Diferentes mitologías cuentan en su cosmología con un lugar de destino para los difuntos y entre ellos, especialmente es el caso de cómo se entendía este lugar en el antiguo Egipto que llamaba a este lugar Duat.
Según estas creencias, el mundo se dividía entre Geb (la Tierra), Shu (región atmosférica) y Nut (los cielos), tres conceptos que se personificaban en deidades y en esta concepción jugaba un papel importante el dios Ra que con dos navíos realizaba un viaje por los cielos y por el reino de Duat con el que traía y se llevaba la luz.
Por el día navegaba por los cielos de este a oeste y al atardecer cambiaba de barca para internarse en este reino que debía de cruzar de oeste a este en un peligroso viaje por un oscuro y misterioso lugar.
En esta travesía la deidad debía pasar por doce puertas, una por cada hora, para superar diferentes desafíos como enfrentarse a una variedad de bestias y monstruos o resolver acertijos para que en la última estancia fuera resucitado y pudiera volver a traer la luz al mundo realizando un ciclo diario de muerte y resurrección.
El juicio de las almas
Este reino era también el lugar en donde las almas de los difuntos debían de ser juzgadas las cuales primeramente habían de atravesar las puertas de entrada recitando los nombres de sus guardianes para, una vez dentro, dirigirse al «Salón del Juicio», lugar en el que las almas debían de declarar su inocencia y enfrentarse a una serie de entidades para conseguir acceder finalmente a la «Cámara de las verdades». Aquí cada alma sería recibida por Anubis quien procedería a pesar el corazón del difunto en la denominada «Balanza de la Justicia» disponiendo el corazón en un lado y la pluma de Maat en el otro.
A partir de este punto podrían suceder dos cosas: si el corazón pesaba más que la pluma, se determinaba que el individuo no era lo suficientemente puro y era devorado por Ammit, con esto se producía «la segunda muerte» pues al difunto ya no se le permitía la existencia en este reino, pero si el corazón pesaba menos que la pluma, el alma podía entonces dirigirse a Aaru, un lugar paradisíaco emplazado también dentro de este reino como sucedía con las islas de los bienaventurados en el inframundo griego.
Los antiguos egipcios creían que el alma (o lo que actualmente identificaríamos con este concepto) residía en el corazón y es por este motivo por el que se pesaba este órgano en concreto.
Este reino era un lugar tenebroso en el que habitaban diferentes monstruos pero no era entendido como un infierno, sino como un lugar de destino para las almas.
Las principales fuentes por las que se dispone de esta información son el «Libro de las Puertas» y el «Libro de los Muertos» y obras posteriores como «Libro del Amduat» así como otras referencias como los «Textos de los Sarcófagos».
Nuestra compañera Sonia Gupta del canal AEnigma se adentra en este tema con mayor detalle en el siguiente vídeo:
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