Lo que podemos ver en la imagen superior es una especie de pez sin rostro que a primera vista podría pasar por una cría del xenomorfo de la mítica película de Ridley Scott. En realidad, se trata de un hallazgo histórico. Una de las maravillosas criaturas extrañas que se han encontrado en las profundidades del mar australiano; según informa Phys.org

El encuentro con la especie tuvo lugar en el marco de un reciente viaje científico que estudia partes del océano nunca antes exploradas. Una trabajo de aproximadamente un mes por la costa oriental del país examinando la vida que está al acecho en el abismo oscuro y frío que se sumerge a cuatro kilómetros bajo la superficie, utilizando redes, sonares y cámaras de alta mar.

De hecho, según ha explicado el investigador Tim O’Hara, se trata del «área del medio ambiente más inexplorada de la tierra». Allí han recogido, entre otros especímenes extraños, cangrejos rojos brillantes, especies de cucarachas hinchadas, arañas marinas ciegas o anguilas de mar profundo.

Sin embargo, el más inusual de los descubrimientos fue el pez sin rostro, una especie cuyo único registro anterior databa del año 1873 con la pionera expedición científica del HMS Challenger. Según explica O’Hara:

No tiene ojos ni nariz visible y su boca está debajo. Lo cierto es que en esas profundidades, todo es tan oscuro que las criaturas a menudo no tienen ojos o producen su propia luz a través de la bioluminiscencia.”

Crédito: Tim O’Hara

No fue el único hallazgo fascinante. Los investigadores encontraron lo que han denominado como esponjas carnívoras, una especie que empuña espículas letales hechas de silicio. Estas criaturas consiguen pequeños crustáceos enganchados en sus espinas para ser digeridos lentamente. Sorprendente, ya que la mayoría de las esponjas de aguas profundas se alimentan de bacterias y otros organismos unicelulares filtrados de corrientes de paso.

Dicen los investigadores que los hallazgos servirán para entender un poco más de qué forma puede evolucionar la vida a esas profundidades. Un hogar muy distinto al nuestro, marcado por presiones aplastantes, sin apenas luz, comida y con unas temperaturas de congelación.