El objeto interestelar 3I/ATLAS se ha convertido en un enigma fascinante desde su descubrimiento, no solo por su origen más allá del sistema solar, sino por un detalle que intriga a los astrónomos: su brillo parece seguir un ritmo de pulsos regulares, como un latido. Esta variabilidad de luz, en lugar de encajar cómodamente en la explicación clásica de un núcleo en rotación, apunta a un comportamiento más complejo de su coma, alimentada por chorros de gas y polvo que podrían activarse de forma periódica y tal vez revelar una naturaleza más singular de lo que se pensaba al inicio.

El objeto interestelar 3I/ATLAS despertó un interés inmediato desde el momento de su detección el 1 de julio de 2025, cuando las primeras observaciones revelaron un comportamiento luminoso inesperado: una variación periódica en su brillo con un ciclo de 16.16 horas. Esta oscilación, amplia y rítmica, pareció en un inicio coincidir con la clásica explicación dada a los cuerpos alargados que rotan y muestran diferentes secciones a la luz solar. Sin embargo, el análisis posterior, basado en imágenes profundas y en mediciones detalladas de la distribución de luz, comenzó a sugerir que la realidad podía ser más compleja. En lugar de proceder del núcleo, esa variabilidad parecía originarse en la extensa coma del objeto, una región difusa donde el polvo y el gas reflejan gran parte de la luz solar. Esto llevó a reconsiderar la interpretación inicial y a plantear una alternativa sorprendente: que la coma pudiera estar siendo impulsada por chorros pulsados, activándose como si siguieran un latido.

Imagen de 3I/ATLAS el 28 de noviembre de 2025 desde KalopaStars en Hawaii. Crédito de imagen: Bobby Howe

La variabilidad que no encaja con la rotación del núcleo

El primer interrogante surgió al analizar la procedencia real del brillo observado. Si el núcleo fuera la fuente principal de la variación, este tendría que ser lo suficientemente grande como para dominar la luz total. Pero las estimaciones del tamaño del núcleo, basadas en las restricciones disponibles y en los datos visuales entregados por instrumentos espaciales, indicaban que era demasiado pequeño para producir por sí mismo el brillo dominante. Las imágenes mostraban que la coma, amplia, difusa y en expansión, era la verdadera protagonista. Esto planteaba una disyuntiva: si la luz variable no provenía del núcleo, entonces la hipótesis de una rotación de un cuerpo alargado dejaba de ser válida.

Esta discrepancia abrió la puerta a un nuevo enfoque. La variabilidad periódica debía originarse en procesos que afectaran directamente a la distribución de luz dentro de la coma. Esa idea implicaba un mecanismo capaz de alterar periódicamente la densidad o el volumen del material expulsado. Fue entonces cuando un modelo alternativo adquirió fuerza: la posibilidad de chorros que solo se activan cuando determinadas regiones del objeto reciben suficiente energía solar para sublimar su material volátil.

El modelo del latido en la coma

Este nuevo enfoque propone que la luz no varía porque el núcleo cambie su orientación respecto al Sol, sino porque los chorros que alimentan la coma se activan de forma intermitente. Estos chorros podrían surgir cuando una región concreta rota hacia la iluminación solar, calienta sus depósitos de hielo y libera gas y partículas que se integran en la coma. Con cada giro del objeto, este proceso se repetiría, provocando aumentos y disminuciones en el brillo, como una respiración rítmica.

Para evaluar esta hipótesis, se consideraron las velocidades de expulsión registradas mediante instrumentos capaces de detectar la dinámica del gas. Se estimó que los materiales eyectados podrían viajar más de veinte mil kilómetros durante cada periodo de 16.16 horas, lo que significaría que cada ciclo dejaría una huella visible en la estructura de la coma. Este cálculo, además, era coherente con los valores de velocidad reportados a través de observaciones espectroscópicas previas. La magnitud del desplazamiento del material permitiría que las variaciones fueran apreciables desde la Tierra, incluso con telescopios que no pueden resolver el núcleo directamente.

Imagen de 3I/ATLAS el 29 de noviembre de 2025 a las 21:53 UTC, tomada con un telescopio de 0.26 metros en Rayong, Tailandia. Se observan dos chorros prominentes, incluyendo una anti-cola en dirección al sol, hacia la parte inferior izquierda. Crédito de imagen: Teerasak Thaluang

Implicaciones para comprender la naturaleza de 3I/ATLAS

Si la variabilidad se debe a chorros pulsados, surge una implicación adicional que amplía el debate sobre la naturaleza del objeto. En un cuerpo natural, como un cometa clásico, la orientación de los chorros debe estar guiada por la iluminación solar. Sus patrones son predecibles: se activan en regiones ricas en hielo cuando estas reciben energía suficiente, y sus direcciones suelen ser coherentes con la geometría superficial.

Sin embargo, si 3I/ATLAS fuera un objeto artificial, la orientación de estos chorros no tendría por qué seguir la posición del Sol. Un sistema tecnológico podría dirigir emisiones de gas en direcciones arbitrarias, no necesariamente relacionadas con la rotación natural ni con la iluminación. Esto abre una posibilidad teórica que, aunque no puede afirmarse, tampoco puede descartarse mientras no se recopilen series temporales extensas de imágenes de la coma. La comparación entre una orientación coherente con el Sol y otra que varíe sin patrón permitiría aproximarse a una respuesta más precisa.

La necesidad de observaciones continuas

El propio planteamiento reconoce que aún falta un análisis sistemático de la evolución de la coma durante varios días consecutivos. Tal estudio permitiría observar si las pulsaciones de luz corresponden a regiones activas específicas, si los chorros mantienen orientaciones estables o si presentan cambios no explicables por la rotación o la iluminación solar. También permitiría determinar si los patrones se repiten con precisión o si muestran desviaciones significativas que obliguen a reevaluar los modelos.

Estas observaciones podrían ofrecer información decisiva sobre la estructura interna, la composición, la dinámica y la posible singularidad del objeto. En un contexto en el que los visitantes interestelares son extremadamente escasos, cualquier variación fuera de lo común adquiere una importancia especial para comprender tanto la diversidad de cuerpos que cruzan nuestro sistema como la posibilidad de tecnologías no humanas.

Ojo al piojo:

La hipótesis de los chorros pulsados ofrece un marco coherente para explicar la variabilidad de 3I/ATLAS sin recurrir a un núcleo alargado dominante. Abre la puerta a una lectura más rica de su comportamiento y subraya la importancia de estudiar la coma como la región que contiene las claves más evidentes de su dinámica. Comprender la verdadera naturaleza de ese latido luminoso dependerá de la calidad y continuidad de las observaciones futuras, que podrían revelar si estamos ante un cometa activo con un patrón no común o ante un objeto cuya estructura y funcionamiento exceden los modelos tradicionales.

Referencias: “Are the Jets from 3I/ATLAS Pulsed Like a Heartbeat?”, Avi Loeb, Medium. (Fuente)

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Por: CodigoOculto.com