Hace 9.200 años una poderosa tormenta solar golpeó la Tierra, causando “cicatrices” permanentes en el hielo (hoy enterrado en las profundidades) de Groenlandia y la Antártida. Fue uno de los estallidos solares más fuertes nunca antes detectados. Este descubrimiento preocupa a los científicos, ya que demuestra que no estamos preparados para un evento similar.
Mediante el análisis de núcleos de hielo perforados de las profundidades de Groenlandia y la Antártida, un equipo de investigadores ha encontrado que esta tormenta previamente desconocida es uno de los estallidos de clima solar más fuertes jamás detectados y habría paralizado los sistemas de comunicaciones modernos si hubiera golpeado la Tierra hoy.
Pero quizás lo más sorprendente es que la enorme tormenta parece haber golpeado durante un mínimo solar, el punto durante el ciclo de 11 años del Sol en el que los estallidos solares suelen ser mucho menos comunes. Debido a este descubrimiento inesperado, a los investigadores del estudio les preocupa que las tormentas solares devastadoras puedan golpear cuando menos las esperamos, y que la Tierra no esté preparada cuando llegue la próxima gran tormenta.
Raimund Muscheler, investigador de geología de la Lund University en Suecia, dijo en un comunicado:
“Estas enormes tormentas actualmente no están suficientemente incluidas en las evaluaciones de riesgo. Es de suma importancia analizar qué podrían significar estos eventos para la tecnología actual y cómo podemos protegernos”.
Cuando las estrellas atacan
Las tormentas solares ocurren cuando las líneas del campo magnético en la corona del Sol (la parte más externa de la atmósfera del Sol) se enredan y luego vuelven violentamente a su lugar. Esta repentina reconexión magnética puede liberar enormes gotas de plasma y campo magnético conocidas como eyecciones de masa coronal (CME), que navegan por el espacio en el viento solar del Sol que siempre sopla.
Si una CME poderosa pasa sobre la Tierra, puede comprimir el escudo magnético del planeta, causando lo que se conoce como una tormenta geomagnética.
Las tormentas geomagnéticas leves pueden dañar los satélites e interrumpir las transmisiones de radio. Las tormentas severas, como las “tormentas de Halloween” de 2003, pueden causar cortes de energía generalizados en todo el mundo y dañar permanentemente la infraestructura eléctrica, como los transformadores de energía. Algunos investigadores temen que una tormenta solar lo suficientemente grande también podría devastar los cables de Internet submarinos del mundo, lo que resultaría en un “apocalipsis de Internet” que dejaría a grandes porciones de la población mundial desconectada durante meses.
Los estallidos de CME generalmente alcanzan su punto máximo cada 11 años aproximadamente, cuando el Sol ingresa a la parte de su ciclo de actividad natural conocida como máximo solar, el momento en que la actividad magnética en la corona está en alta velocidad.
Registros antiguos de tormentas solares
Hoy en día, los satélites pueden monitorear los estallidos solares directamente. Pero encontrar evidencia de tormentas antiguas requiere un trabajo de detective atómico. Los autores del nuevo estudio buscaron evidencia de partículas especiales conocidas como radionúclidos cosmogénicos, esencialmente, isótopos radiactivos (versiones de elementos) creados cuando partículas solares cargadas chocan con elementos en la atmósfera de la Tierra.
Estas partículas radiactivas pueden aparecer en registros naturales, como anillos de árboles y núcleos de hielo. En el estudio, los autores observaron este último, analizando varios núcleos perforados en la Antártida y Groenlandia. Los núcleos de ambos lugares mostraron un aumento notable en los radionúclidos berilio -10 y cloro -36 hace unos 9.200 años, lo que indica que una poderosa tormenta solar barrió la Tierra en ese momento.
La tormenta solar más poderosa conocida
Un análisis más detallado de los núcleos mostró que la tormenta era particularmente poderosa, quizás a la par de la tormenta solar más poderosa jamás detectada, que ocurrió durante un máximo solar entre los años 775 a. C. y 774 a. C.
La ocurrencia de la tormenta recién descubierta durante un mínimo solar, cuando la actividad magnética en el Sol debería ser baja, dejó a los autores del estudio desconcertados y alarmados.
Los investigadores escribieron en su estudio:
“Esta [tormenta] aumenta aún más la magnitud del peor escenario posible para los eventos [tormenta solar]”.
Según los autores del estudio, ahora es esencial que los investigadores detecten tormentas extremas más antiguas en los registros de núcleos de hielo y anillos de árboles, para determinar si hay algún tipo de patrón más allá del ciclo de 11 años del Sol que dicta cuándo el ocurrirán las tormentas más extremas.
Los hallazgos de la investigación han sido publicados en la revista revista Nature Communications.
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