A lo largo de la historia, el origen de la vida siempre ha sido un tema que genera debates y pasiones. Por eso existen diferentes corrientes y teorías con sus respectivos defensores, aunque también están los detractores de esas posturas. Sin embargo, Andrew Crosse tuvo el acierto de crear vida hace 180 años atrás en un hecho sin precedentes.
¡El genio de un científico aficionado!
La pasión que Andrew Crosse sentía por la ciencia, lo llevó a convertirse en un científico aficionado, con deseos de que su nombre fuera escrito en la historia. ¡Y vaya que lo logró! Tal vez no como él quería, pero sí lo consiguió
Todo comenzó luego de la muerte de sus padres y heredar la enorme finca familiar, haciendo posteriormente unos arreglos a la casa. De esa manera convirtió el salón de música de la antigua residencia en un cuarto eléctrico, el lugar donde llevaría a cabo sus experimentos.
Durante años Crosse se dedicó por completo a la investigación de la electricidad atmosférica, construyendo un formidable aparato para realizar sus pruebas. Así llegaría a ser uno de los primeros individuos en fabricar fuentes de electricidad voltaica. El objetivo de estos experimentos estaba enfocado en la creación de minerales artificiales. ¿Cuál fue el resultado?
Se crean insectos de manera accidental
Todo parece indicar que después de una profunda investigación y una serie de experimentos en 1837, sucedió algo impensable. Aparecieron unos insectos sobre la mesa de trabajo, un hecho que resultó inesperado para Andrew Crosse en aquel momento.
De acuerdo con lo que describió Cornelia –esposa de Crosse- en su libro publicado en 1857, estos insectos se formaron por accidente. En las pruebas llevadas a cabo por Crosse, usaba una roca porosa del Vesubio que siempre estaba electrificada por medio de unos cables que se conectaban a una batería voltaica.
Para los efectos del experimento, Andrew hizo una mezcla de ácido clorhídrico, agua y silicato de potasa, luego vertió unas gotas sobre la roca porosa. La intención era obtener cristales de sílice artificialmente pero falló en el intento, en cambio aparecieron los insectos.
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Detalles del proceso
Durante varias semanas Andrew Crosse estuvo observando minuciosamente la roca, esperando ver los cristales, pero estos nunca se mostraron. Sin embargo, al día 14 después del experimento pudo apreciar unas “pequeñas excresencias de color blanco” que salían de la piedra.
Luego en el día 18 de observación, pudo notarse que los abultamientos anormales en la piedra, habían aumentado de tamaño. Incluso se podía apreciar en ellos algunos filamentos que se proyectaban hacia el exterior. A estas alturas, ya era muy evidente que no estas figuras no eran los minerales artificiales que Crosse estaba intentando crear.
Lo que ocurrió el día 26 desafiaba toda la comprensión humana, porque los abultamientos finalmente tomaron la forma de un insecto. Comenzaban a erguirse sobre unas pocas hebras que formaban lo que parecía ser su cola. Para el día 28, ya los pequeños insectos movieron sus patas y se desprendieron de la piedra, andando a placer.
Estudio bajo el microscopio
Tanto Andrew Crosse como su esposa y colaboradores no salían de su estupor por la extraña aparición de aquellos insectos, casi un centenar de ellos se formaron en la piedra. De allí que decidieron estudiarlos bajo el microscopio, a fin de tener detalles más exactos.
De esa manera lograron determinar que había dos tipos de insectos, unos más pequeños que contaban con 6 patas, y otros más grandes con 8. Ante este descubrimiento, fueron convocados distintos entomólogos quienes concluyeron que las criaturas eran ácaros y pertenecían a las familias de los Acarus.
Nuevos experimentos con iguales resultados
Un tiempo después de aquella experiencia, Andrew Crosse repitió en varias oportunidades su experimento, pero aplicando materiales diferentes. Por increíble que parezca los resultados siempre fueron los mismos, aunque con algunas variaciones.
Por ejemplo, en una ocasión que utilizó una gran cantidad de cloro dentro del contenedor, se formaron los insectos pero nunca se movieron. En otros casos lograban crecer unos centímetros y trepar por el alambre electrificado, intentando escapar del contenedor.
Es cierto que Andrew Crosse falló en el intento de crear minerales sintéticos, pero sus experimentos no pueden catalogarse como un fracaso. Pues tuvo el privilegio de crear el insecto perfecto, aun cuando lo hizo accidentalmente. ¿Cuántos científicos han conseguido tal proeza?
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