Un nuevo descubrimiento ha cerrado una importante brecha en el mapa mundial de hallazgos de ámbar: por primera vez, se ha encontrado ámbar en la Antártida.
Este descubrimiento, dirigido por científicos del Alfred Wegener Institute (AWI) y de la TU Bergakademie Freiberg, ofrece una rara visión del entorno prehistórico de la Antártida. Revela que esta extensión helada albergó en su día árboles productores de resina y frondosos bosques pantanosos.
El estudio documenta este “ámbar de Pine Island”, un hallazgo de mediados del Cretácico que data de hace unos 90 millones de años.
Árboles antiguos y bosques templados en el Polo Sur
El ámbar, excavado en la bahía de Pine Island, en la bahía del mar de Amundsen, ofrece una instantánea única de la vida en la Antártida prehistórica. El equipo de investigación, dirigido por el Dr. Johann P. Klages y la Dra. Henny Gerschel, utilizó el equipo de perforación MARUM-MeBo70 para recuperar el núcleo de sedimento de casi un kilómetro bajo la superficie del agua.
Los fragmentos de ámbar, aunque pequeños -cada uno de un milímetro de diámetro-, estaban repletos de información valiosa, incluidas microinclusiones que probablemente contenían corteza de árboles antiguos.
Klages dijo en un comunicado:
“Los fragmentos de ámbar analizados permiten conocer directamente las condiciones ambientales que reinaban en la Antártida occidental hace 90 millones de años”.
Mientras que los anteriores hallazgos de ámbar en el hemisferio sur se limitaban a regiones como Australia y Nueva Zelanda, el descubrimiento del ámbar de la Pine Island marca la recuperación de ámbar más meridional de la Antártida y sugiere un continente antaño pródigo, enormemente diferente del paisaje helado actual.
Klages agregó:
“Nuestro objetivo ahora es saber más sobre el ecosistema forestal: si se quemó, si podemos encontrar rastros de vida incluidos en el ámbar. Este descubrimiento permite un viaje al pasado de otra forma más directa”.
Resistencia forestal en un ecosistema dinámico
Los investigadores hallaron pruebas de flujo patológico de resina, un mecanismo de defensa que los árboles utilizan para protegerse de heridas, infecciones o incendios. Este ámbar conservaba restos de resina producida por los árboles como barrera protectora, lo que indica que el bosque se enfrentaba a desafíos derivados de parásitos o incendios.
Además, la calidad del ámbar -sólido, transparente y prácticamente intacto- sugiere que fue enterrado cerca de la superficie terrestre y no bajo tierra, donde el calor y la presión probablemente lo habrían degradado.
Existieron bosques en la Antártida
El descubrimiento del ámbar de Pine Island es más que un hallazgo emocionante: es una pieza importante del rompecabezas geológico y ecológico que reconstruye la historia climática de la Tierra. La presencia de ámbar en la Antártida se suma a la creciente evidencia de que existieron bosques templados en todos los continentes a mediados del Cretácico.
Klages destaca las implicaciones más amplias del descubrimiento, explicando:
“Nuestro descubrimiento es otra pieza del rompecabezas y nos ayudará a comprender mejor el entorno pantanoso, rico en coníferas, de bosque húmedo templado identificado cerca del Polo Sur a mediados del Cretácico”.
De cara al futuro, el equipo planea explorar si este ámbar contiene inclusiones, como formas de vida preservadas, que podrían ofrecer más información sobre el ecosistema de la región y las presiones medioambientales a las que se enfrentaron estos antiguos bosques.
Este descubrimiento de ámbar antártico abre una ventana única a una época en la que los frondosos bosques se extendían hasta las regiones polares, favorecidos por un clima global mucho más cálido.
A medida que los investigadores sigan examinando estos antiguos fragmentos de ámbar, esperan desvelar más secretos del pasado, desde la diversidad de la vida forestal hasta los acontecimientos concretos, como incendios o plagas de insectos, que dieron forma a este extraordinario paisaje.
Los hallazgos de la investigación titulada “First discovery of Antarctic amber” han sido publicados en la revista Antarctic Science.
[FT: AWI]
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