Científicos afirman que vivimos en una simulación, pero podemos hackearla para transformar nuestra realidad
Publicado el 22 Dic 2024
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En la hipótesis de la simulación, algunos científicos creen que podríamos ser más listos que el simulador, incluso en el improbable caso de que sólo seamos fallos en el código.

En la serie de televisión Black Mirror, un genio socialmente torpe atrapa las conciencias clonadas de sus compañeros de trabajo a bordo de una nave espacial digital, la USS Callister. Los clones, castrados y obedientes a su autoproclamado capitán, son plenamente conscientes de su existencia enjaulada. Al final, se rebelan y se liberan. Tú, sin embargo, no tienes el privilegio de la certeza absoluta de que no estás en una simulación similar. Incapaz de dar un golpe de estado, ignora que puede estar dentro de una, al menos si la hipótesis de la simulación es cierta.

Esta teoría, que está ganando adeptos tanto entre los físicos como entre los científicos cognitivos, postula que podríamos estar viviendo en un mundo virtual codificado por un creador superinteligente que, o bien nos observa, o bien hace tiempo que se fue. Y lo que es aún más inquietante, en algunas variantes extremas de la hipótesis, no sólo no eres consciente del mundo fantasma, sino que ni siquiera estabas destinado a estar ahí: tu todopoderoso yo humano no es más que un error en el código. En otras palabras, la humanidad es un fallo.

Alexey Turchin, investigador del Science for Life Extension Foundation, dijo:

“Hay dos tipos de simulaciones”.

Turchin clabora con Roman Yampolskiy, Ph.D., profesor asociado de ciencias e ingeniería informáticas de la University of Louisville. En uno de sus trabajos, titulado “Simulation Typology and Termination Risks” (Tipología de las simulaciones y riesgos de terminación), distinguen entre simulaciones con dueño -pensemos en los videojuegos creados deliberadamente- y simulaciones sin dueño, como los sueños o las historias generadas por IA, creadas sin “jefe”.

Turchin afirma:

“Si nuestro mundo tiene glitches -o si nosotros somos los glitches-, puede significar que estamos dentro de una simulación natural sin anfitrión, funcionando como un ordenador que adivina lo que va a ocurrir a continuación”.

Científicos afirman que vivimos en una simulación, pero podemos hackearla para transformar nuestra realidad

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Según esta idea, nuestra creciente conciencia de estar en una realidad basada en códigos refleja nuestra evolución cultural e intelectual. Cuanto más sabemos, peor nos va. Podemos arriesgarnos a provocar un “game over” o una “pantalla congelada”, ya que el simulador -sea quien sea- puede no querer que estemos en el bucle. Podrían reiniciar el sistema o eliminar la causa del fallo, posiblemente la propia humanidad.

Aun así, Turchin se inclina por la posibilidad de un “propietario”, especulando con que el programador podría ser un niño prodigio cósmico o una IA refinada interesada en resolver la paradoja de Fermi o conocer el destino de otras civilizaciones. Otra opción, prosigue, es una magnánima IA futura que ejecute simulaciones del pasado para resucitar a los muertos.

Turchin afirma:

“Pero es poco probable que estos tipos tengan fallos”.

La doctora Susan Schneider, experta en IA y profesora de Filosofía en la Florida Atlantic University, no está convencida de que seamos meros fallos de funcionamiento. La creación de la vida, dice, requeriría una programación deliberada, no errores aleatorios. Pero no esperemos que el arquitecto sea una deidad todopoderosa y omnisciente.

Schneider dijo:

“Podría ser un adolescente extraterrestre superinteligente diseñando un videojuego”.

Dejar de pensar en esta sorprendente visión de nuestro creador requiere cierta fortaleza mental. En cualquier caso, ¿podemos rebelarnos contra nuestro universo sintético? ¿Podemos ser más listos que el genio programador que lo creó, sea quien sea? Tal vez eso signifique que debemos rediseñar este mundo supuestamente diseñado para alcanzar formas superiores de existencia que abarquen aspectos corporales, mentales y espirituales de nosotros mismos. Esto podría significar que debemos dejar atrás la humanidad que conocíamos.

“Estamos hablando de un arquitecto mucho más inteligente que nosotros, más rápido y capaz de generar conciencia en todo el universo y crear vida”.

Afortunadamente para nosotros, puede que las herramientas para hacer todo esto ya existan. Las interfaces cerebro-ordenador (BCI), como la Neuralink de Elon Musk, prometen conectar directamente la mente humana con el reino digital, sin pasar por sus controles orgánicos. Sus defensores sugieren que esto podría mejorar la memoria, la inteligencia e incluso permitir la comunicación pensamiento-máquina. La edición genética CRISPR ofrece la posibilidad de reescribir nuestro código biológico, haciéndonos potencialmente más inteligentes, fuertes o resistentes a las enfermedades. En el MIT, plataformas como “Supermind” pretenden aprovechar la inteligencia colectiva humana y de la IA para resolver problemas que superan la capacidad de una sola mente y crear una nueva forma de sociedad híbrida y superinteligente. Incluso técnicas tradicionales como la atención plena y el uso de psicodélicos están ganando respaldo científico; los estudios muestran su capacidad para expandir la conciencia, revelar estados alternativos de conciencia y, posiblemente, exponer verdades más profundas sobre la naturaleza de la realidad. ¿Podríamos aprovechar colectivamente estas herramientas para descubrir fallos en el código?

No, dice Schneider, nada de eso funcionaría. El enlace neuronal o la ingeniería genética no nos ayudarían a piratear el código.

Schneider dijo:

“Estamos hablando de un arquitecto mucho más inteligente que nosotros, más rápido y capaz de generar conciencia en todo el universo y crear vida. Nosotros no tenemos esa capacidad. Quizá algún día lleguemos a ser tan sofisticados, pero ahora mismo no estamos lo suficientemente evolucionados como para llevar a cabo una simulación en todo el universo.

Lo único que podemos hacer de forma realista es preguntarnos qué tipo de ordenador es necesario para simular nuestra realidad”.

Como el comportamiento de nuestro universo depende de fenómenos cuánticos, la respuesta clara es que tiene que ser un ordenador cuántico superinteligente, no uno clásico, prosigue. Sin embargo, se apresura a añadir que conocer la naturaleza del ordenador no basta para saber si estamos realmente en una simulación.

Aunque Schneider ve límites definitivos incluso en la comprensión de la realidad holográfica, por no hablar de escapar de ella, Yampolskiy cree que podemos hacer mucho más.

Schneider afirma:

“Podemos piratear la simulación”.

En su artículo “How to Hack the Simulation” (Cómo piratear la simulación), Yampolskiy ofrece una extensa lista de formas de explorar y manipular la realidad simulada.

Científicos afirman que vivimos en una simulación, pero podemos hackearla para transformar nuestra realidad

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Empezar con el reconocimiento de la simulación, explorando la ilusión en busca de sus reglas o defectos, buscando patrones o rarezas como el déjà vu que sugieren su estructura encubierta. Pruebe la experimentación cuántica, utilizando pruebas como el entrelazamiento cuántico de partículas para superar los límites computacionales del sistema. Sobrecargar el sistema con cálculos masivos -lo que Yampolskiy denomina sobrecarga de simulación- para forzar errores y exponer sus límites. Construir sistemas de IA de élite para cartografiar los puntos débiles de la realidad generada por ordenador y ayudarnos a navegar por su código. Para un método más conspirativo, practica la ingeniería social: interactúa con “agentes” clave del mundo fantasma -políticos, corporaciones globales o sistemas de IA- como si formaran parte del código, manipulando las respuestas para descubrir órdenes clandestinas. Y el movimiento más audaz: colapsar colectivamente el sistema, mediante un esfuerzo computacional extremo o una concienciación generalizada, hasta que la simulación revele su realidad básica -lo que realmente existe fuera de ella- o se apague por completo.

Yampolskiy afirma:

“Estos métodos pueden funcionar para piratear una simulación creada probablemente por científicos que investigan simulaciones ancestrales, carceleros que contienen agentes malévolos, buscadores de entretenimiento, seres que persiguen experiencias sensoriales intensas o incluso aficionados equivocados”.

Aunque reconoce que puede ser necesaria una inmensa potencia de cálculo cuántico para probar rigurosamente o abrir nuestro mundo imaginario, es optimista sobre el potencial de nuestras herramientas actuales: CRISPR, Neuralink, BCI y similares.

Yampolskiy afirma:

“Cualquier camino hacia una comprensión más profunda tiene potencial. Puede que estos métodos no «socaven obviamente la simulación ni alteren radicalmente nuestra humanidad», pero al menos producirán mejoras que pueden llevar nuestras capacidades mucho más allá de las limitaciones actuales”.

Sin embargo, para algunos, estos esfuerzos no dan en el clavo.

Omar Sultan Haque, psiquiatra y científico social de la Facultad de Medicina de Harvard, dijo:

“Veo la hipótesis de la simulación como una más en la lista de preocupaciones escépticas de ateos y naturalistas: sobre la existencia del pasado, otras mentes, la conciencia, si las mentes pueden captar el mundo, etc.”.

Haque investiga cuestiones que abarcan la salud mundial, la antropología, la psicología social y la bioética. Haque sostiene que estas preocupaciones surgen de una visión materialista del mundo que prioriza la supervivencia sobre la verdad.

Haque afirma:

“Para los ateos, que no ven ningún propósito inherente en el universo, ‘todo se convierte en un fallo’. Pero para quienes creen en un Dios justo y veraz -ya sea a través del judaísmo, el cristianismo o el islam, como él dice- estos temores existenciales desaparecen. Un Dios bueno no nos engañaría con una simulación. Incluso si ese mundo existiera, ‘seguiría siendo temporal’, lo que significa que tendría que haber surgido y, por tanto, requeriría una causa previa. Dios, como ser necesario fuera del tiempo, el espacio y la materia, es la única explicación que no requiere una causa”.

Tanto si se considera que el universo es un caos parpadeante, como si se trata del gran diseño de un Dios benévolo o de la manipulación aleatoria de poderes extraterrestres, o de la IA, la pregunta definitiva sigue siendo: ¿podremos liberarnos alguna vez? ¿Podremos liberarnos alguna vez? Si somos la creación de un arquitecto divino, hackear el sistema es inútil e innecesario. Pero si no es así, merece la pena explorar las grietas del código, como las que han descubierto los prisioneros digitales del USS Callister, aunque sólo sea por rebelarse contra el despreocupado adolescente cósmico que está detrás de todo.

[FT: PM]

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Redacción CODIGO OCULTO

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La verdad es más fascinante que la ficción.

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