Comprender cómo los organismos vivos en Chernóbil sometidos a altas dosis de radiación se comportan y evolucionan podría ser clave para preparar a los humanos para largas misiones en el espacio, afirma Kasthuri Venkateswaran, científico e investigador principal del Laboratorio de Propulsión a Reacción de la NASA.
Los científicos planean utilizar los hongos radioactivos que crecieron tras el accidente de Chernóbil para preparar a los humanos que participen en misiones espaciales de larga duración y, más adelante, para colonizar Marte.
En una entrevista con Motherboard, Kasthuri Venkateswaran, científico e investigador principal en el Laboratorio de Propulsión a Reacción de la NASA (JPL), lo explica:
La radiación presente en Chernóbil es alta, pero estos hongos oscuros aparecieron por primera vez después [del accidente de Chernóbil] (…). Por eso seleccionamos estos hongos de un ambiente tan rico en radiación. Estos hongos resistieron debido a algún tipo de información codificada en sus proteínas y biomoléculas que les protege de los niveles de radiación”.
¿Cómo se pretende utilizar los hongos en los viajes espaciales?
El objetivo de la investigación de Venkateswaran es desarrollar un «protector solar» elaborado a base de hongos radiactivos, para la radiación del espacio exterior y que podrá servir para proteger a los humanos de los efectos nocivos de esta exposición continua.
El equipo de Venkateswaran también pretende modificar genéticamente los cultivos que serán plantados lejos de la Tierra como en el sistema Júpiter, altamente radioactivo en base a lo aprendido de los campos de lino que crecen en Chernóbil.
«Debemos tomar todas las precauciones necesarias antes de levantar algún asentamiento humano en Marte», explicó Venkateswaran para Motherboard.
Venkateswaran se muestra seguro de que lo aprendido del estudio de estos organismos tendrá muchas aplicaciones, e incluso pone como ejemplo elaborar cerveza:
Los genes resistentes a la radiación pueden ser incorporados a las células de levadura de cerveza para que los humanos tengan ganas de ir al espacio. Tendrán una cerveza más buena”.
Lo aprendido de estos hongos podría ser también útil en la Tierra
Las zonas afectadas por accidentes de este tipo son también campos de pruebas muy útiles para estudiar cuestiones como la búsqueda de vida extraterrestre, pero también para estudiar los orígenes de la vida en nuestro planeta.
Los campos de lino presentes en Chernóbil, por ejemplo, desde hace décadas han demostrado que su resistencia a la radiación ha ido creciendo, lo que ha llevado a los investigadores a preguntarse si sus genes son un vestigio de los inicios de la vida en la Tierra, una suerte de «máquina del tiempo».
Así lo explica Martin Hajduch, del Instituto de Genética y Biotecnología Vegetal de la Academia Eslovaca de Ciencias, a propósito de su investigación sobre el lino de Chernóbil:
Mi especulación favorita es que cuando la vida empezó a evolucionar en la Tierra, la radioactividad estaba mucho más presente en su superficie que actualmente y que las plantas de alguna forma están ‘recordándolo’, lo que les está ayudando a adaptarse a la zona radioactiva de Chernóbil”.
Aunque los niveles de radiación a la que los astronautas están expuestos en la Estación Espacial Internacional son mucho más bajos que los presentes en Chernóbil, Venkateswaran asegura que combinar los niveles de radiación con la microgravedad podría dar lugar a otros compuestos orgánicos útiles para la especie humana en el futuro.
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