Científicos localizan a los causantes de un brillante fenómeno astronómico y aclaran un misterio centenario.
Durante una fría noche de marzo en Seúl hace casi 600 años, astrólogos coreanos descubrieron lo que parecía una nueva estrella brillante en nuestra galaxia, concretamente en la cola de la constelación de Escorpio. El luminoso astro fue visible solo durante 14 días antes de desaparecer por completo, según escribieron estos sabios imperiales en sus registros. La ciencia moderna sabe que el misterioso objeto celeste era en realidad una nova, una colosal explosión estelar producida en un sistema binario donde una exótica estrella llamada enana blanca devora el material de otra como nuestro Sol.
Y ahí terminaba la historia, porque nadie había sido capaz de encontrar a la pareja celeste que asombró a los antiguos sabios el 11 de marzo de 1437. Pero ahora un grupo de investigadores ha publicado en la revista Nature la resolución del misterio, un logro para el que han recurrido a observaciones históricas. Los científicos han conseguido dar con la vieja nova, aunque la han encontrado, eso sí, algo cambiada por el paso del tiempo. Resulta que se ha convertido en lo que se conoce como una «nova enana», que experimenta una escala más pequeña de erupciones. El trabajo respalda la idea de que las novas pasan por un largo ciclo de vida después del estallido, desapareciendo en la oscuridad durante miles de años y luego volviendo a convertirse en auténticas novas una vez más.
Las novas son el fruto de una extraña pareja formada por una enana blanca y su estrella compañera. Debido a su gran densidad, la primera posee un intenso campo gravitatorio que arranca continuamente y sin compasión el material de su pareja (que suele ser una estrella más grande y estable). Este trabajo puede llevarle unos 100.000 años. Tras «succionar» una gran cantidad de hidrógeno, la presión llega a un punto crítico y la estrella explota. Entonces se convierte en una gigantesca bomba de hidrógeno, una nova 300.000 veces más brillante que el Sol durante un intervalo de tiempo que va de unos pocos días a unos meses.
Registro histórico
Durante años, Michael Shara, del Departamento de Astrofísica del Museo Americano de Historia Natural y autor principal del estudio, ha tratado de identificar la ubicación de la estrella binaria que produjo la erupción nova que observaron los astrólogos coreanos. En su búsqueda, Shara y su equipo utilizaron otro tipo de registro histórico: una placa fotográfica de 1923 tomada en la estación del Observatorio de Harvard en Perú y ahora disponible en línea como parte del proyecto Digitizing a Sky Century at Harvard (DASCH).
«Con esta placa, pudimos averiguar cuánto se había movido la estrella en el siglo desde que se tomó la foto», dice Shara. «Entonces lo remontamos seis siglos, y ¡bingo!, allí estaba. Eso fue lo que nos convenció de que habíamos dado en el clavo», explica.
Otras placas DASCH de la década de 1940 ayudaron a revelar que el sistema es ahora una nova enana, lo que indica que estos fenómenos clataclísmicos binarios -las novas y las novas enanas, entre otros- son en realidad el mismo, no entidades separadas como se había sugerido previamente. Después de una erupción, una nova se transforma, se convierte en una nova enana y, después de una posible hibernación y más cambios, vuelve a ser una nova. Y lo hace una y otra vez, hasta 100.000 veces durante más de miles de millones de años.
Como la oruga y la mariposa
«De la misma manera que un huevo, una oruga, una crisálida y una mariposa son todas las etapas de la vida del mismo organismo, ahora tenemos una fuerte evidencia para la idea de que estos sistemas binarios son todos el mismo vistos en diferentes fases de sus vidas», explica Shara. «El verdadero desafío en la comprensión de la evolución de estos sistemas es que, a diferencia de ver el huevo transformarse en la eventual mariposa, que puede suceder en sólo un mes, el ciclo de vida de una nova es de cientos de miles de años. Simplemente no tenemos tiempo suficiente para ver un solo ciclo completo. El logro fue ser capaz de conciliar el registro coreano de este evento de hace 580 años con la enana nova y la capa externa de la nova que vemos en el cielo hoy en día».
«Esta es la primera nova que se ha recuperado con certeza basándose en registros chinos, coreanos y japoneses de casi 2.500 años», subraya Shara.
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