Ceres, inicialmente considerado como un gigantesco asteroide, ocupó más adelante la categoría de planeta enano, debido a sus no despreciables 900 kilómetros de longitud. Igualmente Ceres continúa siendo considerado un integrante más del cinturón de asteroides, y sin duda el más misterioso de todos ellos. Ahora, un nuevo estudio muestra que en la fría superficie de Ceres existen criovolcanes y agua estable y helada.
Ceres, al igual que Plutón u otros cuerpos fríos, parece tener actividad volcánica. Según ha sugerido Ottaviano Ruesch, la actividad química del subsuelo parece estar detrás de la aparición de una formación de criovolcanes en un lugar bautizado como Ahuna Mons. Algunos gases y líquidos, quizás a causa de la mezcla de sales cloradas con agua del subsuelo, generaron estallidos y abultamientos en el terreno. Los criovolcanes aparecen cuando el material expulsado se solidifica inmediatamente, a causa de las bajas temperaturas (Ceres está expuesto al espacio). De momento creen que Ahuna Mons se ha formado más recientemente que los cráteres de alrededor, pero aún no saben qué proceso lo formó.
Los investigadores dirigidos por Jean-Philippe Combe han puesto el foco en lo que ocurre en la superficie. Si en el pasado los científicos se quedaron petrificados después de descubrir la presencia de extrañas manchas blancas en la superficie de Ceres, que aparecían y desaparecían cada día. Pero, según Combe, hay aún más protagonistas en esta ecuación.
Después de usar los datos obtenidos por una sofisticada cámara de infrarrojos, los investigadores analizaron una zona reflectiva en el cráter Oxo. Así descubrieron la presencia de agua, bien en forma de materiales hidratados o bien en forma de hielo permanente. Esté como esté, creen que el agua podría permanecer en esas condiciones durante unos 10 años, y que su origen podría estar en un deslizamiento del terreno o en el impacto de un asteroide.
El Sol arrasa los cuerpos que (casi) no tienen atmósfera ni campo magnético. Produce largas colas de iones en los cometas y hace estallar la superficie de los cuerpos más fríos con su potente choque térmico. En el caso de Ceres, hay algo más. Según ha publicado el equipo de Christopher Rusell, hay partículas muy energéticas en la supeficie que aparecen en rápidas llamaradas de viento solar. Estas surgen quizás cuando se ioniza la tenue atmósfera de Ceres, o porque las sales de la superficie conducen la electricidad y generan pequeños campos magnéticos capaces de hacer rebotar el viento solar.
El corazón de Ceres
Algo que interesa mucho a los investigadores es escudriñar el centro de Ceres. Sin embargo Harald Heisinger ha usado nuevos datos para actualizar lo que se cree que hay en Ceres. Antes se pensaba que en el subsuelo había una capa de hielo que suavizaría el contorno de los cráteres con el paso de millones de años. Pero tal como se ve hoy en día, y gracias a conclusiones obtenidas tras datar varias regiones, resulta que los cráteres antiguos son tan escarpados que se puede suponer que en el subsuelo no hay hielo, sino una mezcla de roca y hielo.
Junto a los cráteres de meteoritos, en Ceres también hay colinas, deslizamientos y estructura lineares. Según Debra Buczkowski se han formado a causa de movimientos subterráneos, quizás a causa del criovulcanismo y de la fusión de hielo bajo la superficie.
Eleonora Ammannito se ha adentrado en los minerales de Ceres, y con la espectrometría ha determinado la composición de una parte de las rocas de Ceres que ha sugerido que en el pasado el agua provocó una extensa alteración de la superficie del planeta enano.
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