Desde antaño hay quienes han pretendido desentrañar el misterio sobre la ubicación exacta del paraíso bíblico siguiendo las precisiones insertas en el libro del Génesis, y ello ha derivado en un sinfín de especulaciones, conclusiones y opiniones diversas que sostienen que el jardín del Edén no podría ser hallado en este plano, o bien, que sí es posible hacerlo, y que existirían elementos que nos permitirían llegar a él sin temor a equivocarnos.
Comencemos por el principio, y abordemos el análisis exegético de las sagradas escrituras en cuanto a las referencias específicas sobre el Edén y su presunta localización.
Así pues, en Génesis II, 8-16 se indica primeramente que Yahvé plantó un jardín en un lugar del Oriente llamado Edén donde decidió colocar al hombre que había formado, y que de allí salía un río que lo regaba, dividido a su vez en cuatro brazos llamados: Pisón, Guijón, Tigris y Éufrates. Hasta aquí varios puntos por señalar. El primero de ellos es el distingo indiscutible entre Edén y el mismísimo jardín contenido en él, lo que nos permite concluir que Edén era una región geográfica en la cual se plantaría el mítico huerto bíblico.
En este sentido, vale seguir al mismísimo Zecharia Sitchin quien, en su libro «El 12° Planeta», no sólo nos dice que la palabra Edén es de origen mesopotámico, término proveniente del acadio edinu que significa «llano», sino que E.DIN, en lengua sumeria, se traduce como «el hogar de los justos», todo lo cual nos lleva a sostener enérgicamente que la morada de los dioses o paraíso terrenal pudo bien haberse encontrado en el territorio ocupado oportunamente por la antigua civilización sumeria, lo que sería coincidente con la ubicación de los ríos señalados por el libro del Génesis. Y aquí corresponderá detenernos en el segundo punto objeto del presente artículo.
Hablemos de Pisón, Guijón, Tigris y Éufrates. Los dos últimos son hartamente conocidos y demarcan la región geográfica donde tuviera origen la que se cree la primera civilización del mundo, Sumeria, actual República de Irak en Oriente Medio, mientras que Pisón, según precisa La Biblia, es aquel río que rodea la tierra de Havila, asociada históricamente con Arabia, que a su vez limita al norte con Irak, cuyo lecho estaría seco en la actualidad, y Guijón, que rodeaba la tierra de Cus, sitio que algunos asociaron con Etiopía, y otros con el antiguo reino de los casitas procedentes del suroeste de Irán, todo lo cual hace encajar las piezas de este rompecabezas si junto con el arqueólogo Juris Zarins coincidimos en señalar que el Guijón bien podría tratarse del río Karun, el más caudaloso de Irán.
Seguimos la tesis de la región mesopotámica, resultando prácticamente imposible pensar en otro territorio cuando hablamos de Edén (o Dilmun en la mitología sumeria), puesto que cuando hablamos de Mesopotamia hablamos de tierra entre ríos, y las corrientes de agua individualizadas en los textos bíblicos enmarcan esta historia allí mismo, en la República de Irak, o cuando menos en la Mesopotamia.
Esta versión cobra aún más fuerza y vigencia cuando vamos más atrás en la historia, y acudimos a la cita de lo que tuvieron para decir los Sumerios en sus tablillas cuneiformes hace más de cinco mil años, donde cuentan las mismas historias, recurrentes y sistemáticas, como las del propio Diluvio Universal. En efecto, son los sumerios los que ubican en la Mesopotamia el mito de la creación del hombre, luego de varios intentos fallidos de los dioses en este sentido, dando lugar al emerger de Adapa, como lo llamó el mismísimo Enki, el hombre perfecto, el Adán bíblico o el Homo Sapiens para la ciencia.
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La historia de Enki y Ninhursag que nos traen las tablillas cuneiformes de la antigua civilización sumeria nos dice lo siguiente:
“En Dilmun, el cuervo no da su graznido […] El león no mata. El lobo no se apodera del cordero. […] Aquel que tiene mal en los ojos no dice: ‘Tengo mal en los ojos’ […] La vieja no dice: ‘Soy una vieja’; el viejo no dice: ‘Soy un viejo'”.
Esta mención coincide con el concepto de paraíso bíblico, un sitio de armonía, paz, no-violencia, dicha, salud, juventud y vida eterna.
La Mesopotamia es la respuesta, ese es el sitio que emula al paraíso de Dante, al mundo inteligible de la alegoría de la caverna de Platón, la tierra de nunca jamás de Peter Pan, la isla de Avalon de la Leyenda del Rey Arturo y los Caballeros de la Mesa Redonda, y demás sitios que sólo podrían haber sido hallados fuera de este plano en el que los hombres somos prisioneros de nuestros sentidos, y sólo allí donde lo imposible puede ocurrir.
Increíblemente la geografía del mundo conocido nos permite acceder a este lugar sagrado.
Las precisiones son determinantes, los ríos y la región resultan, a la luz de los relatos de las antiguas civilizaciones, absolutamente indiscutibles.
El primer hombre tal cual como lo ha concebido la ciencia (verbigracia: homo sapiens) habría tenido su origen allí. La primera civilización de la humanidad tiene una historia para contar, de dioses que vinieron de las estrellas, del planeta Nibiru según la teoría e investigación del azerbaiyano Zecharia Zitchin, y que habrían propiciado, mutación genética mediante del hombre Neanderthal, la creación del hombre evolucionado.
El punto de partida es ese: La República de Irak, la Mesopotamia. El próximo paso será determinar el origen del hombre.
Artículo escrito por: Juan Bautista Tingueli para CodigoOculto.com
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