Aunque creamos que los diamantes son totalmente prístinos, muchos de ellos poseen inclusiones (compuestos químicos) que pueden brindarles un aspecto singular. Por ejemplo si se trata de los raros diamantes azules, sabemos que el elemento boro es el que les brinda su famoso color.
Sin embargo, saber de dónde viene este boro ha sido un misterio desde hace varios años. Ahora, el enigma ha llegado a su fin, y luego de analizar docenas de diamantes azules, el Gemological Institute of America (GIA) nos ha dado una respuesta.
Se sabe que el boro es abundante en la corteza, tanto en el océano o en tierra firme. Este elemento es absorbido en las profundidades donde es acumulado y participa en la formación de algunos cotizados diamantes. Sin embargo, establecer cómo el boro llegó hasta allí era el problema por resolver.
Las observaciones realizadas en laboratorio por medio de rayos X y láser permitieron que el equipo de científicos a cargo, determinara cómo el boro llegó a las profundidades de nuestro planeta.
Establecieron que el agua de mar fue arrastrada al manto, la capa sólida y extremadamente caliente que se encuentra debajo de la corteza. Es así como las rocas enriquecidas con agua de mar se calentaron y liberaron fluidos ricos en boro.
Además, la estructura física de las inclusiones minerales también permitió revelar la profundidad de los diamantes azules, y se encuentran en las partes más bajas del manto, a aproximadamente 660 kilómetros. El estudio los ha catalogado como «uno de los diamantes más profundos jamás hallados».
La reciente investigación ha aportado nuevas luces a lo que nos habían enseñado acerca de la composición de los diamantes: carbón comprimido; sin embargo hay algo más.
La mayoría de los diamantes de la Tierra fueron forjados en el manto hace 1 a 3 mil millones de años y a profundidades de aproximadamente 150 kilómetros bajo la corteza continental 0 200 kilómetros bajo la corteza oceánica.
Es muy probable que el dióxido de carbono, muy abundante en el magma, llegue a profundidades extremas debido a los procesos geológicos, donde las altas temperaturas y presiones lo comprimen en un diamante. Sin embargo, es posible que solo se formen en una capa muy estrecha del manto superior.
Los diamantes que logran llegar a nuestra superficie, que son realmente un porcentaje muy bajo – a pesar de ser posiblemente muy abundantes en las profundidades -, tienen que pasar por una serie de procesos para finalmente emerger. Lo que hace posible que estos diamantes lleguen hasta la corteza es un proceso volcánico denominado erupciones de kimberlita.
Las kimberlitas son tubos con forma de cono, y suelen aparecer en la corteza continental antigua. Cuando la presión interna se elevó demasiado, esta se precipitó a través de la corteza. Es probable que el dióxido de carbono saliera expulsado a velocidades de aproximadamente 1.000 kilómetros por hora hasta salir a la superficie.
Pero estas erupciones solo ocurrieron hace millones de años, cuando el interior de la Tierra estaba aún más caliente de lo que está ahora.
El material expulsado contenía a menudo extrañas rocas del manto, denominadas xenolitos, y estas rocas contenían frecuentemente diamantes. Además, la velocidad de las erupciones fueron un proceso clave en la formación de estas piedras preciosas. Si las erupciones hubieran ocurrido a velocidades menores, los diamantes se habrían convertido en otras formas más comunes de carbono.
Los análisis indican que los diamantes azules se formaron en el manto inferior, y fueron transportados a la superficie por medio de violentas erupciones. Estos procesos no son solo lo bastante geniales, también muestran una clara evidencia de que la corteza terrestre, que estuvo alguna vez en la superficie del planeta, ha sido reciclada y llevada a enormes profundidades.
El estudio científico ha sido publicado en la revista Nature.
Una publicación de CodigoOculto.com – Autor: Fernando T. – Todos los derechos reservados.
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