El Santo Grial representa uno de los mayores enigmas de la antigüedad. Se sabe poco sobre ese extraño artefacto, pero lo que se conoce denota que se trataba de algo totalmente sorprendente y muy poderoso, como también fue descrito. Otra interrogante que surge es: ¿Quién protegió el Santo Grial? ¿Por qué lo hicieron y por qué inspiró tanto a sus guardianes?
Los “puros” salvaron un antiguo artefacto que da poder sobre el mundo. Fue literalmente “sustraído” a las garras de los inquisidores, y el castigo fue el martirio.
No hay muchos lugares en el mundo que atraigan tanto la atención de los esoteristas y los historiadores como el pequeño Castillo de Montségur, situado en una montaña escarpada del sur de Francia.
Este castillo no fue construido por un jefe militar, sino más bien por un místico: no estaba muy adaptado a la defensa, por lo que cayó bajo los embates de los cruzados. La forma de los muros del castillo es un pentagrama. La ubicación de las aspilleras, centradas en observaciones astronómicas, indica que no fue construido para la guerra en absoluto. En el territorio del futuro castillo hubo en época romana un santuario pagano. En este lugar sagrado se entremezclan leyendas sobre el Santo Grial, sobre los secretos de los místicos medievales y la siniestra organización Ahnenerbe.
Occitania es una zona del sur de Francia. Hace más de 800 años, los señores feudales locales eran varias veces más ricos que los reyes franceses, aunque formalmente estaban subordinados a ellos. Occitania, bañada por el Atlántico y el Mediterráneo, tiene en Marsella su puerto más rico. Así, los lugareños comerciaban tanto con los británicos como con los principados itálicos. Por tierra, se abrió una ruta comercial hacia el misterioso Oriente a través de España, capturada por los moros. Los señores feudales y mercaderes locales se enriquecieron rápidamente. Por supuesto, en Europa había suficientes personas que querían tomar estas riquezas en sus manos.
Y se encontró la razón, los occitanos fueron declarados herejes. Esto es cierto en parte, los lugareños eran católicos, pero los caballeros, que regresaban de las Cruzadas desde Oriente, trajeron aquí una peligrosa “infección”.
Es difícil establecer los orígenes exactos de la religión “especial” que existía en estos lugares. Normalmente se buscan en el credo de la secta búlgara de los bogomilos controlada por Constantinopla, que, a su vez, “tomó” ideas de los maniqueos de Siria y Asia Menor, que crearon una compleja fusión de cristianismo y misticismo oriental. Los cruzados trajeron sus puntos de vista de Oriente y, junto con diversas prácticas ocultas, y la antigua filosofía helénica. Como resultado, se formaron comunidades de personas en el sur de Francia, que empezaron a llamarse cátaros, que en griego significa “puro”, o albigenses – por el nombre de la ciudad de Albi, uno de los centros del catarismo. Se llamaban a sí mismos simplemente: buena gente.
Santo Grial
Por los caminos del sur de Francia, gentes vestidas como el brujo Merlín, amasaban el polvo con los pies descalzos: gorros de astrólogos, sotanas ceñidas con simples cuerdas. Eran los credos de los cátaros, los Puros. Hacían voto de pobreza, regalaban toda propiedad a la gente, abandonaban por completo la comida cárnica y los placeres carnales, se negaban a tomar las armas.
Los puros enseñaban que los principios bueno y malo en el mundo libran una lucha irreconciliable, pero, según ellos, resulta que aún no se sabe quién acabará venciendo. Por supuesto, el alma humana está dirigida hacia el principio bueno, pero su cuerpo y todos los deseos carnales están controlados por el diablo. Consideraban que todo el mundo material le pertenecía y, por tanto, era impuro. Sólo en el mundo espiritual, en el cielo, según los Puros, está el verdadero lugar del hombre. Instaban a no pagar el diezmo a Roma y no reconocían todos los sacramentos católicos.
Los propagadores de las ideas cátaras en el entorno aristocrático eran los trovadores (de la lengua hablada en Occitania, se traduce como “ver caminos”). Su poesía cortesana ensalzaba los ideales del “amor puro”, que llevan la huella evidente de las enseñanzas de la Pura, y en la imagen de la Virgen María glorificada había un culto a lo femenino, no ajeno a los cátaros, cuyas mujeres eran a menudo líderes de la comunidad.
La doctrina albigense fue aceptada masivamente tanto por plebeyos como por caballeros, y los gobernantes de la región, si no lo hacían abiertamente, sí patrocinaban de todas las formas posibles a la Pura. Los condes de Tolosa, dueños de Occitania, veían en ello la garantía de la independencia de su poder frente a Roma y al rey francés. Por supuesto, el papa y el rey acabaron por comprender que lo suyo debía acabar urgentemente.
Raimundo VI, conde de Toulouse, fue excomulgado de la Iglesia católica y reconocido como hereje satánico. Por primera vez apareció en el gran escenario de la historia la Inquisición, creada para combatir la herejía cátara. El Papa Inocencio III declaró la Cruzada Albigense, por primera vez dirigida no contra los infieles, sino contra los hermanos cristianos. Y la tierra florida, cubierta de viñedos, campos interminables de trigo y huertos se inundó de sangre.
Cuando los caballeros preguntaron cómo distinguir a los herejes de los católicos honestos, el legado papal dijo:
“¡Matad a todos, Dios conocerá a los suyos!”.
Aunque cabe señalar que, desde su punto de vista, era realmente necesario matar indiscriminadamente, ya que los cátaros eran todos occitanos, de jóvenes a viejos: era un movimiento verdaderamente popular. Los cruzados marcharon como un rodillo de hierro por la provincia, sembrando la muerte por todas partes.
Santo Grial
El último reducto de los cátaros fue el castillo-observatorio de Montsegur, tras cuyos muros se refugiaron unos 200 Puros, toda la élite espiritual de los herejes. Durante casi un año, el ejército del rey francés asedió esta fortaleza. No había suficientes defensores, y algunos guerreros rogaron a los Puros que tomaran las armas, pero prefirieron morir sin renunciar a sus opiniones.
El líder espiritual de los cátaros, Bertrand de Anne Marty, sabía que Montsegur estaba a punto de caer. En marzo de 1244, en profundo secreto, ordenó a cuatro puros que abandonaran secretamente el castillo para sacar y esconder el tesoro de los cátaros. Y aquí llegamos a lo más interesante de toda la historia. Porque no se trataba de joyas en el sentido habitual -los ascetas cátaros no darían tanta importancia al oro y los diamantes-. Era algo más – un tesoro espiritual, oculto al mundo por el momento. Era el Santo Grial.
Cuatro iniciados descendieron por una cuerda desde alturas vertiginosas en la noche oscura, portando quizá el mayor artefacto del mundo. Cuando partieron por los estrechos caminos de la montaña, tropezaron con el paso del enemigo. Entonces, dos de los santos violaron la prohibición de la violencia y se interpusieron en el camino de los brutales soldados. Los suicidas se resistieron ferozmente, pero, por supuesto, murieron. Sin embargo, los otros dos consiguieron escapar junto con el misterioso artefacto. Qué era, los historiadores aún lo adivinan. Según la leyenda, el Grial es la copa en la que José de Arimatea recogió la sangre de Cristo crucificado.
Este artefacto, supuestamente, podía curar cualquier dolencia y casi conceder la inmortalidad, por no hablar del conocimiento secreto. Algunos creen que el Grial es una especie de textos, de libros: al fin y al cabo, “beben conocimiento” de ellos, como de una copa. Pero, ¿cuál era ese conocimiento y qué poder otorgaba? Evidentemente, uno enorme, al menos muchos creyeron en él y siguieron buscando el Grial de siglo en siglo.
Montsegur cayó, y con ella la fe cátara. Los inquisidores, dirigidos por Bertrand de Marty, los quemaron en la hoguera. Los dos guardianes supervivientes del tesoro, según algunos informes, lo entregaron al maestre de la poderosa orden caballeresca de los Templarios. La orden, tras tan inestimable adquisición, se hizo completamente omnipotente; tenía en deuda a los monarcas de toda Europa. Esto continuó hasta 1313, cuando el rey francés Felipe el Hermoso puso fin a este reinado arrestando de una vez a toda la élite templaria.
Según la tradición medieval, los jefes de la orden fueron acusados de terribles herejías y adoración al diablo y quemados, los hermanos menores huyeron a países vecinos. Pero los tesoros de los Caballeros Templarios nunca cayeron en manos del rey – y pronto murió: dicen que fue maldecido por el maestro de los Templarios, Jacques de Molay, ardiendo en las llamas de un incendio. Algunos caballeros de la orden derrotada encontraron refugio en los confines de Europa, en Portugal. Pronto, de pequeño reino, se convirtió brevemente en la señora de los mares, tras haber conquistado el Nuevo Mundo. ¿Ayudaron a conseguirlo los mapas secretos templarios heredados de los cátaros?
Algunos investigadores relacionan directamente el descubrimiento de América con los secretos de los templarios y el Grial. Dicen que los albigenses podían obtener conocimientos geográficos de Oriente: de Egipto, donde durante miles de años se guardaron los secretos de los antiguos navegantes que llegaron a la Atlántida. La búsqueda del Grial continuó en el siglo XX. Tras la ocupación de Francia por los nazis, aparecieron en las ruinas de Montsegur personas con esvásticas de araña en las mangas. Eran miembros de la sociedad ocultista Thule y de la organización Ahnenerbe. Los místicos nazis esperaban encontrar aquí alguna pista que arrojara luz sobre el destino del artefacto.
En 1944 se libraron sangrientas batallas por la altura de Monte Cassino, donde se encuentran las ruinas del castillo de Montsegur, que estaba en poder de los restos del 10º ejército alemán. Durante el asalto a la altura, los aliados vieron cómo los alemanes izaban una bandera con un símbolo pagano, una cruz celta en una de las antiguas torres. Era un antiguo ritual germánico de invocación de espíritus. Pero las fuerzas de otro mundo tampoco ayudaron, los nazis fueron derrotados. El Grial tampoco les fue entregado. No es de extrañar, ya que, según dicen, el Grial sólo lo abre un corazón puro.
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