Son innumerables las historias, los mitos y las leyendas que se cuentan sobre ciudades subterráneas y civilizaciones intraterrestres, extendidas por todo el mundo gracias a una inmensa red de túneles interconectados en distintos puntos del planeta.
Las evidencias sobre dichas ciudades subterráneas parecen ser muchas. No tenemos más que recordar los misteriosos relatos que giran en torno a la Cueva de los Tayos en Ecuador y sus galerías de túneles, o las historias sobre entradas a mundos subterráneos, supuestamente ubicadas en los Andes, el Himalaya, el Tíbet, el desierto de Gobi, Siberia o, incluso, bajo la propia Esfinge de Guiza.
Teoría de la Tierra Hueca
La teoría de la Tierra Hueca afirma que La Tierra es un planeta prácticamente hueco, con aberturas milenarias de entrada/salida repartidas por toda su geografía, incluyendo ambos casquetes polares. Esta curiosa teoría se ha relatado desde la antigüedad y grandes científicos como Edmund Halley la han defendido a lo largo de la historia.
En 1780 el norteamericano John Cleeves Symmes también lo hizo y, además, de manera muy apasionada. Según él, existía un mundo subterráneo en el interior de nuestro planeta iluminado por un minúsculo sol, con montañas, bosques y lagos. Symmes emprendió una cruzada nacional con el objetivo de recaudar los fondos necesarios para enviar una expedición al Polo Ártico. Incluso hizo llegar su propuesta al Congreso de los Estados Unidos, con la intención de conseguir ayuda oficial para descubrir la entrada al mundo interior. Murió antes de que el gobierno destinara 1.300.000 dólares a tal efecto y la expedición partiera en 1838, aunque sus fines no fueran tan altruistas. En realidad las potencias mundiales estaban intentando conocer la importancia de las únicas tierras aún no conquistadas del planeta: ambos casquetes polares. Al mando de Charles Wilkes, la expedición –que duró 4 años-sirvió para descubrir la enorme extensión geográfica del Ártico, sin hallar ninguna señal de pasaje al interior de la Tierra.
Sin embargo la idea de Symmes permaneció anclada en la mente de un buen puñado de escritores enamorados de los sueños imposibles. Así, Edgar Allan Poe, Julio Verne, y H. P. Lovecraft -entre muchos otros- rindieron homenaje literario a la fascinante teoría de la Tierra Hueca de Symmes.
De hecho, en las primeras décadas del siglo XX, disponiendo aún de un conocimiento todavía muy imperfecto de la geografía y geología terrestres, hubo quienes se tomaron en serio las hipótesis de Symmes y trataron de acceder a ese misterioso mundo. Por ejemplo, algunos de los dirigentes de la Alemania nazi, tan amantes de los mitos ancestrales y del ocultismo, mostraron un notable interés por este tipo de teorías.
Historia de la Teoría de la Tierra Hueca
Tal vez fuese Edmund Halley (1656 – 1742), el científico inglés que estudió el cometa que lleva su nombre, quien desarrollara por primera vez una hipótesis científica acerca de la Tierra Hueca. Después de una serie de observaciones del campo magnético terrestre, Halley llegó a la conclusión de que las anomalías observadas sólo podían explicarse si la Tierra estaba compuesta por dos esferas: una externa sólida y otra interna hueca, cada una de ellas con su propio eje magnético.
Posteriormente, el norteamericano Cyrus Read Teed, nacido en 1839, se convenció de que es imposible discernir matemáticamente si estamos dentro o fuera de una esfera, por tanto nosotros viviríamos en el interior de un Universo Hueco. En el centro estaría el Sol, siendo los planetas y estrellas luminosos sólo porque reflejan la luz solar reflejada en la superficie de la Tierra cóncava. Esta Tierra recibió el nombre de Koresh, que es la traducción hebrea de su propio nombre Cyrus. Teed llegó a fundar una iglesia, y sus adeptos continuaron activos y defendiendo estas ideas hasta, por lo menos, 1982.
Con el albor del Siglo XX otros estudiosos, como los norteamericanos, William Reed y Marshall Gardener, también creyeron tener evidencias de la existencia de un mundo interior. Uno de los datos más curiosos que esgrimían como argumento, aportado por algunos exploradores del Ártico, era que al parecer las temperaturas del aire y el agua se incrementaban a medida que se aproximaban al Polo Norte. Basándose en estas y otras observaciones, afirmaban que los mamuts no se habían extinguido, sino que seguían habitando en el interior de la Tierra.
También Adolf Hitler creía firmemente en la Teoría de la Tierra Hueca, en cuyo interior se encontrarían los seres arios puros y perfectos que dominarían al mundo. Lo cierto es que en la Alemania nazi muchos grupos defendían esta teoría. Es más: la Sociedad Thule –principal círculo esotérico alemán de la época– sostenía una hipótesis muy próxima, si bien la relacionaba con los mitos de los reinos perdidos subterráneos de Agartha y Shambala.
Por su parte, el primer hombre en sobrevolar los polos, el norteamericano Richard E. Byrd, en su informe posterior dijo haber “inspeccionado cerca de 26.000 km2 alrededor y más allá del polo”. Esta simple frase con las palabras «más allá del polo» son la base sobre la que muchos defensores de la teoría acusan al gobierno norteamericano de encubrimiento, afirmando que Byrd llegó a entrar en la «Tierra Interior.»
Los mitos de Shambala y Agharta
Los mitos son tan antiguos como la propia humanidad, así que tan antiguos como el propio hombre son los mitos de seres que habitan las profundidades de la Tierra. En contraposición a los ángeles del cielo, la tradición en general envió a los demonios bajo tierra. Como ejemplo tenemos al infierno cristiano. Sin embargo, los budistas del Asia Central creían en un reino maravilloso bajo nuestros pies al que bautizaron como Agartha, donde los seres son más bellos y más sabios que nosotros y cuyo Rey ostenta el poder de leer nuestra alma.
Desde hace miles de años los sabios tibetanos, además de instruir acerca de un mundo interior y de la red de cavernas que lo protege, aseguran estar en contacto con el «Rey del Mundo» o gobernante supremo para todo este planeta, de quien el Dalai-Lama es su representante en el mundo exterior. También hablan y escriben acerca de túneles que comunican desde el Tíbet con el mundo interior, afirmando que existen otros muchos diseminados por toda la Tierra, entre los que cabe citar los existentes bajo las grandes pirámides de Egipto y de Sudamérica. De igual forma existirían también alrededor de la gran Hoya Amazónica, comunicando las antiguas ciudades del Imperio de «El Dorado» con el Imperio interior de la Tierra, al que ellos denominan AGARTHA o AGARTHI.
La capital de ese mundo interno -y por ende de todo el orbe terrestre- sería una ciudad llamada Shambala donde residirían el Rey del Mundo y su corte de avanzados seres, que permanecen guiando a los hombres a través de la ciencia, el arte, la religión y la filosofía.
El Shambhala del que hablan los tibetanos sede del «gobierno espiritual de la humanidad», según numerosos ocultistas, habría sido localizado por la prestigiosa tibetanóloga Alexandra David-Neel en las proximidades de Balkh o Balj, un antiguo asentamiento afgano conocido como «la madre de las ciudades.» Las tradiciones populares de Afganistán aseguran que, tras la conquista musulmana, Balkh fue conocida como Shams-i-Bala (la Vela Elevada), lo que parece una transformación al persa del sánscrito Shambhala.
En la actualidad, Agharta está considerada como un mero símbolo metafísico e iniciático y la Teoría de la Tierra Hueca ya parece pertenecer, casi exclusivamente, a la historia de la cultura popular y al ámbito de las creencias, salvo en determinados círculos ufológicos en los que aún se sostiene que los ovnis podrían ser de origen intraterrestre. Pero esa ya es otra historia…
Este artículo fue publicado anteriormente en Ancient Origins en Español y ha sido publicado nuevamente en CodigoOculto.com con permiso.
Efectivamente llegan a ser mitos todas las descripciones sobre la existencia de la Tierra-Hueca, que sería sede de culturas o sociedades organizadas bajo la óptica religiosa u otras creencias. Se han encontrado descripciones de grandes vías subterráneas o túneles que unían grandes extensiones de territorios en todo el planeta, por ejemplo la gran vía subterránea que unían Cusco a Quito, recorriendo todo el territorio del Imperio Incaico. Lo que si no se ha explicado específicamente, cómo esos subterráneos sin contacto con el exterior, pueden ser recorridos y habitados por hombres, si no tenían asegurado el oxígeno, elemento sin el cual no existe ninguna vida, y el agua, aunque abundan en los subterraneos, y claro alimentos básicos. Podría tratarse acaso de otros seres vivientes diferentes a los hombres que no requieren esos elementos?