Supe de esta historia hace unos cuántos años, y siempre me pareció dotada de una narrativa atractiva. Admito, no soy una gran fan del tema reptiliano, pero como buena conocedora del mundo subterráneo, su importancia no es menor, teniendo en cuanto la gran cantidad de testimonios reportados sobre el legendario pueblo serpiente, que parece registrar su presencia en aquellas oquedades internas.
Armada de estas consignas, propongo el lector me acompañe en un viaje, hacia una de las ciudades más excitantes de la costa oeste norteamericana, Los Ángeles, California, tras la búsqueda de uno de los mitos más atrevidos, que pululan en la red. ¡Vade Retro Satanás!
El Tesoro Perdido de Fort Moore Hill. Fiebre por el vil metal
Para entender algunos puntos de esta intrincada narrativa, debemos remontar nuestra mirada a 1846, año, en que se inicia la guerra que enfrentara a México contra Estados Unidos. Según los libros de textos la misma tuvo una breve duración, tan solo dos años, y con un claro ganador, que el lector ya habrá adivinado. Es ese contexto, cuando se decide la construcción por parte de los norteamericanos de un fuerte, emplazado el mismo en una colina de Los Angeles, bautizado más tarde, como Fort Moore Hill, nombre elegido para honrar a un soldado fallecido, Benjamin D. Moore.
Luego de terminado el conflicto, la colina de Fort Moore Hill comenzó en 1853 a ser utilizada como cementerio local, aunque los enterramientos se prohibirían en 1879. La vista de aquellas colinas circundantes, pronto atrajo a un número de residentes deseosos por construir en sus adyacencias, alcanzando gran demanda, y convertido con el tiempo en un vecindario prominente.
Esta tranquilidad se vería interrumpida en 1897, cuando un joven de la localidad, JS Bruner, divisara a tres hombres hispanos realizando extraños movimientos sobre el antiguo fuerte. Ante su consulta, los forasteros respondieron estar tras la búsqueda de un antiguo tesoro oculto, según le revelaran, y que fuera ocultado, «por la fuerza estadounidense en 1847», marcado el mismo, «por una barra de hierro». La noticia se esparció como pólvora, convirtiéndose en una sensación. Irónicamente 1847, se señala como el año en que se desata la fiebre de oro en California, y que hasta 1855, tendrá en vilo a todo el país.
No obstante, el tesoro no apareció, y el interés de los locales se desvaneció rápidamente, aunque el sueño de riqueza nunca se extinguió. Tan sólo tres años después en 1902, según narran algunos testigos de la época, «una anciana mexicana del pueblo de Sonora convocó a su mejor amiga a su lecho de muerte. Dibujó un mapa para su amiga de igual edad, y que, según ella, la llevaría al tesoro en Fort Moore Hill, que había sido enterrado mucho antes de la ocupación estadounidense. Después de su muerte, su amiga, y un ex policía llamado Anton, contrataron a un hombre provisto de una ‘vara divina’, para ayudarlos a encontrar el lugar. Un grupo de voluntarios cavó toda la noche a la luz de las velas, en un lugar cerca del cementerio, deteniéndose solo cuando golpearon un desagüe abandonado».
Un alto aquí, para especificar en este relato presentado y subrayar una variante, ya que el tesoro a decir de esa anciana mexicana, «es anterior a la ocupación norteamericana». Y aquí un primer interrogante, ¿quiere decir en Fort Moore Hill estaría enterrado un tesoro indígena desaparecido? Segunda cuestión. La vara divina, ¿alude a la radiestesia como método de búsqueda? Luego retomaremos éste último concepto. Los cazadores de tesoros continuaron arribando a la colina de Fort Moore Hill, aunque ninguno consiguió hallar el premio mayor. En diciembre 22 de 1933, tuvo lugar un hecho extraño, cuando el magazine American Society for Psychic Research, especializado en lo paranormal, hizo públicas las declaraciones de la señorita Edith Elden Robinson de Pico Rivera, presentada como clarividente, quién visionó la existencia de una antiquísima ciudad edificada según argumentó, por una raza desaparecida, atravesada la misma por enormes túneles, y cuyos pobladores se refugiaron en ella, amenazados por un gran peligro. La misteriosa metrópolis contaría con acceso al mar. Pocos meses antes de la profecía enunciada, un ingeniero de minas, alcanzaría gran notoriedad pública a través de sus extrañas declaraciones. Veamos.
George Warren Shufelt. Un inventor suelto en L.A.
“Los Ángeles es una ciudad de soñadores, cuentacuentos, y fabulistas –de hecho-, para muchos angelinos, contar cuentos es nuestro pan y mantequilla. Por lo tanto, no es sorprendente que contemos con nuestra parte justa de teorías de conspiraciones locales, y leyendas ficticias. Y ninguna tiene mayor dominio que la de Gente Lagarto”. The Lizard People of Los Ángeles ¿True o fiction?.
Escasos son los datos existentes sobe George Warren Shufelt. Nativo de Ohio nacido en 1886, séptimo hijo de Warren Wikerson de quién se rumorea pertenecía a la masonería, y Martha Ulrich Shufelt. Sabemos que en 1920 se mudó hacia al Oeste. Luego lo vemos trabajando ya como ingeniero en minas, (aunque sus estudios no están certificados), dentro de la Kingman Merger Mines Company, localizada en Arizona, administrando varias de sus dependencias. En algunas reseñas Shufelt es presentado como geofísico (otro punto sin verificación). Un dato que surge de interés, habla de sus dotes como inventor, alegando haber ideado, «una radio máquina de búsqueda de oro».
Aquel estrafalario aparato, es descrito como una especie de «caja de vidrio cilíndrica dentro de la cuál una plomada se encuentra unida a un alambre de cobre». Para algunos este sistema se asemeja a una antigua varilla de zahorí (radomancia o radiestesia). Y aquí un alto.
Recordemos que en 1902 la colina de Fort Moore Hill fue objeto de una excavación, en busca de su fantástico tesoro utilizando método similar, al utilizado por Shufelt, quién en esa época habría tenido 16 años. ¿Trataríamos con la misma persona? Es una posibilidad. Prosigamos. Cuando nuestro protagonista principal George Warren Shufelt arriba a California en 1933, Estados Unidos atraviesa la llamada Gran Depresión, que tiene al país sumido en el caos económico, acrecentado por el derrumbe del sistema financiero. Este factor podemos adoptarlo como un indicador, aunque no el único como veremos, en explicar porque a Shufelt le fuera facilitado llevar a delante su delirante proyecto, que contó con apoyo oficial. Y es que como escribe Hadley Meares, en su artículo sobre la gente lagarto de Los Ángeles, «en los días más oscuros de la depresión, ¿quién no quería creer en la existencia de oro en las colinas de Fort Moore Hill?». Llamado imposible de resistir, podríamos agregar. Bajo ese espíritu, Shufelt decide consagrarse a su objetivo, con la consigna de encontrar el tesoro perdido de Fort Moore Hill. Como documentación probatoria de sus afirmaciones, Shufelt alega posesión de un antiguo mapa de piel de oveja, con el cual pretende hacerse con el esquivo botín.
Su seguridad, convence a las autoridades de la junta de supervisores del condado de Los Ángeles, consiguiendo el ansiado permiso de excavación. El arreglo establece ambos actores, podrán dividir en partes iguales las riquezas encontradas. Shufelt reclutó como ayudantes para su empresa a Rex MacCrery y Ray Martin. Acerca del mapa, algunos rumores señalan su vinculación hacia un tesoro indígena, que habría sido ocultado en aquella colina por los españoles, siendo el mismo de procedencia azteca o maya, dicen algunos, confirmando nuestras propias sospechas acerca de sus orígenes.
Debido a la repercusión que estos movimientos provocan, la causa Shufelt adquiere dimensiones insospechadas, interesando en su aventura al prominente periódico Los Angeles Times, quién va a retratar los pasos de aquel trío insólito, con Shufelt liderando todas las operaciones. Desde marzo de 1933, hasta setiembre de ese mismo año, Shufelt se sumerge en la excavación de su vida, acompañado en su viaje por pomposos titulares sobre sus hazañas. Sus primeras prospecciones avanzan 250 pies, sin encontrar nada más que rocas y barro. Es interesante señalar que el 10 de marzo de 1933, a casi una semana de iniciada la excavación, tiene lugar un pavoroso terremoto que afectar la costa de California, causando un gran desastre material, así como pérdidas de vida.
No obstante, tras una breve interrupción debido a estos dolorosos acontecimientos, la excavación de Shufelt continuó trabajando, aunque una vez evaluados los pobres resultados, el condado optó por expirar los permisos. El sueño de riqueza y promoción gratuita, que en parte parecía beneficiar a la naciente ciudad, ávida de fama, resultó en una concesión fallida. Pero el enigmático Shufelt, como veremos a continuación, lejos está de rendirse.
Telenovela Reptil. En busca del mundo subterráneo dorado
“Entonces la gente se fue a vivir con la gente de las hormigas. Cuando estuvieron todos a salvo y asentados, Taiowa ordenó a Soyuknang que destruyera el mundo. Soyuknang lo destruyó por fuego porque el Clan del Fuego había sido sus líderes. Llovió fuego sobre él. Abrió los volcanes. El fuego venía de arriba y de abajo y alrededor hasta que la Tierra, las aguas, el aire, todo era un elemento: el fuego. Y entonces no quedaba nada excepto las personas a salvo dentro del útero de la Tierra. Este fue el final de Tokpela, el primer mundo”. Cosmología Hopi.
En enero de 1934 George Warren Shufelt regresó a la escena de Los Ángeles, animado por una nueva historia. Según declaró a quién quisiera escucharlo, su exótico instrumento, -que ciertas voces actuales definen, como un prototipo primitivo de penetración terrestre, más conocido como GPR-, resultó un mecanismo que lo ayudó a descubrir una extensa red de túneles y asentamientos extendidos, bajos los subsuelos de la ciudad. Al parecer este hallazgo que mantuvo en secreto, ocurrió un día antes de producirse el terremoto comentado, o sea 1933. Shuflet mencionó ciertas localidades de Los Ángeles, a las que se refirió como parte de este trazado subterráneo, descrito como semejante a un «lagarto gigante».
En la decodificación de este dibujo interno Shufelt reveló, la cabeza reptil, estaría cerca del actual Dodger Stadium. Su cola se extendería hasta la Biblioteca Central –edificio del cuál después hablaremos-. Otros accesos incluían el famoso periódico, The Times Mirror Square, albergue de un importante tesoro de índole arqueológico, centrado en antiguas tablillas de oro, narrando la historia de esta civilización perdida.
Otros pasajes comprenderían el Museo del Suroeste, y hasta detención de túneles de ventilación orientados al oeste, con salida al Océano Pacífico. Con todos estos elementos, Shufelt logró confeccionar un mapa dando a luz todas estas importantes dataciones, y con la esperanza de reactivar sus excavaciones. Sus expresiones volvieron a cautivar a la prensa californiana. El periódico The Ángeles Times, decidió nuevamente prestar su espacio para acreditar la impactante historia. El 29 de enero de 1934 un artículo incendiario asombró a los lectores norteamericanos. Se tituló: «La Ciudad de las Catacumbas de la Gente Lagarto cazada, el ingeniero hunde el eje debajo de la colina de Fort Moore, para encontrar el laberinto de túneles y tesoros invaluables, de los habitantes legendarios», firmado por Jean Bosquet. Aquella nota reveló como Shufelt se topará con aquel hallazgo a través de su aparato –aquí presentado como un medidor de rayos x:
Perfeccionado para detectar la presencia de minerales y túneles debajo de la superficie del suelo, un aparato con el que se dice ha trazado un patrón de catacumbas y bóvedas, que forman la ciudad perdida”.
En otra referencia impactante Shufelt hizo mención a, «imágenes de radiografías de los túneles y habitaciones, que son huecos», estancias doradas dijo, cuyas esquinas y lados se señalan, como de perfecto diseño.
Pero Shufelt no se arrogó por completo la autoría de esta narrativa, sino que en su testimonio, citó el nombre de un famoso líder hopi, apodado Little Chielf Greenleaf (Pequeño Jefe Hoja Verde), siendo oriundo de una reserva de Arizona, y que le fuera de gran ayuda, dijo Shufelt, para una mejor comprensión de sus descubrimientos.
El Testimonio de Hoja Verde
La leyenda que narró este informante hopi a George Warren Shufelt, sintetiza lo siguiente:
Hace tres mil años, un grupo de nativos americanos conocidos como Lizard People (Pueblo Lagarto), comenzó a hacer túneles subterráneos. Se estaban preparando para el apocalipsis que se acercaba, que se imaginaban que vendría como una gran lengua de fuego que envuelve a la tierra. Enterraron profundamente en un laberinto de túneles subterráneos y antecámaras, los registros de la historia de la humanidad, grabados en tablas de oro gigantes”.
En otros pasajes se dice este pueblo serpiente, «construyó trece asentamientos subterráneos a lo largo de la costa del Pacífico, para proteger a la tribu, contra futuros desastres. Estas ciudades subterráneas albergaban a mil familias cada una, junto con reservas de alimentos. Según la historia, la tribu utilizó una ‘solución química’, para perforar túneles y habitaciones subterráneas».
Sobre este punto, algunos estudiosos teorizan sobre un líquido misterioso, que aseguraba el derretimiento de la roca madre, permitiendo su pulimentado de tinte vidrioso y suave. Hay una mención dentro del informe descrito sobre ésta tecnología antigua, de un tipo de cemento superior, a los conocidos por el hombre moderno. Otro dato curioso, fue señalarse la ciudad de Los Ángeles, como capital de ese mundo reptil desaparecido. La segunda ciudad en importancia, como no podía estar ausente, nada menos que el famoso Monte Shasta, y sindicándose una tercera ciudad, aunque sobre ésta última ignorado su paradero. Todas estas ciudades fueron edificadas a lo largo de la Costa del Pacífico, miles de años atrás. ¿Algo que ver con la antigua Lemuria, se pregunta esta autora?
Los presagios funestos finalmente se vieron cumplidos, cuando «tormentas de fuegos meteóricas destruyera parte de estas ciudades, luego que un gran incendio arribara desde el suroeste». Aunque el pueblo lagarto sobrevivió a este inmenso desastre cósmico, aquellos búnkeres no pudieron protegerlos de la filtración de gases radiactivos, que los llevara finalmente a perecer.
Bajo la luz de estos testimonios George Warren Shufelt convenció una vez más a las autoridades del municipio de Los Ángeles, para excavar en busca del tesoro reptil. Acompañado por un periodista del LA Times, Shufelt se sumergió en su sueño de riqueza subterránea. Tomó en cuenta la recomendación de su informante hopi, quién lo alentó a «buscar la ciudad perdida, dentro de una cadena de colinas que conforman la ranura de una pezuña de caballos». A pesar de sus esfuerzos Shufelt volvió a fracasar en sus intentos, y tras dos meses de duro trabajo, el contrato con la ciudad de Los Ángeles expiró, y ya nunca se retomó la misteriosa búsqueda. Shufelt desaparece de la vida pública, falleciendo en 1957.
Casi una década antes de conocerse la muerte de George Warren Shufelt, trascendió una carta (diciembre 11-1947), en respuesta a una inquietud lanzada por una residente de Illinois, Florence E. Stoppel, dirigida a la Cámara de Comercio de Los Ángeles, tratando de obtener algunas confirmaciones sobre las excavaciones llevadas a cabo. Pudimos conocer esta misiva gracias a Ray Palmer, quién la publicara en Amazing Stories, allá por 1948. Uno de los párrafos transcritos resulta de lo más llamativo, y que tiene a Arche M. Dunning, un publicista, como su autor.
Allí dice:
Es muy posible, por supuesto, que el laberinto realmente existe. Pero en vista del hecho que el área subyacente se encuentra en las inmediaciones del Centro Cívico, donde un importante programa de construcción se llevará a cabo incluyendo probabilidad de cualquier excavación. Lamentamos la demora en responder a su consulta”.
Hasta aquí.
Conclusión
Como dije, esta es una historia que el lector en la navegación de los misterios, confrontó más de una vez. Por lo tanto, fue importante establecer los hechos a través de la cronología correcta, y todos los sucesos destacados desde ese punto. Creemos se logró. Ahora bien ¿qué podemos deducir una vez analizados los hechos? Primeramente, entender enfrentamos dos argumentos. El primero de ellos lleva al lector, tras la búsqueda de un tesoro colonial. Hablamos de la fiebre del oro, todavía vigente en los Estados Unidos, aunque su epicentro transcurriera algunos decenios antes, 1847-1855.
Literalmente encontrar el metal dorado se convirtió en la obsesión nacional. Cabe agregar la fuente de toda esa inspiración nace en San Francisco, California. A eso sumemos que cuando George Warren Shufelt inicia en 1933 sus excavaciones, dos factores de tinte social gravitan con fuerza por aquellos días, y ya mencionado dentro de nuestro informe, dónde un debacle económico sin precedentes en el país del norte, con índices de pobreza altísimos, disparan en la población ansias de escapismo ante tanta depresión social. En la segunda parte de nuestro argumento, entra a tallar la existencia de una antiquísima civilización avanzada, que luego de un espantoso cataclismo fuera borrada su memoria de la faz de la tierra. Relato repetitivo e inserto, en muchas culturas ancestrales del continente americano. El pasado aún por develar. Sin ir más lejos, ahí tenemos el enigma de Cueva de Tayos, historia que guarda algunas similitudes con lo expuesto. Y surge nuevamente la pregunta, sobre si podemos aceptar el relato de George Warren Shufelt, sobre evidencias de una Ciudad Reptil en el corazón de Los Ángeles como algo posible, y verificable. Como sabemos, Shufelt dio rienda suelta a su historia subterránea, centrado en las supuestas confesiones de Little Chielf Greenleaf, quién perteneciera a la tribu Hopi.
Aunque muchos estudiosos trataron de certificar esta pista, los resultados fueron hasta el momento nulos, negándose su existencia. En mi caso, obtuve algunos resultados parciales en cuanto a establecer la identidad de Little Chielf Greenleaf, a quién logré localizar a través de una foto donde aparece como Ute Chief Green Leaf – Nick-a-god.
Sin embargo, la primera decepción es que éste indígena, responde a la etnia Ute, y no Hopi. Ahora bien, esta tribu estuvo en Arizona, aunque luego se asentaron en Colorado. En cuanto a Ute Chief Green Leaf se dice fue asesinado en 1871, por lo tanto, su asociación en esta historia podría descartarse. ¿Se pudo haber tomado su nombre como invención de relato? Quizás. En cuanto a las reclamaciones de los Hopi, entregadas a George Warren Shufelt, señalando la existencia de un imperio subterráneo dominado por reptiles.
Desde ya descartado como parte integral de la cosmogonía Hopi, donde no encontremos referencias serias sobre este punto, salvo, cuando abordamos el área mítica, donde vemos enunciados la existencia de siete mundos, tres de los cuales, narra la tribu, ya han sido ya destruidos. Es en la descripción del primer mundo llamado Topkpela, que el relato de Shufelt adquiere alguna semejanza, aunque nuevamente, la variante tiene a los Ant People (Gente Hormiga) como mito protagónico, y no así a los People Lizard (Gente Reptil). Recordemos, los Ant People son tenidos en sus viejos textos como los salvadores que ayudaron a su pueblo durante una espantosa catástrofe venida del espacio. Para entender la ecuación reptil en cambio, debamos ahondar en la narrativa Maya-Azteca, donde el mito adquiere mayor sustento la vinculación, y que, dicho sea de paso, Shuflet referencia dentro de su curioso informe.
Supongo muchos vetaran la parte tecnológica de los Hopi relatada por Shufelt, de imposible aceptación, pero como descargo puedo hacer una alegación dentro de éste ítem controversial, y es que existe un libro publicado en los ochemta, Kásskara und die sieben Welten Die Geschichte der Menschheit in der Überlieferung der Hopi – Indianer mit zahlr. (Kásskara y los Siete Mundos. La historia de la Humanidad en la Tradición de los Hopi), obra de Josef F. B lumrich, ingeniero espacial austríaco que trata en este libro de su encuentro con un líder Hopi, que le brindara importante información sobre el pasado de su pueblo, y donde la cuestión tecnológica no deja de ser una constante. Se podría rebatir estamos ante información contaminada producto de la era espacial, pero dejaremos el lector indague por sí mismo.
Veamos los túneles denunciados por Shuflet en su informe ¿deben también ser descartados? Desde ya un no rotundo. Tomemos a Mark Sceurman, que en Mystery of the Los Angeles Lizard People se interroga lo siguiente:
¿Por qué desapareció Shuflet? ¿Se dio por vencido o encontró algo? ¿Fue una coincidencia que la ciudad de Los Ángeles le dio permiso para este esquema, y luego comenzó a desenterrar toda el área en los próximos años, bajo la apariencia de obras públicas?”.
Y continúa diciendo:
Probablemente. Creo que un gran hallazgo de oro es poco probable. Pero a lo largo de los años se han descubierto túneles extraños en toda el área que se han atribuido a contrabandistas o actividades sospechosas. Es posible que se hayan encontrado más y se hayan mantenido en secreto”.
Por mi parte y debido a mis propias indagaciones en la cuestión subterránea, diré California cuenta con cientos de historias acerca de misteriosos túneles, zonas de vastas cavernas, misteriosos avistamientos de OVNIs, seres extraños, y demás. Me temo, solo estamos ante la punta del iceberg. Continuará.
Curiosidad
Una de las locaciones mencionadas en este trabajo es la Biblioteca Central de Los Ángeles, uno de los sitios mencionados por George Warren Shufelt como acceso al mundo reptil. Su arquitectura necesita de una lectura ocultista, que prometemos ofrecer en otra ocasión. Solo decir, en 1986 fue objeto de un misterioso incendio, aún en investigación, que devastó su colección e instalaciones, aunque logró sobrevivir y volvió a funcionar. Ocurrió el mismo año que la tragedia en Chernóbil.
Bibliografía
Libros:
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Sitios web:
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Un artículo escrito por: Débora Goldstern, colaboradora de codigooculto.com
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Estimada señorita Debora, ha sido una delicia leer éste artículo! Sus referencias históricas, su paso a paso uniéndose las diferentes partes y detalles de su investigación, es aquí donde me digo que se puede escribir bien aunque sea un blog, este artículo es digno de compartir, nos llevo desde una redacción simple hasta el término de la historia con consistencia hsra nuestros días, y éso lo hace para mí fabuloso, me hace el día, cuando hay contenido y esfuerzo, dedicación a su trabajo escribiendo. Le felicito enormemente!
Perla muchísimas gracias por sus palabras. Disfruto mucho trabajando en estos artículos, que trato destaquen por su originalidad y entrega. Un verdadero placer saber mis lectores se siente reflejados por mis aportes. Comos siempre digo misión cumplida!