“Adán fue el primer feto”, una historia bastante similar a la narrada por Zecharia Sitchin en 1978. ¿Fueron el primer hombre y la primera mujer el producto de un experimento genético extraterrestre?

Sitchin consideraba este hecho como una confirmación de sus propias traducciones sumerias, sobre todo teniendo en cuenta que hasta el siglo XX la ciencia moderna no empezó a pensar en la manipulación del genoma humano.

El caduceo, un símbolo de la medicina que aún se utiliza hoy en día, también sugiere que los sumerios nos legaron símbolos de la ciencia de la clonación, olvidada hace mucho tiempo.

Los misterios del ADN

El antiguo símbolo de la medicina vivificante, la imagen de dos serpientes enroscadas en un bastón alado, guarda un sorprendente parecido con la doble hélice de las moléculas de ADN.

Crédito de imagen: depositphotos.com

Descubierto en 1946, el ADN (ácido desoxirribonucleico) está formado por los aminoácidos que componen la célula humana y contiene el código genético humano.

Mediante la manipulación del ADN se puede crear un clon (copia) o un híbrido.

Desde los años 70 se acumulan pruebas de que los primeros humanos primitivos proceden de África, donde se han encontrado los restos más antiguos.

“Lucy” y otros huesos de Australopithecus indican claramente que los primates vivieron en esta parte del mundo hace más de tres millones de años.

Contrariamente a la creencia popular, los científicos C.P. Groves, Charles E. Oxnard y Louis Leakey sostienen que la estructura corporal de los australopitecinos era radicalmente distinta de la de los humanos.

Groves sostiene que se necesitan principios “no darwinianos” para explicar la relación entre “Lucy” y los humanos modernos.

Pero, ¡ay de los que desafían la sabiduría convencional! Muchos investigadores independientes creen que los conspiracionistas intentan suprimir cualquier descubrimiento que contradiga la teoría científica aceptada.

Un ejemplo es el destino de Thomas E. Lee, que trabajaba en el Museo Nacional de Canadá.

El descubrimiento de Thomas E. Lee que podría cambiarlo todo

A principios de la década de 1950, Lee descubrió avanzadas herramientas de piedra congeladas en el hielo de la isla de Manitoulin, en el Hurón.

Algunas antiguas herramientas de piedra. Cortesía: cronica.com.mx

Los utensilios tenían al menos 65.000 años, pero algunas investigaciones sugerían que podían tener hasta ciento veinticinco mil años, lo que era totalmente contrario a las teorías convencionales.

Lee afirmó que había sido “destituido” de su cargo, que su trabajo había sido tergiversado y que nadie quería publicar los resultados de su trabajo.

La mayoría de los objetos fueron almacenados y el director del museo fue despedido por negarse a destituir a Lee.

El destino de Lee no es único, señalan los autores del libro “Arqueología prohibida“. Existe un filtro en la comunidad científica que filtra los hechos no deseados.

Este filtrado del conocimiento se ha producido durante más de un siglo y sigue produciéndose hoy en día. Un investigador particularmente indignado escribió recientemente:

“Nótese que instituciones científicas como la Smithsonian Institution o la National Geographic Society de Estados Unidos fueron creadas por la élite mundial para menospreciar, distorsionar o simplemente ignorar cualquier descubrimiento científico que pudiera ayudar a la gente a descubrir sus verdaderos orígenes.

La Biblia es clara: Adán y sus descendientes no estaban destinados a un destino fácil, sino a la simple supervivencia y al trabajo duro bajo la mano de sus ‘dioses’.

Los Anunnaki

De los textos sumerios se desprende que “la raza Annunaki maltrataba a los esclavos que creaba, igual que nosotros maltratamos a nuestros animales domésticos, como el ganado, que mantenemos sólo para explotarlos”.

La esclavitud ha sido un fenómeno generalizado en las sociedades humanas desde las primeras civilizaciones conocidas hasta prácticamente nuestros días.

No es de extrañar que los Annunaki fueran vanidosos, mezquinos, crueles, odiosos: prácticamente todos rasgos negativos.

Todo indica que intimidaban mucho a sus esclavos y les interesaba poco su sufrimiento. Pero al final decidieron dar a la humanidad la primera civilización: la civilización sumeria.

Sin embargo, esta civilización fue precedida por nuevas modificaciones del código genético humano y, finalmente, por un intento de destruir por completo la raza humana. Como los primeros humanos no podían reproducirse, los Annunaki se vieron obligados a crear más y más individuos.

Se trataba de un proceso largo, dado el tiempo transcurrido desde la fecundación hasta el nacimiento. Por ello, Enki y Ninharsag intentaron crear una raza de Adanes que pudiera reproducirse por sí misma.

Creación de una versión de “Adanes”

Génesis 2:8-15 deja claro que los Adanes fueron creados en otro lugar, y sólo después de nacer fueron llevados al Jardín del Edén, la colonia Annunaki original de E.DIN, que se describe cuidadosamente como la llanura entre el Tigris y el Éufrates.

El mito de Adapa. Crédito de imagen: Wikimedia Commons

Los textos sumerios describen cómo el envidioso Enlil se llevó por la fuerza a los humanos del laboratorio africano de Enki a E.DIN para que cultivaran alimentos y sirvieran a sus amos Annunaki.

Pero Enlil necesitaba más trabajadores y pidió ayuda a su hermano Enki. En la versión de Alford, para vengarse de Enlil por el robo de su laboratorio africano, Enki fue al Edén y creó un laboratorio de producción humana para Enlil, cambió en secreto el código genético para que los humanos allí creados pudieran reproducirse sexualmente.

Los investigadores especulan que necesitó el ADN vivificante de Adama, que probablemente se obtuvo extirpando una costilla mientras el paciente estaba anestesiado.

Esta vez, el ADN masculino de Adán se unió al ADN femenino de Eva, no al de los Annunaki; probablemente fue necesario extraer una o dos secciones de ADN y luego volver a ensamblar la cadena, lo que es posible hoy en día con la tecnología moderna.

El resultado fue un Adán macho capaz de reproducirse con una Eva hembra, o como dice la Biblia, “conocer a la mujer”.

Se le concede el donde la “procreación” a Adán

Adán recibió el “conocimiento” de la procreación, pero esto no fue aprobado por varios Elohim-Annunak, incluido Enlil. Temían que el siguiente paso fuera que los humanos quisieran vivir tanto como ellos.

Crédito de imagen: Wikimedia Commons

Así, como resultado de la manipulación genética, la esperanza de vida humana se redujo drásticamente, al igual que su capacidad para utilizar todo el potencial de sus cerebros.

Así como creció el número de personas en las minas de los Annunaki en los confines del mundo en Mesopotamia, muchas personas fueron llevadas a trabajar a otras ciudades construidas a lo largo de los ríos Tigris y Éufrates.

Algunos trabajaron en las minas, mientras que otros quizá escaparon y se escondieron en el desierto, o quizá fueron enviados para controlar a la población.

En cualquier caso, fueron desterrados del Edén.

El resultado del creciente número de seres humanos y su relación cada vez más estrecha con la raza Annunaki era predecible. Según el primer libro de Moisés:

“Cuando aumentó el número de hombres en la tierra y nacieron sus hijas, los hijos de Dios [es decir, los Nefilim-Annunaki] vieron que las hijas de los hombres eran muy hermosas, y se casaron con todas las que les gustaron. […] Los Nephilim vivieron en la tierra en ese tiempo – y después de él – cuando los hijos de Dios vinieron a las hijas de los hombres y ellas les dieron hijos. […]”.

A lo largo de los siglos, la raza de Adán no sólo se mezcló con los Annunaki, sino que también fue objeto de constantes experimentos, y el hombre de Neandertal acabó evolucionando hasta convertirse en el hombre de Cromañón.

Sin embargo, algunos defectos se mantuvieron, como una vida humana más corta.

Gracias a los genes de los Annunaki, los descendientes de los primeros Adán vivieron miles de años terrestres.

Debido a la interferencia en los genes y las condiciones de la vida en la Tierra, este plazo se hizo cada vez más corto.

Pero los gobernantes de sangre pura de los Annunaki parecían inmortales debido a sus vidas increíblemente largas.

La Epopeya de Gilgamesh dice: “Sólo los dioses viven eternamente bajo el sol; los días de los hombres están contados, cada una de sus acciones es como el viento“.

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