De acuerdo a un equipo de astrónomos, existen aproximadamente 200 millones de millones (200.000.000 millones) de estrellas en nuestro universo observable; lo más probable es que haya vida en alguna parte.
Vivimos en una época dorada para la exploración espacial. Los científicos están recopilando cantidades masivas de nueva información y pruebas científicas a un ritmo récord. Sin embargo, la vieja pregunta sigue sin respuesta: ¿estamos solos?
Las nuevas tecnologías de telescopios, incluidas las herramientas espaciales como el Telescopio Espacial James Webb, nos han permitido descubrir miles de exoplanetas potencialmente habitables que podrían albergar vida similar a la de la Tierra.
Los detectores de ondas gravitacionales han abierto una nueva vía para la exploración espacial al detectar distorsiones espacio-temporales causadas por agujeros negros y supernovas a millones de años luz de distancia.
Las empresas espaciales comerciales han acelerado aún más estos avances, lo que ha dado lugar a naves espaciales cada vez más sofisticadas y cohetes reutilizables, lo que significa una nueva era en la exploración espacial.
La misión OSIRIS-REx de la NASA aterrizó con éxito en el asteroide Bennu cuando estaba a 333 millones de km de la Tierra y trajo muestras de rocas y polvo.
Varios países han desarrollado la capacidad de desplegar robots en la Luna y en Marte, con planes de enviar humanos a estos cuerpos celestes en el futuro.
Un motor central de todos estos ambiciosos esfuerzos sigue siendo la cuestión fundamental de si existe —o ha existido alguna vez— vida en otras partes del universo.
Definir la vida
Definir la vida es sorprendentemente difícil. Aunque reconocemos intuitivamente que los organismos vivos tienen vida, una definición precisa sigue siendo difícil de alcanzar. Los diccionarios ofrecen varias descripciones, como la capacidad de crecer, reproducirse y responder a los estímulos.
Pero incluso estas definiciones pueden ser ambiguas.
Una definición más completa considera la vida como un sistema químico autosostenible capaz de procesar información y mantener un estado de baja entropía, con poco desorden o aleatoriedad.
Los seres vivos requieren constantemente energía para mantener su organización molecular y conservar sus estructuras y funciones altamente organizadas. Sin esta energía, la vida se sumiría rápidamente en el caos y el deterioro.
Esta definición abarca la naturaleza dinámica y compleja de la vida, haciendo hincapié en su capacidad de adaptación y evolución.
La vida en la Tierra, tal como la entendemos actualmente, se basa en la interacción del ADN, el ARN y las proteínas. El ADN sirve como modelo de la vida, ya que contiene las instrucciones genéticas necesarias para el desarrollo, la supervivencia y la reproducción de un organismo. Estas instrucciones se convierten en mensajes que guían la producción de proteínas, los caballos de batalla de la célula que son responsables de una amplia gama de funciones.
Este intrincado sistema de replicación del ADN, síntesis de proteínas y procesos celulares, todos basados en largas cadenas de moléculas unidas por átomos de carbono, es fundamental para la vida en la Tierra. Sin embargo, el universo puede albergar formas de vida basadas en principios y bioquímicas completamente diferentes.
Algo más que carbono
La vida en otros lugares podría utilizar diferentes elementos como bloques de construcción. El silicio, con sus similitudes químicas con el carbono, ha sido propuesto como una posible alternativa.
Si existen, las formas de vida basadas en el silicio pueden presentar características y adaptaciones únicas. Por ejemplo, podrían utilizar estructuras basadas en el silicio como soporte, análogas a los huesos o caparazones de los organismos basados en el carbono.
Aunque aún no se han encontrado organismos basados en el silicio en la Tierra, el silicio desempeña un papel importante en muchas formas de vida existentes. Es un componente secundario importante para muchas plantas y animales, que desempeña funciones estructurales y funcionales. Por ejemplo, las diatomeas, un tipo de alga que se encuentra en el océano, tienen paredes celulares vítreas hechas de dióxido de silicio transparente.
Esto no convierte a las diatomeas en formas de vida basadas en el silicio, pero sí demuestra que el silicio puede actuar como un componente básico de un organismo vivo. Pero todavía no sabemos si existen formas de vida basadas en el silicio, ni cómo serían.
Los orígenes de la vida en la Tierra
Existen hipótesis contrapuestas sobre cómo surgió la vida en la Tierra. Una de ellas es que los componentes básicos de la vida llegaron en meteoritos o dentro de ellos. La otra es que esos componentes básicos se unieron espontáneamente a través de la geoquímica en el entorno primitivo de nuestro planeta.
De hecho, se ha descubierto que los meteoritos transportan moléculas orgánicas, incluidos aminoácidos, que son esenciales para la vida. Es posible que las moléculas orgánicas se formaran en el espacio profundo y luego fueran traídas a la Tierra por meteoritos y asteroides.
Por otro lado, los procesos geoquímicos en la Tierra primitiva, como los que ocurren en pequeños estanques cálidos o en respiraderos hidrotermales en las profundidades del océano, también podrían haber proporcionado las condiciones e ingredientes necesarios para que surgiera la vida.
Sin embargo, ningún laboratorio ha sido capaz hasta ahora de presentar una vía completa y segura para la formación del ARN, el ADN y la primera vida celular en la Tierra.
Muchas moléculas biológicas son quirales, lo que significa que existen en dos formas que son imágenes especulares entre sí, como la mano izquierda y la derecha. Aunque las moléculas zurdas y diestras se producen normalmente en cantidades iguales de forma natural, análisis recientes de meteoritos han revelado una ligera asimetría, que favorece la forma zurda hasta en un 60 %.
Esta asimetría en las moléculas orgánicas derivadas del espacio también se observa en todas las biomoléculas de la Tierra (proteínas, azúcares, aminoácidos, ARN y ADN), lo que sugiere que podría haber surgido del ligero desequilibrio procedente del espacio, lo que respalda la teoría de que la vida en la Tierra es de origen extraterrestre.
Posibilidades de vida
El ligero desequilibrio en la quiralidad observado en muchas moléculas orgánicas podría ser un indicador de que la vida en la Tierra se originó a partir del envío de moléculas orgánicas por parte de vida extraterrestre. Bien podríamos ser descendientes de vida que se originó en otro lugar.
La ecuación de Drake, desarrollada por el astrónomo Frank Drake en 1961, proporciona un marco para estimar el número de civilizaciones detectables dentro de nuestra galaxia.
Esta ecuación incorpora factores como la tasa de formación estelar, la fracción de estrellas con planetas, y calcula la fracción de esos planetas donde puede surgir vida inteligente. Una estimación optimista utilizando esta fórmula sugiere que podrían existir 12 500 civilizaciones alienígenas inteligentes solo en la Vía Láctea.
El argumento principal a favor de la vida extraterrestre sigue siendo probabilístico: teniendo en cuenta la gran cantidad de estrellas y planetas, parece muy improbable que la vida no haya surgido en otros lugares.
La probabilidad de que la humanidad sea la única civilización tecnológica en el universo observable se considera inferior a una entre 10 mil billones de billones. Además, la posibilidad de que se desarrolle una civilización en un solo planeta habitable es superior a una entre 60 mil millones.
Con unos 200 mil billones de billones de estrellas estimadas en el universo observable, la existencia de otras especies tecnológicas es muy probable, potencialmente incluso dentro de nuestra galaxia, la Vía Láctea.
[FT: the conversation]
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