A pesar de que las temperaturas de los océanos de todo el globo han estado aumentando debido al calentamiento global, las aguas marinas que rodean la Antártida no han cambiado demasiado. Una reciente investigación podría brindar la explicación definitiva de por qué ocurre eso.
Los océanos del mundo tienen una gran capacidad para absorber y transportar calor que, como consecuencia del exceso de emisiones de carbono procedentes de actividades humanas, ha quedado atrapado en la atmósfera. En concordancia con ello, se ha observado que los mares se están calentando globalmente, en particular cerca de la superficie, donde el calor procedente de la atmósfera entra en el agua.
Pero las aguas que rodean la Antártida no se están calentando como las del resto de los océanos del mundo. La temperatura media en superficie marítima de todo el mundo se ha incrementando en 0,08 grados centígrados por década desde 1950, mientras que el Océano Antártico apenas ha experimentado cambios, calentándose solo 0,02 grados centígrados, y en algunos lugares incluso enfriándose. Los científicos se han sentido desconcertados por este fenómeno, dado que las demás regiones polares han estado experimentando un calentamiento desproporcionadamente más grande. Mientras que el Ártico se está calentando a un ritmo que duplica al del resto de la Tierra, las aguas que rodean la Antártida permanecen frías, tanto que el hielo marino incluso ha crecido con el paso de los años en algunas regiones.
Ahora, en un nuevo estudio, el equipo de John Marshall, del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), y Kyle Armour, de la Universidad de Washington, ambas instituciones en Estados Unidos, ha llegado a la conclusión de que el culpable del retraso en el calentamiento del Océano Antártico podría ser el afloramiento de agua fría arrastrada por una corriente oceánica global de gran antigüedad.
Aunque los vientos fuertes del oeste azotan toda la Antártida, tienden especialmente, en combinación con otros factores, a promover el desplazamiento del agua marítima circundante superficial, más cálida que la profunda, hacia el norte, en dirección al ecuador. Al mismo tiempo, estos vientos ayudan a que emerja agua marina de las profundidades, que reemplaza la superficial que fluye hacia fuera del Océano Antártico. Sin embargo, este no es el único lugar en los mares del mundo donde suceden esos fenómenos del afloramiento y el cambio de aguas. En algunos sitios, como la costa occidental de América, el agua de la superficie recibe aportes importantes de agua proveniente de unos pocos cientos de metros de profundidad. La gran diferencia es que los aportes de agua profunda que recibe la capa superficial del Océano Antártico provienen de algunos miles de metros por debajo de la superficie.
El hecho de que las temperaturas superficiales no se eleven tanto alrededor de la Antártida como lo hacen en la región polar boreal se debe, aparentemente, al efecto refrigerante de esta agua antártica antigua, profunda y gélida. La acción de esta agua contrarresta bastantes de los efectos del calentamiento global en el Océano Antártico.
El estudio ha sido publicado en la revista Nature.
Esto ilustra la importancia de tener claras las causas de la gran diferencia existente entre cómo el Ártico reacciona ante el cambio climático y cómo lo hace la Antártida. Tal como argumentan Marshall y Armour, no podemos comparar directamente el Ártico con la Antártida cuando hablamos de calentamiento global porque el efecto de los gases de efecto invernadero se ha combinado con el de circulaciones oceánicas muy distintas.
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