El proyecto se basaba en la construcción de una gigantesca represa a lo largo del estrecho de Gibraltar para separar el océano Atlántico del mar Mediterráneo.
En su punto más cercano, África y Europa están separados por solo 14 kilómetros de distancia, y el mar Mediterráneo evita que los dos continentes se unan. Sin embargo, en los años 1920 un arquitecto alemán propuso un ambicioso proyecto llamado «Atlantropa», que consistía en drenar el Mediterráneo para crear un supercontinente euroafricano.
Herman Sörgel creía que su plan sería la solución para la crisis económica y energética a la que entonces se enfrentaba Europa después de la Primera Guerra Mundial, además de que el proyecto contribuiría a traer la paz a la región.
«La experiencia de la Primera Guerra Mundial, la crisis económica y política de la década de 1920 y el ascenso del nazismo en Alemania convenció a Sörgel de que una nueva guerra mundial solo podría evitarse con una solución radical. Con poca fe en la política, Sörgel recurrió a la tecnología», sostiene la doctora en Historia Ricarda Vidal
Según el plano del arquitecto, el supercontinente resultaría mediante la construcción de una gigantesca presa a lo largo del estrecho de Gibraltar, otro dique entre la isla italiana de Sicilia y Túnez y finalmente otro embalse en el estrecho de los Dardanelos (Turquía). De ese modo, el Mediterráneo se habría divido en dos cuencas, la occidental con un nivel de agua de 100 metros inferior, y de 200 metros menor en la parte oriental. Esto habría dado unos 660.200 kilómetros cuadrados –un área mayor que la superficie de Francia- de nuevas tierras ganadas al mar que podrían dedicarse a la agricultura.
Además, cada una de las represas contaría con enormes centrales hidroeléctricas con capacidad para producir unos 50.000 megavatios de energía eléctrica, lo que acabaría con la crisis energética de Europa, mientras que la construcción del proyecto generaría un millón de puestos de trabajo, acabando con el desempleo. El plan también incluía la construcción de autopistas, vías férreas, túneles y un puente para unir los dos continentes.
La segunda fase de Atlantropa incluía una represa en el río Congo para crear un gigantesco lago artificial, del que nacería un ‘segundo río Nilo’ que irrigaría el Sahara hasta desembocar en el Mediterráneo. Asimismo el arquitecto consideraba que estas modificaciones tendrían una influencia moderadora en el clima africano haciéndolo más agradable para los europeos, y por consiguiente facilitaría la colonización de África.
Sörgel pretendía que todos los países europeos estuvieran involucrados en Atlantropa, que habría sido controlado por un organismo independiente, el mismo que contaría con el poder de desconectar el suministro de energía a los países que plantearan una amenaza, y con esto se evitarían nuevas guerras.
«Como era de esperar, a los ojos de sus contemporáneos, la colaboración entre los Estados parecía más utópica que las vastas dimensiones tecnológicas de Atlantropa», señaló Vidal. El proyectó nunca llegó a concretarse y Sörgel siguió promoviéndolo hasta su muerte en 1952.
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