Tal vez el gran genio incomprendido de nuestro tiempo sea Nikola Tesla, quien pese a sus grandes descubrimientos y avances no recibió el crédito merecido en vida. El prolífico inventor parecía en ocasiones ser un adelantado a su tiempo pero sucede que, según él mismo relataba, su proceso de creación era un tanto singular.
El proceso creativo
Mayoritariamente llevaba a cabo el procedimiento en su totalidad en su cabeza donde elaboraba y diseñaba los objetos hasta el mínimo detalle de forma que, al reproducir el prototipo físicamente, éste se creaba sin fallo alguno pues todos los posibles errores habían sido supuestos y solventados en la propia mente del inventor. Un trabajo casi totalmente imaginativo.
La herramienta de la imaginación era muy utilizada por el genial inventor que llegó a plantearse las consecuencias que tendría la integración de los robots en la sociedad y es que él mismo confesó haber trabajado en la idea de crear su propio autómata. No sólo eso, sino que tenía la intención de que fueran perfectos, diseñándolos a imagen del ser humano.
El autómata perfecto
En un compendio de textos escritos por Tesla titulado «Yo y la energía» podemos leer lo siguiente:
Tiempo atrás concebí la idea de construir un autómata que me representara mecánicamente, y que respondiera, como lo hago yo mismo, pero de una manera mucho más primitiva a las influencias externas. Tal autómata, evidentemente tiene que tener energía motriz, órganos para la locomoción, órganos directivos y uno o más órganos sensibles adaptados para ser excitados por estímulos externos… Si el autómata fuera de carne y hueso, o de madera y acero, poco importaba, siempre que pudiera realizar todos los deberes requeridos como un ser inteligente”. Yo y la energía
Una sorprendente conclusión
Como vemos, Tesla se planteaba cómo poner en práctica esta idea. La de crear un robot que actuara como lo hacen los seres humanos. Un hombre artificial. Pero llegó a una conclusión muy interesante gracias a divagar sobre estas ideas y es que los seres humanos también somos autómatas, que nuestro libre albedrío está controlado por el medio. En otro de sus textos titulado «Mis inventos» lo refiere del siguiente modo:
Somos autómatas controlados totalmente por las fuerzas del medio, zarandeados como corchos en la superficie del agua, pero confundimos el resultado de los impulsos del exterior con el libre albedrío”. Mis inventos
- Julio Verne: un adelantado a su tiempo y testigo del futuro
- ¿Fuimos visitados por «robots» en el pasado? Evidencias en la historia
- Nikola Tesla: el genio obsesionado con las Pirámides
El destino
¿Controlamos entonces nuestros destinos? Parece que Tesla llegó a plantearse que esto no fuera así, y acabó valorando la idea de que los seres humanos formáramos parte de un engranaje inmenso en el que todos los elementos que contiene el universo se influirían entre sí y por ende, estaríamos sujetos sin ser conscientes de ello, a esas influencias que ejercerían sobre nosotros. La voluntad del ser humano quedaría entonces influenciada, entre otros factores, por esas fuerzas externas inherentes a nuestro medio. Algo que englobaba desde nuestros instintos hasta las danzas cósmicas de los cuerpos celestes.
Unas sugerentes reflexiones que pudieron llevar al inventor a concluir que tal vez nosotros ya éramos esos «autómatas perfectos» que él mismo se planteaba diseñar.
Nuestra compañera Sonia Gupta del canal AEnigma, explora este tema en mayor profundidad en el siguiente vídeo:
Referencias:
- Yo y la energía
- Mis inventos
- How cosmic forces shape our destinies
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