Aunque no lo creas, todavía existen lugares en la Tierra que la gente no puede visitar. Estos sitios cubiertos de misterio y protegidos por leyes o por la propia naturaleza siguen siendo casi desconocidos. Van más allá de antiguos templos llenos de significado espiritual e islas que albergan fauna salvaje en peligro de extinción.
A pesar de los avances tecnológicos y del creciente acceso a los viajes, estos lugares prohibidos alimentan la curiosidad humana y ponen de relieve los límites de la exploración. Contienen historias jamás contadas y secretos ocultos, a veces por la seguridad del medio ambiente y la protección del patrimonio cultural. El misterio que rodea a estas zonas prohibidas nos anima a averiguar más sobre el origen de estos lugares y las razones de su aislamiento.
1- Gran Santuario de Ise, Japón
El Gran Santuario de Ise, en Japón, es un lugar tranquilo que simboliza la tradición y la espiritualidad. Está dedicado a Amaterasu, la diosa sintoísta que se cree que es la antepasada de la familia imperial japonesa y la diosa del sol y el universo. Debido a su significado religioso, este santuario tiene importancia nacional.
Una de las características más interesantes del santuario es su arquitectura. Está construido con técnicas antiguas que utilizan madera en lugar de clavos. Este método revela la destreza y los conocimientos arquitectónicos del antiguo Japón al conectar el presente con las tradiciones del pasado.
El santuario se reconstruye desde cero cada 20 años, en un ritual que celebra la creencia sintoísta en la renovación y la impermanencia. La reconstrucción más reciente se hizo en el año 2013. El ritual de Shikinen Sengu pone de relieve el recordatorio del cambio constante de la vida y la importancia de establecer una conexión con nuestro patrimonio.
A pesar de ser un importante lugar cultural y religioso, la mayor parte del santuario está cerrada a los visitantes. Sólo los sacerdotes y los miembros de la familia imperial pueden entrar en las zonas más recónditas del santuario. Estas restricciones también ayudan a preservar la santidad y pureza de la región.
Sin embargo, los visitantes pueden sentir la espiritualidad y la importancia histórica del santuario desde los miradores designados en su entorno y caminando por el bosque y los senderos que lo rodean. Estas zonas ofrecen una experiencia tranquila, que permite a los visitantes reflexionar y beneficiarse de los elementos sagrados del santuario.
2- Maya Bay, Tailandia
Maya Bay se encuentra en la isla de Ko Phi Phi Leh, en Tailandia, y es conocida por su belleza paisajística, que atrae a turistas de todo el mundo. Tras aparecer en la película de 2000 La playa, protagonizada por Leonardo DiCaprio, la popularidad de la bahía aumentó repentinamente, atrayendo a más de un millón de visitantes cada año.
Sin embargo, este aumento de popularidad tuvo un impacto negativo en su ecosistema. La playa, de arenas blancas y aguas transparentes, empezó a recibir mucho tráfico, lo que contribuyó a la presión demográfica y a la contaminación de la isla.
El gobierno local tailandés, consciente de la necesidad de conservar y rehabilitar el hábitat natural de Maya Bay, decidió prohibir las visitas turísticas en 2019. Esta decisión supuso un cambio significativo para dar prioridad a la conservación del medio ambiente frente a los beneficios del turismo. Los principales objetivos del cierre son permitir que el ecosistema de la bahía se recupere y aplicar medidas que mantengan su estado a largo plazo.
Actualmente se trabaja en el cultivo de corales y la limpieza de la playa, para que Maya Bay pueda disfrutarse de forma sostenible sin dañar el medio ambiente. El objetivo es reabrir algún día la bahía a los turistas para mostrar cómo se puede hacer turismo sin comprometer el paisaje natural y el disfrute de los visitantes.
Con estas acciones, se está dando a Maya Bay la oportunidad de recuperar su atractivo para los visitantes, al tiempo que sirve de valiosa lección de conservación para otros parajes naturales del mundo.
3- Isla Morgan, EE. UU.
Morgan Island es una isla creada artificialmente situada cerca de la costa de Carolina del Sur, está ocupada principalmente por más de 4.000 monos rhesus. También conocida como la Isla de los Monos, está cerrada a los visitantes desde 1979.
Esta restricción se puso en marcha cuando una colonia de monos fue reubicada en la isla desde Puerto Rico. El principal motivo del traslado fue la preocupación por la salud, ya que los monos formaban parte de una investigación destinada a conocer el virus del herpes B, que pueden portar y transmitir.
El aislamiento de la isla es importante para la seguridad tanto de los monos como de los humanos. Los visitantes humanos podrían introducir enfermedades a las que los monos no son inmunes, o viceversa, lo que podría provocar una crisis sanitaria. Además, el comportamiento y la salud de los monos se vigilan con fines científicos, y la interferencia humana podría afectar a los datos y perturbar los comportamientos naturales que se estudian.
Para minimizar la interacción humana, los monos de la isla Morgan se alimentan a través de un sistema automatizado operado desde instalaciones cercanas. Este sistema garantiza que reciban los nutrientes necesarios sin tener que tratar físicamente con humanos. La isla está gestionada por el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas, que supervisa la investigación y el mantenimiento de este entorno controlado.
La instalación de la isla Morgan es uno de los mejores ejemplos de cómo las intervenciones humanas en los hábitats de la fauna salvaje pueden gestionarse de forma responsable y ética. Permite a los investigadores vigilar y analizar el comportamiento de los monos en un entorno seminatural, manteniendo a salvo tanto a los animales como a las personas.
4- Uluru, Australia
Uluru, antes conocida como Ayers Rock, es una gran formación de piedra rojiza situada en el centro del Territorio del Norte de Australia. Se calcula que tiene unos 500 millones de años.
Se alza solitaria sobre el terreno llano que la rodea y tiene un significado considerable para los anangu, los habitantes de la región. Para los anangu, Uluru no es sólo un punto de referencia, sino una parte fundamental de su patrimonio espiritual y cultural, que aparece en muchas de sus historias y rituales tradicionales.
Por su belleza e importancia espiritual, Uluru creció hasta convertirse en una notable atracción turística. Sin embargo, esta popularidad tenía sus inconvenientes. La mayoría de los turistas escalaban la roca sin conocer ni preocuparse por la importancia cultural del pueblo anangu.
Esta escalada, junto con otros comportamientos irrespetuosos como arrojar basura y hacer ruido, causaba importantes molestias a la comunidad indígena y daños al medio ambiente.
Reconociendo la necesidad de preservar este patrimonio cultural vital, en 2017 se tomó la decisión de prohibir oficialmente la escalada en Uluru. Esta prohibición se implementó en octubre de 2019 junto con un énfasis en el reconocimiento de los derechos indígenas y sus territorios.
El cierre fue ampliamente apoyado por la comunidad indígena y marcó un momento significativo en el reconocimiento de su conexión histórica y presente con la tierra.
Actualmente, a quienes desean disfrutar de la vista de Uluru solo se les permite hacerlo sobre el terreno mientras se les informa y educa sobre el significado cultural, histórico y natural de la zona a través de visitas educativas y centros de información. Estos esfuerzos garantizan que Uluru se preserve como una maravilla natural y un lugar sagrado que merece aprecio.
5- Isla Surtsey, Islandia
La isla de Surtsey apareció en el océano en 1963, como consecuencia de una violenta erupción volcánica en la costa sur de Islandia. Es uno de los pocos lugares de la Tierra donde los científicos pueden estudiar cómo se inicia y evoluciona la vida en nuevas tierras sin ninguna interferencia humana.
La isla está prohibida al público en general para que no se contamine. Esta estricta protección permite a los científicos observar cómo las plantas y los animales se toman su tiempo para extenderse por nuevas tierras.
Cada especie que vive en Surtsey ayuda a comprender cómo la naturaleza lleva a cabo los procesos de evolución. Por ejemplo, los investigadores han documentado la transmisión de semillas traídas a través de las corrientes oceánicas o los excrementos de las aves, que luego echan raíces en la isla y poco a poco empiezan a formar ecosistemas.
Surtsey ha permanecido confinada, por lo que constituye el laboratorio natural perfecto. Es útil ver dónde empieza la vida de la nada porque los ecólogos a menudo tienen que estudiar procesos que son difíciles de estudiar de otro modo. La política de prohibición de visitas evita que el proceso de desarrollo se vea comprometido por la interferencia humana.
Al estudiar Surtsey, obtenemos una visión clara de los procesos ecológicos y geológicos de la Tierra. Esta investigación es importante para entender cómo la vida puede mantenerse en condiciones extremas, ofreciendo lecciones sobre supervivencia y adaptación que son valiosas para preservar la biodiversidad de la Tierra.
En busca de lo oculto
La idea de zonas restringidas alimenta en nosotros la curiosidad. Nos dice que, a pesar de los avances tecnológicos y del deseo de explorar distintas partes del mundo, algunas zonas siguen estando fuera de nuestro alcance. Estas restricciones ponen aún más de relieve la necesidad de dar prioridad a la conservación frente a la exploración.
Esta necesidad de aprender, combinada con la apreciación de la naturaleza, nos ayuda a comprender el funcionamiento del mundo sin dejar un impacto negativo. También fomenta los discursos sobre el medio ambiente, la sostenibilidad y la conservación de las especies animales, contribuyendo a crear un planeta más seguro, inclusivo y bien conservado para las generaciones futuras.
Fuente: medium – Lessons from History
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