirirían un significado histórico ¿Se trataría de la misteriosa Chintamani de la Tierra de Shambala? Seguidamente, el filósofo debería arremeter contra la tiranía de Roma, y humanizar un régimen fundado en la esclavitud”.
Luego de esta increíble experiencia Apolonio ya no será el mismo, debido a la naturaleza de sus conocimientos, que le valdrán ser tachado de mago y hasta nigromante. Narra Blavatsky.
“Donde quiera que fue reformó el culto religioso, y realizó actos maravillosos. En las fiestas asombró a los invitados produciendo pan, frutos, verduras y varios bocados exquisitos, que aparecían a su orden. Se animaron estatuas con vida, y las figuras de bronce de los pedestales tomaron posición, y realizaron las labores de los sirvientes. Por ejercicio del mismo poder, ocurrieron desmaterializaciones, vasos de oros y platas con sus contenidos desparecieron, incluso los sirvientes desaparecían de la vista en un instantes”.
Apolonio además de sus curaciones milagrosas, llegará hasta resucitar muertos. Con coraje enfrentará a emperadores romanos, saliendo siempre victorioso ante acusaciones infundadas. Una de las historias más más intrigante acerca de su vida, es su paso por el antiquísimo oráculo subterráneo de Trofonio en Beocia, cueva donde permanecerá siete días.
Allí le será entregado un libro clave acerca de misterios filosóficos, aunque desaparecerá de la vista pública, como otros escritos de Apolonio. La consigna es callar, el silencio. Pasados los cien años, Apolonio abandonará el mundo de los vivos, aunque testigos afirman varias apariciones luego de esta muerte simulada. Porque los inmortales como bien sabemos jamás fallecen. Hasta aquí.
Conclusión
Una controversia que hemos evitado en este informe, es la comparación que muchos suponen entre Apolonio de Tiana y Jesucristo. Los padres de la Iglesia alimentaron aún más la llama, al declarar el sabio griego como el Anticristo, asustados por sus fenomenología incompresible.
Ciertamente existen ciertos paralelos en cuanto a hechos, pero esta escritora toma partido y sostiene aunque hablamos de una misma raíz espiritual compartida, ambos protagonistas no son lo mismo. Cada uno con su misión, siendo la de Jesús la más notable por sus implicancias. No obstante Apolonio representa el camino iniciático necesario para alcanzar esas otras alturas, la que el Cristo vino a enseñar hace 2.000 años. Continuará.
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Bibliografía
Libros
- Bergier, J. Visado para otra tierra. Barcelona: Plaza & Janes, 1979.
- Cavendish, R. Historia de la Magia. Buenos Aires: Lidium, 1977.
- Levi, E. Dogma y Ritual de la Alta Magia. Buenos Aires: Kier.
- Mead, G.R.S. Apolonio de Tyana. Buenos Aires: Dédalo, 1977.
- Parellada de Cardellac, J. Reinos Perdidos y Claves Secretas. Barcelona: Plaza & Janes, 1979.
- Pérez Ruiz, M.M. La Quimera de la Inmortalidad. Barcelona: La Espiral del Conocimiento, 2005.
- Thomas, A. Shambhala. Oasis de Luz. Barcelona: Plaza & Janes, 1980.
- Torricelli, F.; Liboria Marín, M. Shambhala. La Tierra de los Sabios. Madrid: Akal, 2001.
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