La Gran Esfinge de Guiza es uno de los monumentos emblemáticos de la civilización egipcia. Con su mirada milenaria que contempla, cargada de misterio, el sol naciente en el horizonte, la Esfinge ha atraído a todos los viajeros que han visitado Egipto y han osado clavar sus ojos en los de la eterna reina del desierto.
Se trata de una escultura colosal ubicada sobre la ribera occidental del río Nilo, en la meseta de Guiza, unos 20 kilómetros al sudoeste del centro de la capital egipcia. Tal y como sucede con las pirámides de Guiza, la esfinge no presenta ninguna inscripción que identifique a su constructor. Pese a ello, los expertos estiman que fue esculpida en el siglo XXVI a. C. durante el reinado del faraón Kefrén (2520-2494 a.C.), perteneciente a la IV dinastía egipcia. Dicha datación se argumenta, principalmente, en base a su proximidad con la Pirámide de Kefrén, lo que fue razón suficiente para asociar su construcción a la figura de este faraón, e incluso a la idea de que el rostro de la esfinge es el del propio Kefren. Debido a las escasas pruebas en este sentido, la identificación de su constructor y periodo de construcción siguen siendo aún a día de hoy objeto de encendidos debates.
La esfinge se realizó esculpiendo un saliente calcáreo que quizá ya había sido moldeado groseramente por la acción del viento. Es decir, se obtuvo de igual forma que una escultura ordinaria: tallando la roca en bruto, pero a una escala descomunal. Posteriormente se la identificó con el dios Harmakhis, o mejor dicho: con una divinidad sincrética que reunía en sí la triple forma de la divinidad solar durante su recorrido diurno: Jepri por la mañana, Ra al mediodía y Atum por la tarde. Sus estratos calizos inferiores se descomponen fácilmente con la humedad del ambiente, pero la arena arrastrada por los vientos del desierto cubrió su cuerpo periódicamente, protegiéndola de la erosión durante milenios y ocultándola por completo según las épocas.
Con una envergadura de alrededor de 20 metros y una longitud de 57, su rostro supera los 5 metros de altura. Para hacernos una idea, pensemos que desde la base de la estatua hasta la punta superior de su cabeza tiene la altura de un edificio de cinco pisos, mientras que su longitud, desde el extremo de las patas delanteras hasta lo que pudiera ser el comienzo del rabo, equivale al ancho de un campo de fútbol. Originalmente, estaba pintada en vivos colores: el cuerpo y la cara de rojo y el nemes que cubría la cabeza con rayas amarillas y azules. Constituye la representación del faraón, dotándolo de la fuerza de un león y de la inteligencia humana. La Gran Esfinge fue la primera esfinge escogida como guardián de una tumba real, emplazándose junto a las grandes avenidas que sirvieron para abastecer los materiales necesarios para la construcción del complejo funerario.
Las gentes del lugar la llamaban Abu el-Hol («Padre del Terror), un término derivado de la expresión copta bel-hit, que se aplica a quien manifiesta su inteligencia a través de los ojos y que se traduce por la denominación egipcia hu o ju, que significa «el guardián» o «vigilante». Debido a su deterioro, resulta difícil determinar con precisión qué representa, ni con qué fin fue levantada. No sabemos qué clase de rostro tenía originalmente, ni si representaba a un ser alado. Resulta imposible averiguar el número de obreros que trabajaron en su construcción ni que tiempo les llevó. Tampoco se han encontrado textos de la antigüedad que puedan ayudar a descifrar sus misterios.
Durante un tiempo se dijo que su nariz había sido destruida por un cañonazo del ejército de Napoleón, pero se comprobó que esta historia era falsa tras encontrarse unos dibujos que un explorador realizó antes de que Napoleón naciera y en los que ya aparece sin nariz. Aún se desconocen los motivos de su desaparición.
Excavaciones y trabajos de restauración
En 1798, tras la Campaña de Egipto, varios científicos efectuaron una excavación y llevaron a cabo una serie de mediciones y relieves. Sin embargo, fue un capitán de marina de origen genovés, Giovanni Caviglia, quien en 1816 realizase la excavación más importante. A él se deben interesantes observaciones sobre el monumento, del que también encontró fragmentos esparcidos, entre ellos una parte de la falsa barba que adornaba el mentón y que se trasladó al British Museum donde hoy continúa expuesta al público.
Grandes egiptólogos del siglo pasado como Auguste Mariette, fundador del Museo de El Cairo y del Service des Antiquités Égyptiennes y su sucesor Gastón Maspero, se interesaron por esta enigmática escultura, pero fueron los trabajos que llevaron a cabo entre 1925 y 1936 los egiptólogos Emile Baraize -que restauró el cubrecabezas- y Selim Hassán quienes confirieron a la Esfinge su aspecto actual.
Posteriormente, se llevaron a cabo nuevas intervenciones sobre el gigantesco monumento durante los años 1980 y 1992. A día de hoy prosigue la restauración de los desperfectos originados por la erosión. Las primeras restauraciones de las que se tiene constancia datan de la dinastía XVIII, durante el Imperio Nuevo.
Atlantes y Antigüedad
La Gran Esfinge es, desde el siglo XIX, un tema recurrente para los amantes del misterio, lo legendario y hasta lo paranormal. Así, Edgar Cayce, supuesto vidente y sanador estadounidense, conocido como «el profeta durmiente», aseguraba haber vivido en la Atlántida hace 15.000 años, época en que se habría esculpido la Gran Esfinge.
Cayce mantenía que, tras la destrucción de la Atlántida, huyó con los archivos de dicha civilización a Egipto, enterrándolos muy cerca de la esfinge. En una de sus sesiones visionarias, mientras se hallaba bajo los efectos de la hipnosis, afirmó:
Allí dentro se encuentra una Biblioteca –llamada también el Salón de los Registros– que custodia el registro de los acontecimientos transcurridos en la Atlántida desde los tiempos en que la Esfinge fue edificada, así como de los logros de su portentosa civilización. También alberga un registro de los contactos que esta mítica civilización tuvo con otras naciones, así como la crónica de la destrucción del mítico continente y los cambios que se produjeron en el mundo como consecuencia. La biblioteca guarda registros de cómo se construyó la gran pirámide de la iniciación –la pirámide de Keops–, que junto con la Esfinge no son más que copias de objetos ya existentes en la Atlántida, ahora sumergida. Pero la Atlántida resurgirá de nuevo del fondo de los océanos. La Esfinge ha sido desde su construcción el centinela que guarda el secreto y el acceso a la biblioteca, a la cual nadie tendrá acceso hasta que llegue el tiempo adecuado.”
Posteriormente, en 1973, Mark Lehner, ferviente defensor de Cayce y de su hipótesis de los atlantes, intentó encontrar esta misteriosa biblioteca de la Atlántida, pero fue en balde. Sin embargo, en 1850 Auguste Mariette, descubrió la llamada «estela del inventario». Dicha estela consiste en una lista de monumentos y su controvertido texto ha logrado enfrentar a la egiptología alternativa con la oficial. Dice así:
Él lo construyó para su madre Isis, Madre Divina; Hathor, Señora de (Nun). La investigación fue colocada en la estela. Él dio una vez más para ella una ofrenda, y construyó su templo de piedra otra vez. Él descubrió (las estatuas de) estas diosas en su lugar. […] El distrito de la Esfinge de Harmakis se encuentra al sur de la casa de Isis, Señora de la Pirámide; al norte de Osiris, Señor de Rostau. Las escrituras de Harmakis, fueron traídas para estudiarlas. (¿?) Permite que crezca, haz que viva eternamente, hacia el este. Qué viva Horus: Medjer, Rey del Alto y del Bajo Egipto: Keops, que posee la vida. Él encontró la casa de Isis, Señora de la Pirámide, detrás de la Casa de la Esfinge de [Harmakis] al noroeste de la casa de Osiris, Señor de Rostau. Él construyó su pirámide detrás del templo de esta diosa, y construyó una pirámide para la hija del rey Henutsen detrás del templo.
Para los amantes de la egiptología alternativa, la estela indica que cuando Khufu (Keops) era faraón, ya existía la Esfinge (la casa de Isis) y la Gran pirámide (Isis, la «señora de la pirámide»), y que éste construyó otra pirámide que no es la Gran Pirámide. Por esto afirman que la estela es la prueba de que tanto la Gran Pirámide como la Esfinge ya existían mucho antes de la aparición de los faraones de la IV Dinastía. Asimismo, denuncian que la estela nunca fue tomada en serio puesto que habría destruido los pilares de la versión de la egiptología oficial.
Por su parte, los científicos oficialistas indican que la estela pertenece a la dinastía XXVI en la que los Saítas realizan un inventario de estatuas contenidas en el pequeño templo de Isis de Guiza, que se encuentra junto a la pirámide de Henutsen, y comentan su restauración. Afirman que la estela utiliza el nombre de Khufu (Keops) como autor figurado, y que en realidad «suplanta» la personalidad del verdadero autor de las obras en un intento Saíta de rendirle culto y honrar su memoria, como ocurre en otros ejemplos en los que también se nombra a los reyes de las primeras dinastías en esta época.
Optemos por una explicación u otra, lo cierto es que la Gran Esfinge de Guiza alberga milenarios misterios que esperan ser explicados. Innumerables misterios para los que se han desarrollado otras tantas hipótesis explicativas. Apasionantes relatos que tendrán que ser protagonistas de futuros nuevos artículos acerca de esta eterna y vigilante reina del desierto.
0 comentarios