La Tumba 55 no solo ha cautivado a los investigadores, también ha atraído las miradas de los amantes del antiguo Egipto. Denominada “KV55” es una tumba real relativamente pequeña, su longitud total es solamente de 27.61 metros.1 Está situada junto a la KV6, la tumba de Ramsés IX, encima de la KV7 (de Ramsés II) y cerca de la KV62, la tumba de Tutankamón.
En el corazón de Egipto se esconde un misterio que ha desconcertado a arqueólogos e historiadores durante siglos. El descubrimiento de la tumba 55, situada muy cerca de la célebre tumba de Tutankamón, ha desatado un fervor de intriga y especulación. Aunque el ocupante oficial de la tumba sigue rodeado de incertidumbre, sus enigmáticos rasgos y curiosas inscripciones apuntan a una historia que trasciende los confines de la historia de la humanidad. Acompáñenos en un viaje por las profundidades de la Tumba 55, explorando el cautivador vínculo entre los antiguos alienígenas y el faraón Akenatón.
El misterio de la Tumba 55
De todas las tumbas del Valle de los Reyes, la número 55 en el catálogo de la necrópolis real del Imperio Nuevo sigue siendo una de las más controvertidas. Descubierta el 3 de enero de 1907 por el joven arqueólogo Edward R. Ayrton bajo la dirección del millonario americano Theodore Davis, esta tumba excavada a pocos metros de la de Tutankamón no albergaba las riquezas de ésta, ni pinturas en las paredes que ayudaran a identificar a su propietario, pero sí unas peculiaridades que la hacen excepcional.
Sus paredes guardaban secretos que pedían ser desvelados: una cámara funeraria adornada con cuatro bloques mágicos, curiosamente girados hacia dentro. Esta disposición poco convencional hizo especular con la posibilidad de que el propósito de la tumba no fuera proteger a la momia del mundo exterior, sino proteger al mundo del contenido de la cripta.
Para aumentar la intriga, la momia de la tumba permaneció encerrada en un ataúd, pero surgió un detalle inquietante: la representación de la cara del ataúd estaba mutilada, dejando sólo un ojo para mirar a través de los tiempos. Extrañamente, el nombre del ocupante, grabado una vez en el ataúd, había sido borrado deliberadamente, como si la propia historia quisiera borrar su memoria.
Lejos de apagar la polémica, esta se avivó ante la posibilidad de que los restos pertenecieran al faraón Amenofis IV, Akenatón. La nueva teoría se sustentaba en esta ocasión en las menciones a este rey aparecidas en la tumba sobre algunos ladrillos mágicos descubiertos en la habitación sur o en los vasos canopos de la misma estancia.
Las hipótesis que se han barajado al respecto son de lo más variado. No obstante, la edad que parecían mostrar los huesos, recordemos, un joven de unos 25 años, no cuadraba con la edad que debió de tener al morir Akenatón.
Un estudio realizado en 1984 por Jim Harris estimó, sin embargo, que los restos serían de un hombre de unos 35 años, con una relación de parentesco con Tutankamón. La posibilidad de que se tratara de Akenatón, que nunca se apartó del todo, volvió a cobrar fuerza.
Reconstrucción facial del rostro de la momia KV55
Según informa Ancient Origins, director de la FAPAB, Francesco M. Galassi, médico y paleopatólogo y el coordinador de estudios egiptológicos Michael E. Habicht supervisaron la creación de la reconstrucción facial de la momia KV55, que fue completada por el reconocido experto brasileño Cicero Moraes, quien ha sido reconocido por sus habilidosas reconstrucciones faciales.
Basado en datos e imágenes publicados de varios estudios, se creó un modelo de cráneo tridimensional de KV 55
Inscripciones heréticas: ¿intento desesperado de borrar a un faraón?
Las paredes de la tumba estaban adornadas con inscripciones en la lengua de los sumos sacerdotes, un escalofriante testimonio de su determinación de borrar a un faraón de la historia. Las inscripciones proclamaban ominosamente: “El malvado no volverá a vivir“, una declaración que trascendía el mero borrado y se aventuraba en el terreno de borrar el legado de uno mismo de los anales del tiempo. No bastaba con relegar a este gobernante a la oscuridad; los sumos sacerdotes pretendían purgar su propia existencia del futuro.
El enigma de Akenatón: ¿Una conexión extraterrestre?
A medida que las piezas de este intrincado rompecabezas van encajando, la figura que emerge de entre las sombras es la del faraón Akenatón. Su reinado, que duró diecisiete años, estuvo marcado por un alejamiento radical de las normas religiosas egipcias establecidas. A diferencia de sus contemporáneos, Akenatón mantuvo una creencia monoteísta, adorando al dios singular Atón, el poder que se ocultaba tras el radiante disco solar.
¿Podría ser que las características inescrutables de la tumba y el fervor con el que los sumos sacerdotes intentaron borrar el legado de Akenatón apuntaran a un origen de otro mundo? Algunos estudiosos y teóricos sugieren que las enseñanzas y prácticas de Akenatón podrían haber estado influidas por fuerzas extraterrestres, catalizando una lucha que acabaría por suprimir sus enseñanzas y condenar su memoria.
El disco celeste: Puente a las estrellas
Un elemento central de la reforma religiosa de Akenatón fue su veneración del disco celeste, un concepto que tiene implicaciones cautivadoras. Se plantea la posibilidad de que el disco solar al que rezaba pudiera haber sido un conducto de antiguos conocimientos alienígenas, tendiendo un puente entre el reino terrenal y la expansión cósmica.
Esta conexión cósmica da pie a la siguiente reflexión: ¿las creencias radicales de Akenatón procedían de interacciones con seres de fuera de nuestro mundo, que le otorgaron conocimientos que alterarían para siempre el curso de la historia egipcia?
[H/T: abc.es]
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