Los ingenieros chinos podrían estar experimentando con técnicas para construir un túnel de 1.000 kilómetros, el más largo del mundo, para transportar agua desde el Tíbet hasta Sinkiang. Sobre los supuestos planes del gigante asiático Sputnik habló con Na Zongiuan, director del Instituto de Investigación Agrícola de la provincia de Yunnan.
El 90% de la región de Sinkiang lo ocupan casi por completo el desierto de Gobi, al norte, y el desierto de Taklamakán, al sur. Esta colosal obra de ingeniería dejaría lluvias en la región más árida y menos habitable de China, que la cambiarían por completo.
La nueva «muralla china»
El túnel, que descendería desde la meseta más alta del mundo desde diferentes puntos conectados por cataratas, «convertiría a Sinkiang en California», dice un ingeniero geotécnico al periódico chino South China Morning Post.
China podría estar probando las técnicas de ingeniería que harían posible una construcción de estas dimensiones en la provincia de Yunnan desde agosto, donde se ha comenzado a construir un túnel de más de 600 kilómetros y más de 60 tramos, cada uno de ellos suficientemente ancho para albergar dos trenes de alta velocidad.
El túnel de Yunnan atravesará montañas de varios miles de metros de altura en una zona asolada por condiciones geológicas inestables; unas condiciones perfectas por lo parecidas a las que deberán afrontar los chinos si quieren construir esta nueva ‘muralla china’ de 1.000 kilómetros de longitud.
Un medio frágil
Para Na Zongiuan, los riesgos que implica el proyecto no solo dependen de los chinos.
¿De dónde va a salir el agua? No se ha realizado ningún estudio de campo que haya podido establecer cuál es la cantidad de agua de la que dispone el Tíbet (…) ¿Qué haremos si no hay agua en las montañas? (…) Por otra parte, la geografía del terreno es muy irregular y el ecosistema, muy frágil. Cualquier labor de ingeniería puede destruirlo. Y volver a restaurarlo será imposible. El tema debe ser estudiado desde un punto de vista ecológico”, argumenta a Sputnik Zongiuan.
Por otra parte, Zongiuan reconoce que en China el problema con los recursos hídricos existe realmente y que se debe encontrar una solución. «Los proyectos basados en redistribuir los flujos del agua pueden ser una medida obligatoria en ciertas áreas con abundantes recursos hídricos en las que [dichos proyectos] no tengan efectos negativos en el medio ambiente», señala. «Pero en la meseta del Tíbet, donde el medio es muy frágil, implementar estos proyectos es inaceptable», alerta.
Una inversión colosal
Muchas han sido las reticencias del Gobierno chino que han ido retrasando la puesta en marcha del proyecto, asegura South China Morning Post. Entre ellas, el enorme coste —al menos 150 millones de dólares por kilómetro de túnel—, el reto que supone desde el punto de vista técnico, el impacto ambiental y las protestas de los países vecinos, como la India.
Sin embargo, los responsables del proyecto han decidido tomárselo con calma, apuntan desde el rotativo, y han optado por ir solucionando esos obstáculos poco a poco, dice Zhang Chuanquing, investigador del Instituto de Mecánica Geológica de la Academia China de Ciencias de Wuhan, en la provincia de Hubei, quien añade que, efectivamente, el túnel de Yunnan demostrará si son capaces de afrontar uno de 1.000 kilómetros.
[El túnel de Yunnan] demostrará que tenemos el cerebro, los músculos y las herramientas necesarias para construir un túnel tan largo en un terreno tan peligroso y que el elevado coste no es razón para echarse atrás”, señala.
Buscar soluciones
Los chinos optarán, de dar vida al proyecto, por el mismo método gracias al cual los trenes del metro circulan sin problema: sus vagones están interconectados por juntas elásticas. Así, en el túnel se utilizarán materiales flexibles y resistentes al agua para unir aquellas tuberías que deban atravesar terrenos irregulares.
El túnel de Sinkiang se soterrará casi por completo —dejando el paisaje natural del Tíbet prácticamente indemne—. «Se usarán perforadoras con cabezales de 15 metros de diámetro», aseguran los responsables.
Algunos de los tramos, indican, serán tan empinados que se deberán equipar con turbinas hidroeléctricas que ralenticen el flujo del agua y se eviten así daños en la estructura. El reto será mayúsculo.
«No existe construcción humana posible que pueda soportar el bombeo directo de agua cayendo desde 3.000 o 4.000 metros de altura», dice Wang, otro de los investigadores de la Universidad de Wuhan implicados en el proyecto.
Se estima que el túnel podrá transportar al año entre 10.000 y 15.000 millones de toneladas de agua desde el río Yarlung Tsangpo hasta el desierto de Taklimakán.
En cinco o diez años será posible y asequible llevar a cabo el proyecto, aseguran. «Y será difícil resistirse a los beneficios de los resultados». Y es que la región de Sinkiang tiene todas las cartas para convertirse en la nueva California.
Al mismo tiempo, el portavoz del ministro de Exteriores chino, Hua Chunying, ha negado que el Gobierno de su país haya recibido una propuesta semejante. «Según los datos de los que dispongo, [esa información] es falsa», ha asegurado. Unas declaraciones que contrastan con la información del rotativo South China Morning Post.
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