En 2017 el caso Ummo festejó cincuenta años de permanencia en el imaginario público, catalogado por la ufología mundial, como uno de sus archivos más emblemáticos.
Durante aquel aniversario volvieron a emerger viejas divisiones, especialmente entre estudiosos españoles, en una herida no cerrada y marcada por fuerte cuestionamientos entre adherentes y escépticos.
Sucedió a fines de los sesenta (1966-1967), cuando los primeros indicios de Ummo tuvieron lugar. Por aquella época, el fenómeno OVNI despertaba mucha curiosidad, ganando cada día más adeptos. Informes sobre objetos desconocidos en el cielo, y sus misteriosos ocupantes, eran la comidilla diaria.
Sin embargo, España, a diferencia de sus vecinos cercanos, no parecía contagiada por esa fiebre platillista, destacando pocos reportes sobre aquella actividad. Pero Ummo cambió todo aquello, y el tranquilo escenario español se vio afectado. Nada volvería a ser igual. Conozcamos la trastienda oculta. Esta es su historia.
Protohistoria de un caso perfecto
“A finales de 1965 puse en marcha mi proyecto: observar y analizar las reacciones de un determinado grupo social, ante las hipótesis de una presencia extraterrestre. Así nació Ummo. Fue un experimento de carácter antropológico, religioso”. Extracto de una conversación entre Jordán Peña, y Juan José Benítez. Publicado en El Hombre que susurraba a los Ummitas, 2007.
La primera referencia sobre Ummo tuvo lugar en febrero 6 de 1966, en la zona de Aluche, Madrid, cuando un objeto de enormes dimensiones fuera avistado por un grupo de soldados, y dos testigos, Vicente Ortuño y José Luis Jordán Peña. Éste último nombre, como sabemos, va alcanzar un fuerte protagonismo en cuanto a Ummo. Más adelante lo veremos.
Lo cierto es, Jordán Peña, formula las primeras declaraciones sobre lo ocurrido en Aluche. Quién primero recoge su testimonio, es la revista barcelonesa Por qué, llevando a cabo una prima entrevista. Pero será a través del conocido ufólogo Eugenio Danyans, donde Jordán Peña, mediante una carta personal, contará con lujos de detalles, su versión de lo ocurrido.
Atendamos su narrativa
“El domingo 6 de febrero, hacia las 8 de la noche, regresaba a mi domicilio procedente del poblado de Casilda de Bustos, al que había ido aquella tarde para visitar a unos amigos. Había caído la tarde y me dirigía al poblado ‘C’ de Aluche con los faros del coche encendido. Algo me llamó poderosamente la atención. En principio creí identificarlo con un autogiro, pero instantáneamente cambié de opinión, puesto el roto de estos aparatos no suele estar iluminado, según creo. Se trataba de un disco blanco al principio, cuyo tono fue virando hacia el amarillo, y luego al anaranjado conforme se acercaba. (Tal vez no sea éste el orden exacto, pero así creo recordarlo)”.
En otro párrafo se lee:
“Era repito, enorme, respecto a lo que pensaba encontrarme. Su diámetro no bajaría de los 10 o 12 metros. Quedé tan impresionado por la visión, esta vez, que recuerdo como me quedó después, durante unos minutos, la lengua pastosa y reseca. No era su diámetro tan apreciable lo que me asustó, sino su intrigante luminosidad. Sería más exacto si lo comparase al brillo de esas pinturas fluorescentes, utilizadas para la señalización de la carretera”.
Rematando Jordán Peña a Eugenio Danyas, y atención con este dato, porque es la primera vez que escuchamos acerca de un misterioso símbolo. El lector pronto lo reconocerá.
“Es inútil que me pregunté si vi puertas, ventanas, aparatos auxiliares o el perfil exacto del aparato. Tan sólo me fijé en un detalle sobresaliente -aparte de los pies sustentadores que describiré- en el centro del disco (vientre o zona inferior), aparecía lo que creo pudiera ser una tobera, o salida de gases, con perfil irregular, que podría sin (sin demasiada certeza) esbozar como una línea recta entre dos paréntesis abiertos hacia afuera”.
Al parecer el insólito aparato dejó huellas de sus andanzas, encontradas en un descampado cercano. Allí se descubrieron, «tres depresiones rectangulares, cada una de las cuales medía 30 x 15 cm, por unos 10 cm de profundidad, y que constituían los vértices de un triángulo equilátero perfecto».
Años más tarde, el episodio Aluche va a recibir breve mención en Pasaporte a Magonia, legendario trabajo de Jacques Vallée, que en su extenso catálogo de casos revistados (1868-1968), aparecerá rotulado con el número 725.
Escribirá:
“Aluche (Madrid). Vicente Ortuño y José Luis Jordán Peña observaron un brillante disco anaranjado de unos 13 metros de diámetros con tres patas que descendió, aterrizó y volvió a elevarse a gran velocidad., en la finca El Relajal”.
Después volveremos a Vallée.
Aluche es tan sólo el comienzo. Transcurrido un año y cuatro meses de estos sucesos, un segundo avistamiento está por sacudir Madrid. Según narran los anales ufológicos, en la tarde del primero de junio de 1967, San José de Valderas, tranquila comunidad rural, es sorprendida cuando un espectacular OVNI fuera captado, sobrevolando sus alrededores.
Según se describe:
“Varias personas que se hallaban tomando el fresco, descansando o leyendo el periódico, vieron aparecer un objeto discoidal que surgió casi por encima del castillo, para evolucionar durante doce minutos sobre la zona, rozando casi las copas de los árboles y bamboleándose con un curioso movimiento de hoja muerta, para alejarse por último hacia la carretera de Extremadura. El objeto parecía responder a las clásicas descripciones de ‘platillos volantes‘, era perfectamente circular, medía 12 o 13 metros de diámetro, y parecía formado por dos palanganas encaradas en su parte cóncava. En su parte inferior, o panza, mostraba un curioso signo -muy parecido al del objeto no identificado de Aluche-, pero en el que las líneas paralelas -la central más corta- estaban unidas por otra línea perpendicular central”.
La alucinante aparición junto a su extraño grabado, fue descrito por diversos testigos, aunque las opiniones parecían diferir. Una señora declaró: «parecía una cruz dentro de un cuadrado». Agregando el dibujo, le recordaba una fiambrera.
Un ingeniero, y atención con esta mirada, llegó a comparar el signo como semejante, «a un cambio de marcha, de automóviles antiguos». No faltó el humor especulando, la ‘M’ graficada, como de procedencia marciana.
A diferencia de Aluche, donde el OVNI ameritó una huella y reconstrucción de un dibujo, en Valderas logró ser fotografiado, verdadero hito. Detalle a tener en cuenta, aquel disco desprendía una tonalidad anaranjada, virando luego hacia amarillo rojizo, coincidiendo en este punto con la aeronave de Aluche.
Pero hubo algo más, el OVNI de Valderas aterrizó en un barrio lindante, Santa Mónica, distante a cuatro kilómetros. Una inspección del terreno, reveló la existencia de «tres huellas rectangulares, y cuyas medidas, idénticas a las de Aluche». Conformando un triángulo equilátero.
A esto se suma el hallazgo de pequeños tubos metálicos, que, en su interior, estaban llenos de un líquido misterioso. También se encontró, una especie de tirilla plástica portando el extraño símbolo. Análisis realizados, demostraron los objetos metálicos eran de níquel, aunque en estado muy puro. En cuanto a la tira, el plástico era fluoruro de polivinilo, material por ese entonces no comercializado en España, y solo utilizado según se supo, por la mismísima NASA.
Mientras estos curiosos hechos se sucedían, un tal Fernando Sesma Manzano iba adquiriendo popularidad. Veamos.
Fernando Sesma Manzano – Mensajero de los Extraterrestres
Vamos a trasladarnos a 1954. Ese año el fenómeno OVNI va experimentar una de sus oleadas más recordadas, centrada su influencia en el sur, y oeste de Europa. Francia, es quizás el país más afectado, liderando la tendencia en cuanto a casos reportados. España en cambio, a penas roza la docena de informes.
Aunque muchos de esos archivos son rápidamente descartados, producto de malas observaciones, otros, parecen emular futuros patrones, incluyendo breve aterrizaje y posterior fuga, como lo ocurrido en Azuaga, Badajoz.
“El tres de diciembres de 1954 (al atardecer), Azuaga, doce miembros de la compañía Los Guindos, que se dirigían a esta población, al llegar a dos kilómetros de la finca ‘El Toconal’, vieron posarse en ella un objeto cuadrado, muy reluciente, de unos 10 metros de lado. Apretaron las marchas en las bicicletas en las que iban para acercarse al artefacto, pero éste se elevó vertiginosamente, y se dirigió velocísimo, en línea recta, hacia el sur”.
Pero, aunque como repetimos, España está algo exenta de la fiebre ufológica que parece abrazar sus vecinos, el público empieza a inquietarse. Velozmente los medios toman cuenta.
Es así que en ese convulsivo 1954 con récord de avistamientos, el Diario Madrid decide abrir sus páginas al tema, proponiendo a un tal Fernando Sesma Manzano, 1908-1982, escribir una serie de artículos para el periódico, titulado, «Los platillos volantes vienen de otro mundo». La columna resultó un éxito, granjeándole a su autor rápida fama.
Según relata Iker Jiménez en un trabajo de su autoría, Sesma destacó como funcionario en Correos y Telégrafos. Sin embargo, su verdadera atracción fue la criptografía, aunque a finales de 1953 empezó su interés por los OVNIs, y la cuestión esotérica.
Bajo este marco Sesma decide crear, La Sociedad de Amigos de los Visitantes del Espacio «BURU», reconocida como la primera agrupación española dedicada a explorar estos asuntos. Sus seguidores, bautizados como «los chiflados de los OVNIs», solían tener encuentros con Sesma en algunos cafés madrileños.
Uno de ellos, el Lyon, tenía en su sótano un salón conocido como La Ballena Alegre, que en el pasado fuera centro de reunión para intelectuales y artistas. Y ahora reconvertido como por arte de magia, en nueva meca OVNI.
Allí Fernando Sesmas Manzano dio rienda suelta a su nueva pasión, la de contactado. Permítame el lector mi primer paréntesis. Dijimos España, tuvo su primer brote con los no identificados en el transcurso de 1954, para ser exactos, diciembre de ese año. Sin embargo, un mes antes, noviembre 16, sucedió un hecho a mi entender, más que relevante.
El protagonista, un enfermero madrileño llamado Alberto San Martín quién en la madrugada de ese día, declaró ser abordado por un ser del espacio. El visitante misterioso, descrito como de joven presencia, largos cabellos claros, ataviado con un mono ajustado del tipo aviador, se le acercó a San Martín, y le hizo un gesto de paz.
Antes de partir le entregó una roca rectangular, grabada con extraños símbolos. Tres meses después del misterioso encuentro, la historia llegó a oídos del diario El Alcázar, brindando amplia cobertura al caso. Bajo el título, “Yo he visto un platillo volante, y un ser de otro mundo en la carretera de la Coruña”, el artículo convirtió al ignoto enfermero en una celebridad nacional.
Fernando Sesma quedó obsesionado con Alberto San Martín, y su piedra espacial. En 1955 publicó un corto ensayo, El Mensaje Filosófico del Hombre del Espacio, en un intento por buscar una interpretación a los misteriosos signos de la roca.
En 1961 Sesma comenzó a recibir extrañas misivas, absurdos mensajes que creyó de procedencia alienígena. Pero su hora ansiada llegó en 1962, cuando desde el teléfono, una hipnótica voz se presentó como Saliano, habitante extraterrestre de Auco, un planeta que orbitaría en torno a Alfa Centauro.
Saliano también declaró pertenecer:
“A un Consejo de 189 miembros que asesoraría a una monarquía eterna, que regiría los destinos de los dieciocho únicos planetas del todo el Universo, habitado por seres inteligentes”.
Ni decir Saliano se convirtió en eje de las tertulias llevadas a cabo en el Café Lyon, ya comentado, aunque sus mensajes nunca fueron tomados en serio, siendo objeto de burla, para consternación de Sesma.
Luego llegaría una segunda interacción alienígena encarnada en Deii 98, que se identificó como representante del planeta Ummo, orbitando cerca de la estrella Wolf 424. Nacía el mito. Este nuevo interlocutor mostró una sabiduría intrigante en sus cartas, logrando sorprender al azorado grupo. Incluso realizó una sorprendente revelación, que iba impactar por sus implicancias.
En mayo 25 de 1967 Deii 98 predijo a Sesma:
“Anuncio anticipado del aterrizaje en San José de Valderas (Madrid), el día primero de junio de 1967, de una astronave procedente del planeta Ummo”.
Aquello como sabemos se cumplió. Fernando Sesma continuó siendo receptor, de mensajes cada vez más complejos por parte de los ummitas, luego extendidos a otras personalidades. Sin embargo, con los años, Sesma se fue desencantando del tema, y comenzó a sospechar de su entorno, creyéndose víctima de una broma cruel. Esto lo llevaría a renegar con el tiempo de estos temas, emprendiendo una lenta retirada de la vida pública, ostracismo mantenido hasta su muerte en 1982.
Primeros indicios del fraude de Ummo
A inicios de la década del setenta España, comenzó a tener una mirada más crítica en cuanto a los avistamientos de 1966-1967, oliéndose fraude en todo aquello. Las espectaculares tomas de San José de Valderas, que tanto deslumbraron al mundo, sufrieron duros cuestionamientos, perdiendo cada vez más credibilidad.
Una de las primeras voces que alzó sus dudas sobre el caso, fue el respetado Oscar Rey Brea, considerado el padre de la ufología española.
Según comenta mi colega amigo Manuel Carballal, en Jordán Peña: El Mengele del misterio:
“Ya en agosto de 1972, concretamente en el número 9 de la revista Stendek, el ufólogo Oscar Rey Brea se había atrevido a publicar su estudio sobe el caso San José de Valderas, denunciando fraude y apuntando a su autor, José Luis Jordán Peña. Y Oscar Rey siempre dijo, a quién tuvo el valor de escucharle, que Jordán no solo era el autor de los casos Aluche y Valderas, sino de todo UMMO”.
A pesar de esta denuncia temprana, el caso UMMO siguió su derrotero, y la figura de José Luis Jordán Peña apenas sufrió mella, alcanzando gran renombre en el campo de la Parapsicología. Pocos querían creer un sólo hombre, era el autor de semejante timo. Tendrían que transcurrir casi veinte años para que UMMO, saltara por los aires. Pero existió otra voz, y una muy conocida, que también elevó su alarma sobre el caso, poco antes de su estallido en España.
Jacques Vallée. Pista francesa, y revelaciones incómodas
En 1991 el ufólogo y astrofísico francés, Jacques Vallée, publica Revelaciones, quizás uno de sus escritos más inquisitivos, extendiéndose en uno de sus capítulos sobre Ummo. Sus reflexiones aviso son demoledoras. Pero antes de entrar en materia, quiero centrarme en una expedición personal realizada por Vallée junto a otros colegas, llevada a cabo en Francia en 1974. Una antigua carta ummita remitida en 1966 a Fernando Sesma, sirvió como inspiración.
Allí se leía:
“A las 4 horas, 17 minutos, 3 segundos TMG del día 28 de marzo de 1950, una Oawola Uewa Oem (astronave lenticuforme), establecía contacto con la litosfera de la Tierra por primera vez en la historia. El descenso se produjo en la zona definida del departamento de Bajos Alpes, a unos 8.000 metros de distancia del pueblo La Javie (Francia)”.
Al parecer seis expedicionarios ummitas descendieron a la tierra, y se refugiaron en una caverna de la La Javie. Un año antes que Vallée tomara cartas en el asunto, 1973, varios investigadores galos estuvieron realizando algunas pesquisas en la zona. Se rumoreó que la caverna ummita, fue un antiguo refugio para miembros de la resistencia francesa.
Lamentablemente se dice esta gruta terminó más tarde demolida por el ejército francés. Otros investigadores, sin embargo, creían la caverna aún existía, aunque sin estar seguro de su verdadera localización. Así y todo, Jacques Vallée decidió intentar encontrar el sitio, acompañado por sus colegas Aimé Michel y Fernand Lagarde. Como el lector adivinó Vallée, no halló nada consistente que sostuviera el alucinante relato, y como narra más tarde en Revelaciones, la caverna tan sólo fue una ilusión ummita.
Pero Vallée no se queda quieto, y va entregar una pista, que sólo más tarde empezará tomar cuerpo. Y es que las cartas ummitas a decir de Vallée, ocultan una poderosa connotación sexual en algunas de sus comunicaciones, que hacen pensar en una mentalidad perturbada. Cuando en 1993 Jordán Peña revele ser el autor material del fraude Ummo, los avizorado Vallée se comprenderá mejor. Hasta aquí.
Conclusión
El caso Ummo modificó para siempre la ufología española, que de pronto debió enfrentar un duro despertar, y madurar en calidad investigativa. A pesar de las pruebas surgidas en los últimos años, hablando de fraude descomunal, evidencias presentadas por Manuel Carballal, y Javier Sierra, entre otros pesquisidores, algunos ufólogos, como es el caso de Juan José Benítez mantienen la flama acerca de Ummo, demostrado en su libro de 2007, El hombre que susurraba a los ummitas. Allí el escritor navarro alienta una defensa apasionada del caso, no dudando en llamar a Jordán Peña, como un gran embaucador. Antonio Ribera, otro de sus grandes cruzados, que en vida fuera uno de los difusores más persistente del tema, falleció en 2001 convencido de la autenticidad de Ummo, y sus visitas estelares. Sea o no cierta ésta historia, Ummo, marca un antes y después dentro del complejo entramado ufológico. En un próximo artículo, prometo hablar de sus ramificaciones. Continuará.
LEE MÁS:
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Bibliografía
Artículos
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Libros
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Sitios web
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http://elojocritico.info - Ummo-Ciencias
Montejo, J. J. Breve Historia del Asunto UMMO.
http://www.ummo-ciencias.org
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