En una entrevista exclusiva al Daily Star, un buzo afirma que ha hallado cajas repletas de riquezas en el pecio del «Wilhelm Gustloff»
Ni enterrado en un túnel secreto de Polonia, ni perdido en una base secreta de la Antártida. Según ha explicado un buzo al diario Daily Star recientemente, los 100 millones de libras en oro que -presuntamente- perdió Adolf Hitler a lo largo de la Segunda Guerra Mundial (el tesoro perdido de los nazis) se encuentran ubicados en el pecio del «Wilhelm Gustloff». Un buque que fue llamado el «Titanic» germano después de que, en 1945, un submarino soviético lo enviase al fondo del mar junto con más de 9.000 refugiados y militares del Reich.
Así lo ha afirmado, al menos, el buzo británico Phil Sayer (de Esssex, Inglaterra) quien -rememorando lo que sucedió hace un año con dos supuestos cazatesoros- dice haber hallado al fin el supuesto oro. De esta forma, las riquezas que robaron durante años los alemanes (las cuales abarcaban desde obras de arte hasta el dinero que quitaban a los judíos en los campos de concentración y exterminio) se encontrarían, según él, en el mar Báltico, frente a las costas de Polonia y a 450 metros de profundidad.
Para sustentar su teoría, Sayers dice contar con el testimonio de uno de los supervivientes de la tragedia naval del «Titanic nazi». El personaje es -siempre en sus palabras- Rudi Lange, un controlador de radio que no falleció durante el naufragio y que, al parecer, habría visto como subían a este navío (un trasatlántico) varias cajas repletas de oro. «Sabemos de primera mano que un montón de camiones aparecieron repentinamente y transfirieron un cargamento de alta seguridad al buque. Lange vio todo cuando bajó al muelle para fumarse un cigarrillo», ha explicado el buzo.
Sayer afirma que, en ese instante, Lange pudo ver de primera mano como llegó hasta el muelle un convoy repleto de «cajas con lingotes de oro». ¿Cómo pudo conocer lo que había en el interior de las arcas? Por una segunda fuente. «No sabía lo que se estaba cargando en principio, pero en 1972 se reunió con otro superviviente (uno de los guardias encargados de vigilar el oro) y este le reveló la verdad», ha determinado el británico.
Pero no solo eso, sino que Sayers también ha explicado al Daily Star (de forma exclusiva) que, en 1988, tuvo la oportunidad de descender en una expedición de buceo hasta el mismísimo pecio del «Wilhelm Gustloff». Supuestamente, bajo las aguas vio como los torpedos soviéticos habían destrozado parte del casco del navío y habían dejado a la vista varias cajas que podrían corresponderse con aquellas en las que estaba guardado el oro.
En este sentido, cree haber visto barrotes en algunas de las ventanas cercanas, lo que sugiere que podría haber sido guardado en una habitación con rejas para evitar que fuera robado.
La leyenda del oro nazi
Las teorías sobre la existencia de un gigantesco tesoro nazi son varias y se apoyan, en su mayoría, en la ingente cantidad de obras de arte y riquezas varias que los hombres de Hitler expoliaron en los países ocupados a lo largo de toda la Segunda Guerra Mundial.
Este gigantesco tesoro estaría formado, además, por todos aquellos objetos, billetes e -incluso- dientes de oro que los germanos decomisaron a los judíos en los campos de concentración. Sin embargo, jamás se ha calculado exactamente a qué cantidad ascendería o cuánto se habrían gastado los jerarcas en el esfuerzo de la guerra.
Con todo, existen algunos autores que se han atrevido a dar una cifra. Uno de ellos es el investigador y divulgador histórico José Lesta quien, en su libro «El enigma nazi. El secreto esotérico del Tercer Reich», afirma que (en los últimos días de la contienda) el secretario personal de Adolf Hitler, Martin Bormann, convenció a los jerarcas nazis de que lo mejor que podían hacer era esconder todo aquello de valor que tuvieran en un lugar más seguro que un país neutral como Suiza. Además, les habría instado a que vendieran todo su patrimonio e invirtieran en objetos que no perdieran valor con el paso de los años. Desde oro, hasta joyas.
El plan, en palabras del experto, habría gustado a muchos jerarcas, quienes lo vieron como una oportunidad futura de escapar de Alemania cuando accedieran a ella los germanos.
«Se iban a buscar los rincones más seguros de la tierra, donde los ricos partidarios del nacionalsocialismo podrían vivir seguros, disfrutando de sus fortunas. En 1946 los aliados descubrieron que habían desaparecido de los bancos alemanes ochocientos millones de dólares, cantidad que tendríamos que multiplicar por cien o más para ha cernos una idea de lo que significaría actualmente. A pesar de las ingentes sumas de dinero gastadas en armamento por el III Reich, se había podido comprobar que todas las riquezas obtenidas en los países ocupados convirtieron la guerra en una especie de inversión, al menos para los grandes industriales», determina Lesta en su obra.
Nuevamente, dejando a un lado las leyendas sobre el lugar exacto en el que fueron a parar las riquezas (o si fueron reinvertidas o escondidas posteriormente), lo que es totalmente cierto es que los hombres de Adolf Hitler amasaron una inmensa fortuna para el esfuerzo de la guerra.
Así lo afirma el catedrático de Historia económica Pablo Martín-Aceña: «La avidez del Tercer Reich por obtener el codiciado metal fue ilimitada y sin él los nazis no hubieran podido sostener una guerra tan prolongada ni tan sangrienta. Sobre los relucientes lingotes apilados en las cámaras acorazadas del Reichsbank en Berlín, erigió el Führer su gran poderío militar».
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