Durante su «juventud» el Sol tuvo muy mal carácter, y produjo estallidos gigantescos de partículas cargadas que fluyeron hacia el espacio. En aquella remota época hubiera sido posible ver docenas de bengalas gigantes ocurriendo todos los días.
Aunque estos estallidos tengan el suficiente poder para llegar a ser muy destructivos (no tendríamos palabras para describir el nivel de destrucción), esto puede haber ayudado a que la vida surja, según indica un nuevo estudio publicado en The Astrophysical Journal.
Si te preguntas cómo de la destrucción puede surgir la vida, la respuesta es muy sencilla. Para unir átomos y moléculas que puedan construir los compuestos que permiten que la vida prospere se necesita energía, y esa energía podría venir de los estallidos de una estrella. Pero todo debe ocurrir en el orden y circunstancias correctas. Por ejemplo, es muy posible que haya existido vida en Marte antes de que pierda su atmósfera; sin embargo aquí las cosas se salieron de control. Primeramente, la energía permitió que la vida surja, pero luego terminó por destruirla; según dijo a New Scientist el autor principal del estudio, Avi Loeb, astrofísico de la Universidad de Harvard.
Los investigadores tomaron como base para su estudio el estallido solar ocurrido en enero de 2005, cuando una gigantesca erupción solar y una corriente de protones energéticos fueron disparados por el Sol. Esto les sirvió para determinar qué tipos de estallidos podría haber producido el Sol al inicio de su vida. De esta manera los investigadores establecieron cómo el antiguo Marte, con una atmósfera gruesa pudo bloquear los bombardeos del Sol, y cómo lo hace el Marte moderno.
Observaron que la energía que llegó a Marte por las partículas cargadas coincide muy bien con otras fuentes potenciales de energía que anteriormente los científicos han sugerido que podrían dar inicio a la vida. Sin embargo, reconocen que no solamente la energía de una estrella podría causar la activación de la vida, también podría ocurrir con el calor generado por la caída de un meteorito, una erupción volcánica, o por un rayo.
El golpe de energía produjo una inmensa cantidad de ingredientes que favorecerían la vida; incluso se obtuvieron mayores cantidades que otras fuentes de vida temprana teorizadas anteriormente. Hasta superó la posibilidad de meteoritos llevando vida de un planeta a otro.
Este tipo de partículas pueden causar reacciones que producen un compuesto llamado cianuro de hidrógeno, que es un ingrediente clave de la vida temprana, y podría producir predecesores de material genético, proteínas y grasas.
El equipo también consideró la idea en el contexto de encontrar vida en planetas que orbitan alrededor de otras estrellas. Un grupo particularmente fuerte de candidatos se llaman enanas M, el tipo de estrella más común en el universo. Son el tipo más pequeño de estrella, pero tienden a ser un poco más temperamentales que otras estrellas. Pero cuando los científicos aplicaron sus cálculos a las enanas M, descubrieron que tal vez no es poco probable: los planetas alrededor de estas estrellas recibirían incluso más energía que los planetas alrededor de estrellas como nuestro sol, lo que podría estimular más la formación de compuestos.
Hay que reconocer que no hay forma de probar cómo realmente se originó la vida sin presenciar un proceso naciente en alguna otra parte. Sin embargo, esta nueva información nos ayuda a establecer mejor la teoría de cómo ocurrió y puede acercarnos a comprender nuestros orígenes.
El estudio científico ha sido publicado en The Astrophysical Journal.
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