Pleroma y Kenoma: así era el cielo y el infierno para los antiguos griegos y gnósticos
Publicado el 16 Abr 2024
© Imagen: DALL-E - Edición: codigooculto.com

En las antiguas creencias griegas y gnósticas, el Pleroma representaba la plenitud de lo divino, encarnando el reino espiritual y la totalidad de los poderes divinos. Kenoma, por el contrario, se consideraba el vacío que corresponde al mundo material, un reino inferior de fenómenos e imperfección.

El relato de la Caída y el destierro de los primeros seres humanos del paraíso ha fascinado a las mentes durante siglos, inspirando extensas contemplaciones y debates. Sin embargo, algunos han postulado que el relato del Jardín del Edén es alegórico y oculta un significado más profundo. Sugieren que narra simbólicamente acontecimientos en el Pleroma, el reino espiritual supremo, que culminan en la creación del mundo material.

¿Qué es Pleroma y Kenoma?

¿Qué es Pleroma y Kenoma?

En las antiguas creencias griegas y gnósticas, el Pleroma representaba la plenitud de lo divino, encarnando el reino espiritual y la totalidad de los poderes divinos. Kenoma, por el contrario, se consideraba el vacío que corresponde al mundo material, un reino inferior de fenómenos e imperfección. El cielo se equiparaba a menudo con el Pleroma, un lugar de divinidad trascendente y perfección, mientras que el infierno no era un concepto ampliamente explorado, pero podía compararse con el Kenoma, un estado de deficiencia y distancia de la plenitud divina.

En la cosmogonía gnóstica, el Primer Padre, el Creador de todo, tiene un consorte conocido como el Eón Sige, que se traduce del griego antiguo como “Silencio eterno“. El Primer Padre y Sige tienen una hija llamada Ennoia, que significa “Pensamiento” en griego. Otro relato sugiere que Ennoia es la hermana de Sige.

En la tradición gnóstica, Ennoia, el pensamiento inicial del Creador, acabó volviéndose arrogante y huyó para crear de forma independiente. Sin embargo, al descender al reino material, fue capturada por los arcontes, las entidades siniestras de su propia creación. Estos arcontes persisten en retenerla, impidiendo su regreso a los progenitores divinos.

En la mitología griega, la separación de los Aeones de Sige y Ennoia, o los Aeones de Sophia mayor y Sophia menor, refleja el mito de la separación de Deméter y Perséfone. En este relato, Perséfone es raptada por Hades, el dios del inframundo. Añorando a su madre Deméter, es incapaz de marcharse hasta que Hermes, el mensajero de Zeus, interviene como su salvador. Hermes se adentra en el inframundo, recupera a Perséfone y la reúne con su madre Deméter y su padre Zeus.

En una narración gnóstica más conocida, relativa a la distorsión del Pleroma (en griego, “plenitud”), la orgullosa Eón Sofía (en griego, “Sabiduría”) es la catalizadora de la Caída, que provoca la expulsión de su hija del Pleroma a Kenoma. La historia se centra en la esperada reunión de la Sophia mayor y su hija, la Sophia-Sirim más joven.

Pleroma y Kenoma: así era el cielo y el infierno para los antiguos griegos y gnósticos

El camino de la salvación interior

En las tradiciones esotéricas, los mitos sirven para dilucidar el camino de la salvación interior. Recuerdan constantemente a los adeptos su misión fundamental: la redención del alma, a menudo alegorizada como la “ramera”, y su ascensión de vuelta al paraíso a través de la guía de Hermes, el emisario de Zeus. Para obtener una comprensión más profunda de la perspectiva gnóstica sobre estas transformaciones internas, uno puede referirse al antiguo texto “Canción de Sirim”.

El “Cantar de Sirim” desvela la narrativa gnóstica de la Caída. Escrito en el siglo I d. C. y difundido posteriormente en una versión condensada en latín en 1529, ofrece una ventana a la saga del Jardín del Edén, detallando el exilio subsiguiente, la liberación y la llegada anticipada del Mesías.

A medida que se desarrolla la narración, el libro revela las causas del sufrimiento humano en el ámbito material y explora el desorden perpetuo del alma, ahondando en sus penas. También aclara por qué personas de diversas nacionalidades y credos se sienten atraídas por el Muro de las Lamentaciones y el simbolismo que encierra.

Según una antigua leyenda, el muro occidental divide el Pleroma del Kenoma. Sirim, el alma divina que partió del Pleroma (el reino de la plenitud, el paraíso), visita este muro todas las noches para entonar una melodía melancólica, conocida como la “Canción de Sirim”, para rogar por la salvación y expresar el anhelo de un pronto reencuentro con su madre, la Sophia mayor (Eon Sophia).

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Redacción CODIGO OCULTO

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La verdad es más fascinante que la ficción.

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