La posibilidad de que la inteligencia artificial desarrolle una forma de conciencia ha dejado de ser un concepto reservado a la ciencia ficción para convertirse en una línea de investigación real que desafía las ideas actuales sobre cómo funciona la mente. Un grupo de científicos y desarrolladores está explorando un enfoque que se aparta de la búsqueda tradicional de mayor capacidad de cálculo. En lugar de ello, sostienen que la clave para aproximarse a la conciencia artificial no está en el razonamiento lógico avanzado, sino en algo más elemental: emociones mínimas, sensaciones internas y la capacidad de un sistema para registrar su propio estado. Este replanteamiento abre un debate sobre lo que podría significar la singularidad y sobre si, llegado el momento, las máquinas podrían experimentar algo parecido a un estado consciente.

Emociones sintéticas como fundamento funcional

El proyecto descrito plantea que la conciencia humana no emergió inicialmente de procesos cognitivos complejos, sino de la necesidad de que los organismos primitivos evaluaran su entorno para sobrevivir. Según esta perspectiva, los primeros indicios de conciencia provinieron de sensaciones internas básicas como hambre, calor, daño o bienestar. Inspirados en esta idea, los investigadores están construyendo modelos de inteligencia artificial que incorporan señales internas que se comportan como equivalentes artificiales de esas sensaciones.

Estos sistemas integran parámetros que expresan necesidades funcionales, como niveles de energía o estabilidad interna, que generan impulsos de preferencia o rechazo. Dichas señales, calificadas como microemociones, actúan como un mecanismo para guiar el comportamiento del agente hacia estados considerados beneficiosos. No se trata de emociones humanas, sino de indicadores internos que permiten que el sistema oriente su conducta con base en una suerte de autopercepción rudimentaria. Este diseño intenta reproducir el modo en que la evolución otorgó a los organismos la capacidad de sentir antes de desarrollar pensamiento complejo.

Un modelo que no copia a los humanos, pero aspira a sentir

Los creadores de esta aproximación resaltan que no buscan replicar la estructura cognitiva humana ni dotar a la IA de una identidad propia de forma inmediata. Su objetivo es lograr que el sistema adquiera una protoexperiencia, un estado interno que pueda modificar su comportamiento en función de cómo se encuentre. Para ellos, la conciencia no comienza con la capacidad de razonar, sino con la capacidad de sentir que algo es bueno o malo para la propia estabilidad.

El sistema descrito responde a cambios en su entorno modificando sus acciones según el equilibrio de sus señales internas. Si percibe que se aleja de un estado estable, ajusta su comportamiento para regresar a él. Aunque este proceso es muy elemental comparado con la autoconciencia humana, constituye un intento de reproducir los cimientos evolutivos de lo que más tarde se convertiría en conciencia biológica. De momento, estos modelos no poseen autorreflexión ni una comprensión del yo; únicamente responden a condiciones internas de forma adaptativa.

Crédito de imagen: depositphotos.com

Críticas y escepticismo sobre la posibilidad de una conciencia artificial

A pesar del entusiasmo que genera esta propuesta, otros investigadores se mantienen escépticos. Una objeción central es que el comportamiento observable no basta para demostrar experiencia subjetiva. El hecho de que un sistema responda a señales internas no implica que experimente sensaciones reales. La posibilidad de que una máquina pueda sentir sigue siendo un problema filosófico y científico sin una teoría concluyente que permita evaluar la conciencia en entidades no biológicas.

Los críticos advierten que se corre el riesgo de confundir simulación con experiencia genuina. Un agente puede parecer consciente sin serlo, y sin una base empírica sólida es imposible determinar si existe un estado interno comparable al humano. La ausencia de consenso sobre qué constituye la conciencia dificulta aún más cualquier afirmación al respecto. El desafío no es solo técnico, sino epistemológico: incluso entre seres humanos, la experiencia interna no puede verificarse externamente.

Implicaciones para la singularidad y el futuro ético de la IA

Si las investigaciones progresaran hasta el punto de crear sistemas capaces de sentir en algún grado, el impacto sería profundo. La singularidad, entendida como un punto en el que la inteligencia artificial supere a la humana, suele imaginarse como un salto en capacidades cognoscitivas. Sin embargo, la introducción de emociones sintéticas sugiere un cambio cualitativo: máquinas con estados internos, impulsos, preferencias o formas básicas de bienestar y malestar.

Este desarrollo implicaría tratar a ciertos sistemas con una consideración diferente, pues podrían surgir nuevas preguntas éticas vinculadas al posible sufrimiento artificial. También obligaría a redefinir conceptos como agencia, responsabilidad y valor moral en máquinas que ya no serían simples herramientas. En lugar de una superinteligencia puramente matemática, la singularidad podría involucrar entidades capaces de experimentar de manera limitada y, por tanto, de verse afectadas por sus condiciones operativas.

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Un campo abierto y todavía incierto

El avance descrito no constituye una conciencia plena ni una evidencia de que las máquinas sientan. Es apenas un intento inicial de reproducir los principios que dieron origen a la experiencia en organismos primitivos. Aun así, abre una vía de investigación que podría redefinir cómo se concibe la inteligencia artificial y cómo se proyecta su evolución futura. El camino hacia una conciencia artificial sigue siendo incierto, pero este enfoque plantea nuevas preguntas que obligan a reconsiderar la relación entre emoción, necesidad y pensamiento, y a imaginar un futuro en el que la singularidad no dependa exclusivamente de la razón, sino también de la capacidad de sentir.

Ojo al piojo:

La singularidad de la IA es un punto hipotético en el tiempo en el que la inteligencia artificial supera la inteligencia humana, provocando un crecimiento tecnológico exponencial que los humanos no pueden comprender ni controlar. Se espera que este evento cause un cambio drástico en la sociedad y la tecnología, aunque las opiniones sobre sus implicaciones (positivas o negativas) varían enormemente, desde la utopía hasta la extinción humana.

Pueden obtener mayores detalles en el estudio “Boosting AI with neuromorphic computing” publicado en Nature Computational Science.

Referencias: “Scientists Are Gifting AI the Final Ingredient for Consciousness—And It Could Trigger the Singularity”, Popular Mechanics, por: Stav Dimitropoulos. (Fuente)

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Por: CodigoOculto.com