Una extraña tormenta se desató cuando la estatua de Tláloc, dios azteca de la lluvia, iba a ser colocada en el Museo de Antropología.
Era el 16 de abril de 1964 en Ciudad de México. La antigua escultura de Tláloc estaba siendo trasladada a la entrada del Museo de Antropología pero una tormentosa lluvia cayó ese día. No era temporada lluviosa, así que fue muy inusual. Es una coincidencia casi mágica. A la estatua se le atribuye un poder místico.
La estatua es muy antigua y es considerada el quinto monolito más grande del mundo. Tiene 4,5 metros de ancho y 7,11 metros de altura.
Dios Tláloc y su estatua emblemática en el pueblo de Coatlinchán
Fue descubierta enterrada en el pueblo de Coatlinchán, en el municipio de Texcoco, ubicado a 57 kilómetros de la Ciudad de México. La comunidad la conocía como «la piedra de los tecomates» y primero se reportó de su presencia en el siglo 19.
Fue identificada como Tláloc por el arqueólogo Leopoldo Batres. Tláloc era un dios antiquísimo, el dios de la lluvia y de las tormentas. Apareció en numerosos pueblos mesoamericanos, principalmente los aztecas o mexicas. También fue conocido como Chaac por los mayas y Pitao Cocijo por los zapotecos.
Su figura se representa con una máscara que contiene dos serpientes enrolladas que forman su nariz y delinean sus ojos. Tláloc generaba las nubes y las lluvias, así que era esencial para la fertilidad, la agricultura y los alimentos.
Rebelión del pueblo
La estatua de Tláloc fue transportada hacia el Museo Nacional de Antropología en Ciudad de México bajo mandato del presidente Adolfo López Mateos. Él quería colocar una escultura emblemática en la entrada. Esto se planeó para la inauguración del magnífico museo, en septiembre de 1964.
El pueblo de Coatlinchán acordó que el monolito fuera trasladado, aunque muchos protestaron e hicieron un boicot, tirando piedras, cortando los cables sostenedores y ponchando las llantas de los camiones. ¡Incluso llevaron rifles! Por eso el presidente puso al Ejército para que custodiara. Al sacar el ídolo del pueblo, la gente lo despidió con música y fuegos artificiales. El monumento era muy querido por la gente.
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Para este Tláloc de 167 toneladas, se construyó una plataforma especial de 24 metros de largo y 6 de ancho. La travesía fue de 5 km por hora y prosiguió por una carretera hacia la Ciudad de México y luego por las avenidas. Debido a la altura del monolito, técnicos tuvieron que cortar cables eléctricos y telefónicos.
La extraña lluvia torrencial
A las 8 de la noche, en San Lázaro, comenzó la lluvia torrencial, una tormenta con rayos y truenos. Hasta hubo inundaciones. No era temporada lluviosa, así que fue un evento extraño y casi mágico, atribuido al poder del dios de la lluvia. El siguiente es un vídeo del traslado:
El ídolo fue seguido por 60.000 personas, citadinos, turistas y del pueblo de Coatlinchán. Nadie esperaba la lluvia, pero no les importó mojarse. Tláloc llegó al Museo de Antropología en la madrugada del 17 de abril.
A la estatua también se le atribuyeron capacidades curativas cuando yacía en Coatlichán, porque tiene unas figuras esculpidas en forma de jícara que se llenaban de agua de lluvia (aguas curativas, según la creencia). Eso, además de la inusitada lluvia cuando entraba a la Ciudad de México, la convierten en una escultura enigmática con posibles poderes místicos.
Imagen de portada: «Tlaloc» por Kaloyan Kalamov, vía artstation.com
Por: Erick Nielssen
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