Las sirenas, esos seres de naturaleza fantástica cuyo mito ha llegado hasta nuestros días, tras nacer en la más lejana antigüedad… Creemos que todo lo sabemos acerca de ellas, sobre su sensualidad y con respecto a sus hipnóticos cantos. Pero ¿y si en realidad no conocemos tanto o lo que conocemos no es tan riguroso como creíamos? Por ejemplo, la etimología del propio término “sirena”, se ha relacionado con el vocablo púnico «sir» –canto– y el semítico «seiren» –hembra que fascina con sus cantos–. Y de hecho, una de las principales armas con que contaban las sirenas era, precisamente, su atractivo canto capaz de enloquecer y subyugar hasta al más frío de los mortales.
En cuanto a su físico, normalmente se las suele representar como un híbrido con torso y cabeza de mujer y con una larga cola de pez de cintura hacia abajo.
Sin embargo, también existen las sirenas con cabeza de mujer y cuerpo de ave. En la Antigüedad estaban consideradas como «aves de almas» puesto que disponían de la capacidad de atraer a las almas hasta una agónica muerte y por eso se las representaba como una criatura a mitad de camino entre ave y mujer. Representación que será la que impere hasta la alta Edad Media. Iconográficamente hablando podrían llegar a confundirse con las arpías, (otros híbridos con cuerpo de ave y cabeza femenina), pero existe una gran diferencia entre ambos grupos: el aspecto de las arpías era repugnante mientras que el de las sirenas era sumamente atractivo y sensual.
La primera constancia escrita aludiendo a las sirenas que conservamos es la que nos ofrece el canto XII de La Odisea en el que se relata que Ulises, siguiendo los consejos de la hechicera Circe, taponó con cera los oídos de sus marineros para hacerse atar al mástil y poder escuchar sus cantos sin sucumbir a ellos. Existen textos que nos hablan de sólo dos sirenas. Pero otras tradiciones hablan de tres: Pisínoe (Parténope), Agláope (Leucosia) y Telxiepia (Ligia). O, incluso, de cuatro: Teles, Redne, Molpe, y Telxíope.
Parece ser que, a través de la transmisión oral de los poemas de Homero, las sirenas fijas a las rocas se fueron transformando en aves voladoras influidas por otras culturas como la egipcia y por la representación concreta de Ba, cuya imagen era un pájaro con cabeza humana que volaba desde la tumba para unirse con el Ka.
Las Sirenas y el Arte
El mito de las sirenas ha sido, desde siempre, un tema del que han gustado muchos artistas a la hora de elaborar sus creaciones. Esta pasión artística pasó a Roma desde el mundo griego y desde allí se extendió por toda la cuenca del Mediterráneo. Fue en las ilustraciones de libros merovingios y carolingios cuando aparecieron por vez primera en el arte cristiano occidental y con el transcurrir del tiempo las iremos encontrando formando parte de la decoración de capiteles, ménsulas y otros elementos arquitectónicos, así como en la decoración de las sillerías de coro o en las vidireras de las iglesias.
Durante los siglos XII y XIII conviven las sirenas-pájaro y las sirenas-pez, pero serán estas últimas las que, poco a poco, vayan dominando en la imaginería popular, desbancando a las sirenas aladas.
Asimismo se las comienza a representar portando instrumentos musicales y sosteniendo peces o caracolas. A partir del siglo XII normalmente se las acompañará con un espejo o peine, símbolos, ambos, de la seducción femenina por aquellos tiempos. En esta época poseen un carácter moralizador: representan los placeres mundanos, las tentaciones existenciales y las distintas vanidades. Carácter moralizador que permanecerá vigente hasta el siglo XVI. A veces también son representadas junto a sirénidos masculinos o tritones o, incluso, junto a centauros.
Durante los siglos de arte Gótico, dejarán de formar parte exclusivamente de contextos religiosos y morales para pasar a formar parte de lo profano y coloquial. Tendencia que continuó a partir del Renacimiento, cuando las sirenas se convirtieron en un mero pretexto para lucir la desnudez del cuerpo femenino, moda que sigue viva en nuestro mundo actual.
Hermosas y seductoras, coquetas y peligrosas, divinas y terrenales… Las sirenas nos acompañan desde hace milenios, susurrándonos al oído esas tonadas malditas que sólo el héroe literario pudo escuchar y contar.
Este artículo fue publicado anteriormente en Ancient Origins en Español y ha sido publicado nuevamente en CodigoOculto.com con permiso.
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