Incluso antes de que el Homo sapiens evolucionara, nuestros antepasados rozaron la extinción. Diferentes fuentes apoyan esta teoría, pero ofrecen estimaciones contradictorias sobre el momento en que se produjo: Un estudio afirma que ocurrió hace 1.15 millones de años, mientras que otro lo sitúa 200.000 años más tarde. La reconsideración de los datos apoya la última cifra y podría revelar uno de los acontecimientos más importantes del árbol genealógico humano.

Los genomas de las especies pueden contener pruebas de épocas en las que los organismos sufrieron cuellos de botella extremos, reduciéndose a una pequeña proporción de su población anterior. El legado de endogamia que pueden dejar tras de sí puede aumentar el peligro de extinción durante muchas generaciones, pero algunos acaban recuperándose.

En el caso de la humanidad, el cuello de botella se produjo en un antepasado, probablemente el Homo erectus, mucho antes de que existiéramos como especie, pero el legado aún puede encontrarse. Sin embargo, a la hora de determinar el momento en que se produjo, los genetistas y los paleontólogos no se ponen de acuerdo. Resolver la cuestión es importante porque sin conocer el momento es casi imposible establecer la causa. Un nuevo trabajo afirma haber resuelto la contradicción y aportado pruebas de una migración humana no identificada.

La hipótesis de que el cuello de botella se produjo hace 930.000 años se presentó el año pasado en un estudio genético que calculaba que había menos de 1.300 homínidos en el planeta en aquella época. Según esa investigación, no se trató de un breve desastre. Por el contrario, las poblaciones se mantuvieron tenuemente bajas -según los estándares modernos, los humanos pertenecían a la lista de especies en peligro de extinción- durante 117.000 años. La diversidad genética humana moderna es casi dos tercios menor de lo que habría sido sin el cuello de botella.

En esta secuencia de loess-paleosol de Kostolac (Serbia) se conserva un registro de los ciclos de temperatura de la Tierra a lo largo de millones de años, incluida una ola de frío sospechosa de causar nuestro cuello de botella genético. Crédito de imagen: Giovanni Muttoni

Incluso cuando se publicó el artículo, un comentario que lo acompañaba planteaba dudas sobre algunos aspectos de los resultados. Según los comentaristas, las pruebas arqueológicas indicaban que los homínidos estaban muy extendidos en aquella época, pero por alguna razón la mayoría no contribuyó a la genética moderna.

Incluso los autores de ese artículo reconocieron que la genética no tiene todas las respuestas en un caso como éste, y requiere apoyo arqueológico. Apenas unas semanas después, la misma revista publicaba pruebas independientes de un grave descenso en el número de yacimientos ocupados por humanos, pero lo situaba entre hace 1.154.000 y 1.123.000 años, una brecha notablemente más corta y temprana.

Un cambio en el clima influyó

Según el segundo estudio, la desaparición de localidades habitadas fue consecuencia de un fuerte aumento de la variabilidad climática que expulsó a nuestros antepasados de Europa.

Los autores, el profesor Giovanni Muttoni, de la University of Milan, y el profesor Dennis Kent, de la Columbia University, se propusieron resolver el desacuerdo. Han llegado a la conclusión de que la primera gran glaciación del Pleistoceno se produjo hace unos 900.000 años, basándose en los cambios en los isótopos de oxígeno.

Esto concuerda con la interpretación genética, pero ¿qué ocurre con el vacío arqueológico? Muttoni y Kent reevaluaron los yacimientos de Europa y Oriente Próximo que supuestamente revelan una caída anterior de la población y llegaron a la conclusión de que la datación no es tan fiable como se afirmaba anteriormente.

Muestreo de loess en Cracovia-Zwierzniec, Polonia. El investigador se encuentra a nivel con evidencia de ocupación temprana por H. sapiens. Crédito de imagen: Giovanni Muttoni

También hay pruebas de la presencia de homínidos en Asia oriental hasta hace 2,1 millones de años, pero son tan escasas que Muttoni y Kent sostienen que no es realmente posible identificar los cambios de población.

Por otro lado, los dos investigadores sostienen que los lugares habitados por homínidos empezaron a aparecer por toda Eurasia hace unos 900.000 años. Interpretan estos datos como un indicio de que las condiciones muy secas de África se volvieron tan incómodas para nuestros antepasados en esa época que la mayoría se extinguió. Mientras tanto, el bajo nivel del mar facilitó que los supervivientes emigraran fuera de África, convirtiéndose en los antepasados de los neandertales y los denisovanos.

Muttoni y Kent afirman que muchos otros animales africanos, como los elefantes, realizaron migraciones similares en la misma época.

Los autores no están seguros de si otros miembros de la familia humana establecieron realmente una presencia anterior en Eurasia. En caso afirmativo, Muttoni y Kent proponen que es posible que los recién llegados les superaran en competencia o que se extinguieran antes por otros motivos. En cualquier caso, no dejaron ningún legado en el genoma humano, ni siquiera las pequeñas contribuciones que hicieron neandertales y denisovanos cuando el primer H. sapiens volvió a salir de África hace 100.000 años.

Los hallazgos de la investigación han sido publicados en Proceedings of the National Academy of Sciences.

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Crédito imagen de portada: depositphotos.com