Muchos alquimistas pasaron sus vidas buscando la anhelada piedra filosofal, aquella hipotética sustancia que los dotaría de «juventud eterna» y que podría convertir cualquier metal en el codiciado oro. Se escribieron muchos textos, sin embargo su contenido no es tan fácil de entender, fueron escritos de forma hermética, quizá para salvaguardar los secretos alquímicos y también para evitar ser condenados a una dura sentencia o a la muerte por las autoridades religiosas. Uno de esos libros es el «Liber Duodecem Portarum», y en este artículo del sitio El Espejo Gótico, se tratan muchos datos interesantes.
Si existió alguna vez un hombre capaz de haber descifrado el secreto de la Piedra Filosofal, ése fue George Ripley (1415-1490), probablemente el alquimista más influyente de todos los tiempos.
En 1477 escribió su obra cumbre: El compendio del alquimista (The Compound of Alchymy), también conocido como Liber Duodecem Portarum (El libro de las doce puertas), en referencia a las doce etapas en la fabricación de la Piedra Filosofal.
Antes de proseguir con este notable libro prohibido, resulta oportuno decir algo acerca de la Piedra Filosofal.
Piedra Filosofal
El Lapis Philosophorum, o Piedra Filosofal, es básicamente una sustancia legendaria, capaz de lograr toda clase de trasmutaciones; entre ellas, convertir cualquier metal en oro – lo cual se conoce como chrysopoeia-, pero también de obtener para su creador nada menos que la vida eterna.
Podemos pensar que la posibilidad de crear oro a partir de otros metales siempre fue un asunto secundario para los alquimistas, casi una excusa, de cara a la nobleza y la aristocracia, para justificar sus inversiones. La verdadera búsqueda de la Piedra Filosofal tiene que ver con la obtención de la inmortalidad.
En los Rollos de Ripley se explica, paso a paso, cómo fabricar la Piedra Filosofal, es decir, el método preciso para obtener el elixir de la vida eterna. En este contexto, la Piedra Filosofal es, a la vez, un símbolo de la perfección espiritual e intelectual a las que aspira la alquimia, pero también una meta objetiva: el Magum Opus, o Gran Obra.
De las escasas copias completas que George Ripley hizo circular en su tiempo – una de ellas dedicada al rey Eduardo IV – solo sobreviven alrededor de veinte, todas incompletas, y con ilustraciones falaces insertadas por artistas maliciosos con el propósito de desalentar a los curiosos.
Uno de estos espíritus inquietos fue nada menos que Paracelso. Si bien no consiguió descifrar del todo las recetas de George Ripley, se aproximó lo suficiente a la Piedra Filosofal como para esbozar una especie de manual para crear un homúnculo.
Otro famoso ocultista, John Dee, utilizó la receta de la Piedra Filosofal de George Ripley para traducir el Enoquiano: el lenguaje de los ángeles descrito en El libro de Enoc. De hecho, el verdadero «Necronomicón» de John Dee abunda en oscuras referencias a la Piedra Filosofal.
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Esta es otra de las maravillosas propiedades de la Piedra Filosofal: la posibilidad de comprender todos los idiomas, todas las lenguas, mortales e inmortales, como el lenguaje de las hadas; la Lengua Adánica, es decir, aquella que se hablaba en el Paraíso; el lenguaje de los vampiros, la Lingua Diaboli, balbuceada en el infierno, e incluso el confuso lenguaje de las flores.
Tipos de Piedra Filosofal
Salvo aquellos que sí han logrado fabricar la Piedra Filosofal, nadie sabe exactamente cómo luce esa sustancia misteriosa. De acuerdo a los libros de George Ripley, existen dos tipos diferentes de Piedras Filosofales, y ambas se fabrican siguiendo más o menos el mismo procedimiento.
La Piedra Filosofal Blanca, también llamada Calculus Albus, literalmente, «piedra blanca», es capaz de transformar cualquier metal en plata. Se trata de una versión, digamos, inmadura, de la Piedra Filosofal completamente terminada. No permite conseguir la vida eterna, pero sí es capaz de brindar una mayor longevidad y un aspecto joven durante mucho más tiempo.
La Piedra Filosofal Roja, o Lapis Rubeus, es, en esencia, la forma más acabada y perfecta que puede conseguirse. Esta versión sí puede convertir cualquier metal en oro, aunque esto finalmente resulte despreciable si lo comparamos con las otras propiedades que puede facilitar a su creador, entre ellas, la vida eterna.
Para añadir mayor confusión al asunto, George Ripley aclara que tanto la Piedra Blanca como la Piedra Roja no se caracterizan por evidenciar esos colores. La primera, en todo caso, tiene un aspecto más bien anaranjado, mientras que la segunda se encuentra entre el color rojo y el púrpura, aunque también puede presentarse de manera transparente, dependiendo del temple del alquimista, o directamente negra, si su creador es un nigromante.
En cualquier caso, el ingrediente que le da vida a la Piedra Filosofal es un misterioso elemento primordial llamado Carmot, del cual se desprenden los cuatro elementos conocidos por la alquimia: fuego, tierra, aire y agua, siendo estos apenas formas degradadas del original. El Carmot es descrito de forma simbólica en las ilustraciones de las Doce Puertas de George Ripley.
Hasta el día de hoy nadie ha logrado traducir por completo este inquietante libro; por otro lado, también es justo razonar que aquellos que sí lo han conseguido no tienen razones para decirlo abiertamente. Se sabe que los inmortales tienden a evitar a la opinión pública.
Menos aún sabemos acerca de la vida de George Ripley, excepto que se hizo inmensamente rico y que luego donó su fortuna a los caballeros de la isla de Malta; sitio en el que viviría como un humilde ermitaño hasta el fin de sus días.
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