La extinción en masa del período Pérmico provocó la desaparición de más del 95% de los seres vivos que entonces habitaban nuestro planeta. Sin embargo, hasta ahora los científicos no tenían muy claro qué fue lo que provocó semejante desastre de la biodiversidad.
Ahora, un grupo de geólogos asegura haber resuelto el misterio.
La Gran Mortandad
Desde la rápida aparición y diversificación de los seres vivos en nuestro planeta, los científicos han destacado cinco extinciones masivas. La más significativa es considerada la extinción de finales del período Pérmico, conocida comúnmente como la Gran Mortandad. Se calcula que el fenómeno provocó la desaparición de más del 95% de los seres vivos que habitaban entonces la Tierra.
Existen evidencias de que la extinción del Pérmico fue provocada por la liberación a la atmósfera de grandes cantidades de metano y dióxido de carbono, lo que cambió drásticamente el clima en todo el planeta e hizo de la Tierra un lugar árido y caluroso.
Según calculan los geólogos, el epicentro de ese escape de gases se ubica en Siberia Oriental, pero hasta ahora los estudiosos no conocían con exactitud los mecanismos que provocaron la catástrofe. Las excavaciones indican que hace 252 millones de años tuvo lugar en Siberia un gran derrame de magma a la superficie. Lo cierto, no obstante, es que eso no fue lo que provocó la extinción, que sucedió decenas de miles de años después.
Infierno en la Tierra
La revista científica Nature publica una nota que revela cuál fue el verdadero detonante de la Gran Mortandad. El artículo se basa en el estudio que realizó un grupo de geólogos en la cuenca del río Tunguska, en Siberia.
El equipo de investigadores recogió y analizó los restos de rocas ígneas y halló que las muestras pertenecen en realidad a dos erupciones diferentes. La primera —la de 252 millones de años atrás— fue un derrame significativo de magma que se extendió por la mayor parte de Siberia, pero no condujo a la extinción de los animales ni causó cambios climáticos considerables a nivel global.
La segunda erupción —acontecida unos 100.000 años más tarde— dejó menos rastros visibles, pero fue la que desembocó en la extinción de la mayor parte de la vida. Al tratar de emerger a la superficie, el magma se topó con las capas de sedimento que habían quedado de la erupción anterior. Como resultado, la lava se fue acumulando debajo de la superficie terrestre, creando una especie de ‘lago’ de roca fundida subterráneo 50 veces más grande que el Baikal, el lago más grande de la actualidad.
Ese «lago» calentó las capas de sedimento que habían quedado de la erupción anterior, lo que durante años provocó la constante liberación a la atmósfera de enormes cantidades de CO2, metano y otros gases de efecto invernadero.
El calor liberado durante el ascenso de esta lava a la superficie condujo a que las sedimentarias lanzaran en su camino enormes cantidades de gases de efecto invernadero a la atmósfera. El volumen de estos gases fue suficiente para causar una extinción en masa. Este acontecimiento se convirtió en un punto clave en la historia de la evolución de la vida en la Tierra”, explica el coautor del trabajo, James Muirhead, de la Universidad de Siracusa (Nueva York).
El trabajo sugiere que las consecuencias de las grandes erupciones volcánicas pueden variar dependiendo de la composición de los suelos a través de los que emergieron. Los investigadores esperan que el estudio ayude a entender cómo evolucionó la vida en el pasado y cómo afectaron estos eventos a la evolución de la Tierra y a los seres que la pueblan.
El estudio ha sido publicado en la revista Nature.
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