1° de Julio de 1974, Juan Domingo Perón, quien fuera tres veces Presidente de la Nación Argentina, desencarnaba, dejando una doctrina, un legado y un movimiento político tras su fallecimiento, que representaría un quiebre en la historia política nacional. A «13» años de su deceso, más precisamente en el mes de junio de 1987, los argentinos tomarían contacto con una noticia escalofriante: las manos del General Perón habían sido seccionadas con una sierra eléctrica. La situación fue advertida a través de una nota remitida a Saúl Ubaldini, Secretario General de la Confederación General del Trabajo (CGT), Carlos Grosso, Presidente del Partido Justicialista de la Ciudad de Buenos Aires, y Vicente Leónidas Saadi, Presidente del Partido Justicialista Nacional, firmada por «Hermes IAI y los 13», que exigía un rescate de 8 millones de dólares.
El hecho fue verdaderamente sorpresivo y el contenido de la nota recibida por los dirigentes peronistas mencionados, descabellada para algunos, y determinante para otros a los fines de establecer las conexiones con los presuntos autores de semejante profanación. La clave estaba en la condición de iniciado de Juan Domingo Perón y en el simbolismo cifrado contenido en la comunicación enviada por quienes llevaron a cabo la macabra intervención en el Cementerio de la Chacarita de la Ciudad de Buenos Aires, en pos de concretar su espeluznante plan. En efecto, fue el siniestro empresario Licio Gelli quien en una entrevista reconoció que Perón era masón, y que lo había iniciado él mismo en Madrid, en Puerta de Hierro, en junio de 1973.[1] Recordemos que Gelli ocupó el cargo de Venerable Maestro de la Logia Propaganda Due (P2), organización que traicionó los principios masónicos tradicionales volcándose al crimen organizado, al delito transnacional y al tráfico de influencias.
Para entender la pista esotérica de la profanación de las manos de Perón y su conexión con la logia masónica P2, debemos remontarnos al año 1982, cuando en el mes de junio aparecería colgado en el río Támesis el banquero italiano Roberto Calvi, también miembro de la P2, cuyos intereses había indudablemente amedrentado en el marco de la crisis del Banco Ambrosiano. No se trataba de una muerte común, sino de una muerte ceremonial. La puesta en escena era impactante, Calvi colgado de un andamio, debajo del puente londinense Blackfriers («frailes negros»), con ladrillos en sus bolsillos, y el cuerpo cubierto por el agua hasta las axilas, la conjunción de la tierra, el agua y el aire, y la apariencia de un suicidio que no sería tal, como luego de comprobaría en la reapertura de aquella investigación. Hay quienes sostienen que este habría sido un asesinato perpetrado por Licio Gelli y los frailes negros (como se autodenominaban los miembros de Propaganda Due), y los ladrillos una clara referencia al contenido masónico de la organización.
Cuatro años después volveríamos a saber de la P2 en la República Argentina. La investigación por el robo de las manos de Perón apuntaría directamente al entramado de poder forjado por esta agrupación criminal, que le achacaría a Perón una promesa incumplida. Pero si el ex Presidente de la Nación Argentina ya estaba muerto, qué más podrían hacer estos criminales para cobrar venganza por la presunta deuda: matar su alma en términos esotéricos. Hermes, IAI y los 13, una clara referencia vinculada a la mitología egipcia, juntamente con la amenaza inserta en aquella nota de dejar a Juan Domingo Perón incompleto para toda la eternidad. Sin duda alguna, otro crimen ritual.
Recordemos el mito egipcio de Osiris, quien, habiendo sido seccionado en 14 pedazos por Seth, sería reconstruido por Isis a partir de la búsqueda y posterior hallazgo de «13» de esos fragmentos de humanidad y de la implantación del falo sustituto que se había perdido para siempre a manos de un pez que lo devoraría en el río Nilo. De allí la consolidación de aquella creencia egipcia que sostiene que el cuerpo debe permanecer intacto y completo para que el alma transite el camino a la eternidad. Thot (Hermes en la mitología griega) es quien guía y acompaña a las almas a la otra vida, y su inclusión en la nota que dejaron los autores de la profanación sería determinante. Era evidente que, en esa ceremonia ritual, al separar las manos del cuerpo de Juan Domingo Perón, lo que se pretendió hacer es, lisa y llanamente, matar su alma, impedir que se dirija hacia la eternidad. El número 13 era una clara alusión a los pedazos recobrados del cuerpo de Osiris y a la hora de la eternidad en la mitología egipcia, mientras que el término «IAI» se correspondía con el de una deidad que en el Papiro 3024 , texto poético del antiguo Egipto, conforme surge de la notable investigación de los periodistas David Cox y Damián Nabot en su libro «La Segunda Muerte», Editorial Planeta, 1° Edición, Año 2006, decía «Más profundo que la muerte, yo destruyo el alma en su propia cáscara. De esa manera, tú nunca llegarás».[2]
Una promesa incumplida relacionada con el control de las exportaciones argentinas a Europa, según algunos, favores impagos vinculados a la recuperación del cuerpo de Eva Perón y al retorno del mismísimo Perón a la Presidencia de la Nación Argentina, según otros, habrían sido los detonantes para la venganza ritual presuntamente orquestada por Licio Gelli.
A todo esto, vale decir que las manos de Perón jamás fueron recobradas resultando un verdadero misterio qué es lo que sucedió con ellas.
[1] https://www.perfil.com/noticias/politica/licio-gelli-cuenta-como-inicio-a-peron-en-la-masoneria-20080831-0019.phtml
[2] «Deeper tan Death I destroy the Soul en its husk. Thus you will never arrive». Bika Reed, Rebel in the Soul, Inner Traditions, Rochester, Vermont, 1978, pág. 41.
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